M¨®viles
El tel¨¦fono m¨®vil, los sectores selectos de la sociedad civil madrile?a lo han puesto en cuesti¨®n. No el tel¨¦fono m¨®vil en sentido estricto, sino su uso en p¨²blico y hasta su denominaci¨®n t¨¦cnica.Los argumentos contra el uso del tel¨¦fono m¨®vil incluyen la buena educaci¨®n. Parece que hay conformidad plena en considerar mala crianza utilizar en p¨²blico el tel¨¦fono m¨®vil. Muchos lo consideran tambi¨¦n perturbador de su tranquilidad y de su exquisita abstracci¨®n intelectual.
No s¨®lo se da entre intelectuales, sino tambi¨¦n en la nobleza. El torero Francisco Rivera Ord¨®?ez, duque de Montoro, pidi¨® que se prohibiera utilizar al p¨²blico taurino los tel¨¦fonos m¨®viles, pues las conversaciones y el sonido de los timbres le imped¨ªan concentrarse para torear bien. Podr¨ªa ser, aunque se ha comprobado que cuando no se oyen los m¨®viles torea igual de mal.
A?aden los combativos descalificadores del uso p¨²blico del tel¨¦fono m¨®vil que esa costumbre es hortera. Con lo cual plantean un problema de identidad y de pragmatismo. Si no fuera porque el tel¨¦fono m¨®vil puede utilizarse en p¨²blico -en el bar, en el sem¨¢foro, en el apresurado caminar para despegarse de un vendedor de pa?uelos que va dando la brasa-, a buenas horas iba a tener nadie un tel¨¦fono m¨®vil con lo caro que es.
Y aqu¨ª entra el problema de identidad, pues el ciudadano utiliza el tel¨¦fono m¨®vil donde considera oportuno, porque le hace falta o simplemente porque le da la gana. Pero sentirse llamado por ello hortera resulta un precio excesivo. Lo que menos aguanta un ciudadano es que le llamen hortera, sobre todo si lo es. Hortera es una de las voces usuales que se emplean, ya desde antiguo, para desfogar la insidia contra el ciudadano pac¨ªfico; otra, jod¨ªo cojo, sobre todo si lo es.
Entr¨® en el mercado para los nuevos ricos de la Celtiberia desarrollista -hablamos de la d¨¦cada de los cincuenta- el primer haiga, marca Dodge Dart, y los que no sal¨ªan de pobres sol¨ªan decir: "No hay oveja sin esquilar ni hortera sin Dodge Dart". Lleg¨® despu¨¦s el transistor, que ya estaba al alcance de muchas fortunas y permit¨ªa o¨ªr los resultados de los partidos de f¨²tbol mientras se paseaba con la familia, y quienes a¨²n no hab¨ªan ahorrado para el artilugio dec¨ªan: "No hay parto sin dolor ni hortera sin transistor".
Uno acogi¨® el invento del tel¨¦fono m¨®vil con verdadero alborozo. Es ¨²til para el negocio, para la informaci¨®n period¨ªstica, para la emergencia; pero, sobre todo, permite tener noticia de la familia m¨®vil all¨¢ donde se encuentre. El tel¨¦fono m¨®vil para la familia m¨®vil; no se negar¨¢ que est¨¢ bien tra¨ªdo. Ya no hay que permanecer de guardia, enclaustrado en casa, pegado al tel¨¦fono fijo, para saber por d¨®nde andan los hijos, que a lo mejor salieron de viaje y retras¨® su llegada uno de esos monumentales atascos que se forman en las carreteras. Antes al contrario, puede uno salir, y andar, y hacer parada y fonda, pues donde se encuentre recibir¨¢ la llamada tranquilizadora, o podr¨¢ hacerla.
Claro, que siempre habr¨¢ cerca quien le llame hortera o le diga que no tiene educaci¨®n, o le acuse de perturbar el fluir de las musas inspiradoras de la creatividad literaria. Ya hay quien culpa a los m¨®viles de no haber escrito la novela de su vida, como hace el duque de Montoro para justificar su toreo ins¨ªpido. Al parecer, Cervantes escribi¨® El Quijote y Pepe Luis V¨¢zquez cre¨® "el quite del Centenario" porque entonces no hab¨ªa m¨®viles; si no, de qu¨¦.
Decimos m¨®vil y los gram¨¢ticos corrigen "port¨¢til". Y es verdad: el tel¨¦fono no se mueve; m¨¢s bien es susceptible de llevarlo de la Ceca a la Meca. En Am¨¦rica y otros pagos lo llaman "celular", que alude con estricta propiedad a sus entra?as. Tel¨¦fono port¨¢til celular ser¨ªa m¨¢s adecuado. De todos modos, tampoco es raz¨®n suficiente para amontonarse y ponerse hecho un basilisco. A uno le o¨ª decir, no en prudente susurro, sino a voces y por la radio: "Estoy hasta los cojones de la falta de educaci¨®n de los horteras que usan en las cafeter¨ªas los putos m¨®viles".
Los m¨®viles -port¨¢tiles-celulares- y la educaci¨®n, bien se ve, son conceptos de amplio espectro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.