Lampando
H?CTOR M?RQUEZMarbella. Residencia Mar Mar del rey Fahd de Arabia Saud¨ª. Alrededor de las toneladas de riqueza concentrada se levanta un ecosistema de seres lampando (esperar anhelantes, es una palabra popular malague?a). Aqu¨ª, en el palacio donde los ceros no tienen l¨ªmite, se concentran a diario decenas de personas, espa?oles y marroqu¨ªes. Esperando, lampando por un trabajo. Algunos lo han logrado: Juan Carlos, ch¨®fer por 15.000 pesetas al d¨ªa, espera que arranque uno de los 200 autom¨®viles alquilados por el rey. ?l comenta que los ¨¢rabes que le mandan no hacen otra cosa que "comer d¨¢tiles y beber cocacola, casi sin ganas". A Juan Carlos, espa?ol, le parece que lo tratan con desprecio. Al¨ª, marroqu¨ª, cree que lo tratan "de puta madre". La pobreza, estar lampando, dicen, une, m¨¢s all¨¢ del color y el dogma. Leemos y vemos en el diario La Opini¨®n las fotos de los que sue?an con la propina diaria del s¨¦quito real, con la necesidad innecesaria del rico: como la de ese jeque ¨¢rabe que tiene alquilada una habitaci¨®n en el Hotel Puente Romano, como la que usan Ray Charles, Sting, Bruce Willis o Prince, a 350.000 pesetas al d¨ªa hasta septiembre y nunca la utiliza. O con la basura misma, m¨¢s opulenta que las despensas de millones de personas. Con el otro diario de la provincia, Sur, hemos completado el puzzle. Las fotograf¨ªas son ahora del encuentro entre Fahd y Juan Carlos I, en casa del saud¨ª. Son reyes, por tanto iguales, y conversan amigablemente en ingl¨¦s. En una charla muy reciente con Justo Navarro, el novelista granadino recordaba que es prudente y sensato comprar varios peri¨®dicos para reconstruir algo la realidad. Cierta realidad. Es f¨¢cil solidarizarse enseguida con los lampantes, m¨¢s que nada porque nunca seremos reyes y tambi¨¦n hemos vivido -incluso vivimos- de las sobras de otros, de sus necesidades innecesarias. Y tambi¨¦n porque solidarizarse cuesta muy poco. El otro d¨ªa mil personas lo hicieron con Carlinhos Brown en el Cervantes, bailando como posesos. Es f¨¢cil sentirse el pobre sabiendo que uno nunca ser¨¢ el rey. Debajo de casa, un hombre rebusca entre las basuras de los solidarios. Podr¨ªa ¨¦l cambiar la letra, sentirse rampante en vez de lampante, y escribir: "tiraron la mitad de una empanada, unas cartas a las que s¨®lo falta un as, unos zapatos que a¨²n sostienen a un hombre".
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