N¨²?ez 2000 contra el Bar?a JOAN B. CULLA I CLAR?
Si hay algo que no se le puede regatear a Josep Llu¨ªs N¨²?ez es la coherencia. Es l¨®gico que quien preside el F¨²tbol Club Barcelona desde hace dos d¨¦cadas con maneras de s¨¢trapa oriental -variante llorona- quiera culminar su reinado dejando a la posteridad un tinglado que ha recibido con toda justicia los calificativos de megal¨®mano y fara¨®nico. Es l¨®gico que quien ha sido uno de los mayores exponentes del negocio inmobiliario desenfrenado, actuando siempre en el l¨ªmite de las normas vigentes, impulse lo que va a ser -si prospera- la apoteosis de la especulaci¨®n, la recalificaci¨®n y la plusval¨ªa, esas tres palabras clave del diccionario nu?ista. Es l¨®gico que quien, antes de alcanzar la presidencia blaugrana, conoci¨® la notoriedad p¨²blica enfrent¨¢ndose con el movimiento vecinal y los profesionales de la arquitectura a causa del derribo -consumado o intentado- de joyas modernistas como la casa Trinxet o la casa Golferichs, vuelva por donde sol¨ªa, tratando de violentar la voluntad de los vecinos y el parecer de numerosos arquitectos. Como ha escrito un curtido observador de sus estragos urban¨ªsticos -el periodista Josep Maria Huertas-, "N¨²?ez no cree en la ciudad, no ha cre¨ªdo nunca; s¨®lo le interesa su negocio". Estamos hablando, claro est¨¢, del proyecto Bar?a 2000, ese designio "revolucionario" que pretende enclavar en plena zona urbana, en el barrio de Les Corts, un complejo l¨²dico y comercial de tiendas, restaurantes, cines, exposiciones permanentes -no creo que se les pueda llamar museos-, un rock¨®dromo, un monorra¨ªl y hasta una especie de jardines colgantes de Nu?ilonia, todo ello capaz de atraer a una treintena de autocares y 1.600 turismos por hora y con un volumen estimado de visitantes al a?o que duplicar¨ªa al de Port Aventura. Es un proyecto incomprensiblemente apoyado por el alcalde Joan Clos y por el grupo socialista en el Ayuntamiento de Barcelona, se ignora si en calidad de v¨ªctimas o de c¨®mplices del chantaje de N¨²?ez sobre la sentimentalidad barcelonista. Un proyecto del que uno no sabe qu¨¦ admirar m¨¢s: si su desmesura, colosalismo y agresividad -construcciones de hasta 30 metros de altura junto a los actuales edificios residenciales del barrio-, o la provocadora arrogancia con que ha sido presentado a la opini¨®n p¨²blica y va camino de ser impuesto a "la ciudad que lleva el nombre del club", como dijo Josep Llu¨ªs N¨²?ez el a?o pasado, en un impagable lapsus freudiano... Entre el ramillete de argumentos manejados por la actual directiva para defender su engendro, me gustar¨ªa destacar tres: primero, el que -vamos a ser piadosos- calificar¨¦ de "an¨¢lisis pol¨ªtico" realizado por el mism¨ªsimo presidente del club el pasado d¨ªa 21, cuando sentenci¨® que, si el PSC apoya su proyecto, y si ese partido fue el ganador de las municipales en el distrito de Les Corts, eso significa que el Bar?a 2000 est¨¢ legitimado por las urnas y que sus cr¨ªticos deben "aceptar el resultado electoral". Naturalmente, s¨®lo un h¨ªbrido entre Pich i Pon y Romero Robledo puede confundir unos comicios municipales con un refer¨¦ndum, puede ignorar que, en Les Corts, la candidatura socialista obtuvo 14.000 votos sobre un censo de 75.000 electores y puede desconocer que la plataforma program¨¢tica receptora de esos sufragios no era precisamente el proyecto especulativo alrededor del Nou Camp. Pero, ?qu¨¦ importan tales minucias para quien est¨¢ acostumbrado a ganar las asambleas de compromisarios por 476 votos a favor sobre 3.077 posibles? El propio N¨²?ez ha insistido tambi¨¦n, durante sus ¨²ltimas comparecencias, en invocar el precedente de Sarri¨¤ en favor del Espanyol y en reclamar para el Bar?a id¨¦ntico trato. Un argumento estupendo, si no fuera porque el FC Barcelona ya recibi¨® una vez ese regalo municipal con la recalificaci¨®n del campo de Les Corts, hace d¨¦cadas: si no fuera porque el Espanyol se ha quedado sin terreno propio y juega realquilado en Montju?c; y si no fuera porque resulta grotesco ver al presidente del "primer club del mundo", al mago de las cuentas multimillonarias, amparando su pedig¨¹e?er¨ªa a la sombra de los modestos y despreciados pericos. La prensa ha recogido el tercer argumento de esta breve antolog¨ªa de labios de un empleado del club: "Si queremos mantener la camiseta libre de publicidad, como hasta ahora, alguna cosa tendremos que hacer para obtener recursos econ¨®micos...". Y bien, suponiendo que el dilema fuese cierto -sospecho que no lo es-, ?qu¨¦ ser¨ªa preferible, mancillar la imaginaria virginidad de la camiseta azulgrana, o amargar la existencia diaria de decenas de miles de ciudadanos conden¨¢ndoles al colapso circulatorio, a la contaminaci¨®n ac¨²stica, al insomnio obligado, a la ruina de su comercio de barrio, etc¨¦tera? Pero no se trata s¨®lo de los leg¨ªtimos derechos vecinales. Si las instituciones y la ciudadan¨ªa no lo impiden, el proyecto Bar?a 2000 puede ser tambi¨¦n el mausoleo mortuorio del barcelonismo c¨ªvico, deportivo, social, integrador, ya bastante castigado por 20 a?os de mercantilismo nu?ista.
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