Un clan que vive peligrosamente
Los miembros de la familia Kennedy han hecho del riesgo, la osad¨ªa y la emoci¨®n una forma de ser
(THE WASHINGTON POST)John F. Kennedy Jr. no s¨®lo pilotaba avionetas, sino que adem¨¢s pose¨ªa un ultraligero a motor que parece un invento sacado de alguna pel¨ªcula para ni?os. Le gustaba bajar r¨¢pidos en kayak y hacer submarinismo. Durante un reciente viaje a Dakota del Sur, incluso pregunt¨® a las autoridades del parque de Mount Rushmore si pod¨ªa hacer un descenso con cuerdas por el monte. Le respondieron que era demasiado peligroso. El viernes por la noche, Kennedy corri¨® otro riesgo al volar en medio de la bruma y sin luna, pese a ser un piloto novato, pese a que su Piper Saratoga era un avi¨®n bastante complejo, pese a que ten¨ªa el pie roto y le resultaba m¨¢s dif¨ªcil manejar los pedales, pese a que tanto su esposa como otros familiares le hab¨ªan presionado para que dejara el hobby de la aviaci¨®n. Parece evidente que ese ¨²ltimo acto arriesgado le llev¨® a la muerte, junto con su mujer y su cu?ada, y de esa forma ha vuelto a encender el conocido debate -que se suscita despu¨¦s de cada tragedia- sobre el amor al peligro de la familia Kennedy. Hace s¨®lo a?o y medio, el Kennedy desaparecido era Michael, que se estrell¨® contra un ¨¢rbol mientras varios miembros de su familia y ¨¦l jugaban con una pelota de fabricaci¨®n casera en una pista de esqu¨ª de Aspen (Colorado).
Hace poco m¨¢s de medio siglo era Joseph Jr., cuyo avi¨®n estall¨® durante una peligrosa misi¨®n para la que se hab¨ªa presentado voluntario, durante la II Guerra Mundial. Estamos hablando de un clan famoso por sus alardes de "energ¨ªa" viril y, pese a toda la palabrer¨ªa sobre maldiciones, varios amigos y cronistas de la familia est¨¢n convencidos de que la aventura y el desastre forman parte tan esencial de los Kennedy como su cabello ondulado y su radiante sonrisa. "Yo no dir¨ªa que son imprudentes, pero s¨ª osados", explica Frank Mankiewicz, amigo de la familia desde hace mucho tiempo. "Los Kennedy aprenden, desde muy temprana edad que no hay que darse por vencidos, que hay que vivir al borde del peligro. Se arriesgan, y eso es lo que les ha convertido en unos personajes tan notables".
La afici¨®n al peligro siempre ha formado parte de la leyenda de los Kennedy: el hero¨ªsmo del difunto presidente cuando gobernaba una lancha patrullera; el empe?o del senador Robert Kennedy en escalar una monta?a a la que nadie hab¨ªa subido antes; incluso la muerte de su hermana Kathleen al estrellarse su avi¨®n en 1948, cuando le hab¨ªan aconsejado que no hiciera el viaje. En la siguiente generaci¨®n, ese af¨¢n aventurero y esa falta de miedo ha acabado, a veces, en esc¨¢ndalo: los problemas de drogas de Robert Jr., Patrick y David, que muri¨® de una sobredosis en 1984, o la tristemente famosa relaci¨®n de Michael con la adolescente que cuidaba de sus hijos.
Se ha dicho con frecuencia que la osad¨ªa de los Kennedy era responsabilidad del patriarca familiar, Joseph Sr.; desde luego, ¨¦l cre¨ªa en un modelo de virilidad simbolizado por el car¨¢cter deportivo y la afici¨®n a los riesgos. Sin embargo, personas que conocen bien a la familia aseguran que John Jr. se hab¨ªa labrado a partir de otro molde, tal vez porque fue educado por una madre estoica, empe?ada en apartarle de los excesos tradicionales de los hombres de la familia. Participaba en los famosos partidos de f¨²tbol americano de los Kennedy, pero para ¨¦l nunca fue un deporte tan sangriento. Siempre vivi¨® en el glamour y fue noticia en las columnas de chismorreos, pero todo el mundo le consideraba un caballero.
