Un puente separa a serbios y albaneses en Mitrovica, s¨ªmbolo de la divisi¨®n de Kosovo
ENVIADO ESPECIALLos cien metros del puente que divide la ciudad de Mitrovica en dos se han convertido en el involuntario s¨ªmbolo del nuevo Kosovo. A ambos lados, serbios y albaneses se miran, gritan y desaf¨ªan. Entre ellos, los soldados franceses de la fuerza internacional para Kosovo (Kfor) no permiten a casi nadie que cruce la estructura. A pesar de las palabras de los representantes internacionales sobre la necesidad de construir un Kosovo donde est¨¦n representadas todas las etnias, la Kfor ha optado por dividir de hecho la ciudad de Mitrovica.
Mitrovica era, antes de la guerra, una ciudad de 60.000 habitantes con una importante minor¨ªa serbia de 10.000 personas, que en su mayor¨ªa viv¨ªan al norte del r¨ªo Ibar. Cuando comenzaron los ataques a¨¦reos de la OTAN se desencaden¨® una brutal represi¨®n policial. Adem¨¢s de incendiar numerosas viviendas de albanokosovares, las fuerzas serbias emplearon excavadoras para completar la destrucci¨®n; calles enteras quedaron como un solar y miles de civiles fueron obligados a huir.Tras la entrada de la Kfor, los serbokosovares decidieron permanecer al norte de r¨ªo. Algunos huyeron hacia Serbia, pero otros llegaron procedentes del resto de Kosovo; en el norte de Mitrovica constituyeron su baluarte.
"Ellos disponen de todo. Sus viviendas est¨¢n intactas. Tienen agua, luz y tel¨¦fono y beben mientras se r¨ªen de nosotros. Incluso poseen armas y los franceses pretenden que s¨®lo pasemos tres personas y desarmadas", se queja Servete Krustemi, una joven que intenta que los soldados franceses le permitan cruzar el puente "para colocar la bandera albanesa en el otro lado de la ciudad".
Al contrario de lo que ocurre en otras zonas de Kosovo, donde los serbios se han visto obligados a refugiarse en guetos, en Mitrovica, la parte en la que habitan no ha resultado muy da?ada. Disponen, adem¨¢s, del ¨²nico hospital de la zona, que se ha convertido en otro campo de batalla. "Los franceses sostienen que s¨®lo pueden pasar tres personas [albanesas] al hospital; es rid¨ªculo", se queja Fatmir Sollova.
"Muchos albaneses desean cruzar el r¨ªo para crear problemas", explica el capit¨¢n de nav¨ªo franc¨¦s Bertrand Bonneau, al mando de un destacamento de unos 50 hombres que se ha apostado a ambos lados del puente. "Estamos protegiendo a todos los albaneses que quieren ir al hospital. Incluso hay 170 albaneses que trabajan all¨ª y a los que les facilitamos escolta, si la solicitan". Mientras el militar franc¨¦s habla, los albaneses comienzan a silbar a los soldados acus¨¢ndoles de colaborar con los serbios. "Siempre lo han hecho", a?ade Krustemi, que lleva la voz cantante del grupo. "Ahora no somos libres. Somos un pa¨ªs ocupado".
Al otro lado del puente, una veintena de serbios se sientan con actitud desafiante en la terraza de una caf¨¦ llamado La Dolce Vita. Desde all¨ª montan guardia para evitar la entrada de albaneses en su zona. Cuando ven que uno se acerca cruzando el puente m¨¢s de lo que creen conveniente avisan a los soldados de la Kfor del lado norte, que interceptan al alban¨¦s. En esta parte de la ciudad las casas est¨¢n intactas, no hay pr¨¢cticamente cristales rotos y todo parecer¨ªa normal si no fuera por la numerosa presencia del Ej¨¦rcito franc¨¦s, mucho m¨¢s visible y mucho menos relajada que en la zona sur de la ciudad. Seg¨²n reconoci¨® la semana pasada el portavoz de la Kfor en Pristina, comandante Jan Joosten, las provocaciones de la poblaci¨®n serbia hacia los soldados franceses aumentan d¨ªa a d¨ªa. Cada jornada se produce adem¨¢s un cruce de insultos, gestos amenazantes y ondear de diferentes banderas entre ambas orillas de la ciudad. Los hombres bajo el mando del general Bruno Cuahe lo niegan y dicen que "la situaci¨®n es normal".
Seg¨²n los albanokosovares, antes de la guerra el 70% de la poblaci¨®n del barrio al norte del r¨ªo era de su etnia. Seg¨²n el capit¨¢n Bonneau no superaban las 500 familias. No es posible saber cuantos albanokosovares han quedado en la otra orilla. "Claro que quedan. Aqu¨ª hay padres de familia que no pueden cruzar para saber c¨®mo est¨¢n sus mujeres y sus hijos", relata Agron Dede, uno de los l¨ªderes locales.
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