Ayer, en el programa de la NBC Meet the press (Encuentro con la prensa), la historiadora Doris Kearns Goodwin cont¨® la an¨¦cdota que relataba Jacqueline, sobre una ocasi¨®n en la que John -que era muy peque?o- se puso a llorar en las pistas de esqu¨ª. Su t¨ªo Bobby se le acerc¨® y le dijo: "Los Kennedy no lloran". John respondi¨®: "Este Kennedy s¨ª llora". "La verdad es que, en comparaci¨®n con varios de sus primos, John no era nada imprudente", afirma Harrison Lee Rainie, autor de Growing up Kennedy y redactor de US News & World Report. "Estaba menos dispuesto a plantarle cara al diablo. Le gustaba hacer monta?ismo y recorrer r¨¢pidos en kayak, pero no creo que compartiera esa afici¨®n de la familia de tentar al destino".
John pose¨ªa una presencia f¨ªsica llena de magnetismo y constantemente le fotografiaban patinando por Central Park o saliendo de las olas en Hyannisport. Pero diversos observadores opinan que la audacia de John era m¨¢s profesional que f¨ªsica. La clase pol¨ªtica de Washington se ri¨® cuando lanz¨® la revista George, con su mezcla poco refinada de pol¨ªtica y frivolidad, pero ¨¦l apost¨® su reputaci¨®n en el empe?o. Public¨® una portada con un "Feliz cumplea?os, se?or presidente" y Drew Barrymore vestida de Marilyn Monroe, en clara referencia a la ocasi¨®n en la que la supuesta amante de su padre le cant¨® Happy Birthday. Llev¨® al porn¨®grafo Larry Flynt a la cena de la Asociaci¨®n de Corresponsales de la Casa Blanca. Y escribi¨® un art¨ªculo en el que atacaba a sus primos Joseph y Michael y les llamaba "ejemplos de mala conducta", un art¨ªculo que ilustr¨® con una foto oscurecida de s¨ª mismo desnudo.
George no result¨® un ¨¦xito indiscutible; de hecho, la semana pasada, Kennedy estaba buscando a nuevos inversores para salvarlo de la extinci¨®n. Aun as¨ª, tiene una distribuci¨®n de m¨¢s de 400.000 ejemplares y ha durado mucho m¨¢s de lo que predec¨ªan casi todos los santones de Washington. "Si se quiere hablar de riesgos, hay que fijarse en George. A m¨ª no me gusta nada, pero hizo falta tener mucho valor para publicarla", explica Laurence Leamer, autor de un libro sobre las mujeres Kennedy y que prepara otro sobre los hombres de la familia.
Sin embargo, el accidente ha vuelto a llamar la atenci¨®n sobre otros peligros m¨¢s tangibles; y Kennedy siempre se neg¨® a hacer las cosas sin arriesgarse. Cuando era ni?o sol¨ªa eludir a los agentes del Servicio Secreto que le proteg¨ªan. De adulto, le apasionaban los deportes de riesgo y el avi¨®n rojiblanco de seis cilindros que cay¨® en el oc¨¦ano Atl¨¢ntico el viernes por la noche. Los peri¨®dicos sensacionalistas llevaban dos a?os hablando de la preocupaci¨®n de su familia por los "temerarios vuelos", pero ¨¦l se neg¨® a dejar su afici¨®n.
Kennedy no hab¨ªa acumulado m¨¢s que 100 horas de vuelo, y todav¨ªa no pose¨ªa la licencia para volar s¨®lo con la ayuda de los instrumentos. La mayor¨ªa de esas horas las hab¨ªa pasado en una Cessna 182, que es m¨¢s sencilla; no compr¨® la Piper hasta abril. Y, aunque sol¨ªa ir acompa?ado de un instructor cuando hab¨ªa poca visibilidad, el viernes por la noche decidi¨® volar por su cuenta, incluso cuando otro piloto, Kyle Bailey, prefiri¨® no despegar debido a la bruma. "Con la bruma, y en la oscuridad, se pierde de vista el horizonte, faltan los puntos de referencia", explica Bailey. Por otro lado, las autoridades de aviaci¨®n no emitieron ninguna advertencia de que no se volara. Y, si bien los investigadores no han llegado a ninguna conclusi¨®n sobre las causas por las que cay¨® el avi¨®n, s¨ª creen que en el choque murieron ¨¦l, su mujer y su cu?ada. Volar tiene siempre riesgos, pero varios observadores afirman que la tragedia de John parece ser solamente eso: una tragedia, y no la consecuencia de alguna tara en el c¨®digo gen¨¦tico de la familia. "A John le gustaba arriesgarse, sin duda, pero ten¨ªa su licencia en orden, y nadie le dijo que no volara", declara Rainie. En una entrevista con Larry King en 1995, tras el lanzamiento de George, Kennedy dijo que le preocupaba su salud, una confesi¨®n de mortalidad poco habitual en su familia. Pero no parece que le quitara mucho el sue?o. "Es algo, no es una cosa en la que est¨¦ pensado todo el tiempo", declar¨®.
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