La geolog¨ªa es bella
La geolog¨ªa es una ciencia que deja fr¨ªo como el m¨¢rmol al grueso del personal. La creencia de que la Tierra es inmutable y de que, para cuando se digne mutar, todos calvos, no excita precisamente la curiosidad de las gentes, ¨¢vidas siempre de novedades nimias y efem¨¦rides manejables. As¨ª pasa que la mayor¨ªa de los mortales no sabe distinguir una laja de granito de una piedra de amolar. La sepiolita, si por el vulgo fuera, se comer¨ªa a la plancha. ?Fallas? Para fallas, las de Valencia. Y para tect¨®nica, Pamela Anderson.Una de las pocas cosas que la gente cree saber sobre geolog¨ªa es que los valles se han formado por la incesante labor erosiva de los r¨ªos. La idea es muy sugerente, porque la imagen de los r¨ªos asurcando la faz del planeta es el trasunto del tiempo que pasa y deja su huella en el rostro de los hombres. Mas no es del todo cierta. Multitud de valles hay que deben su origen al levantamiento y hundimiento de bloques -valles tect¨®nicos, no fluviales-; bloques superlativos, teclas de un ¨®rgano gigantesco que, al ser pulsadas por Gea, se disponen de forma similar a las gradas de un anfiteatro.
En el valle del Lozoya, por ejemplo, tenemos dos altas gradas laterales -bloques elevados o horsts- que rondan los 2.400 metros: el macizo de Pe?alara, a poniente, y Cuerda Larga, al mediod¨ªa. Mil y pico metros m¨¢s abajo, en lo hondo del valle, est¨¢ la fosa tect¨®nica o graben del Lozoya, que es el escenario donde discurre la acci¨®n de los pueblos: Rascafr¨ªa, Oteruelo, Alameda, Pinilla y Lozoya.
Y luego hay una serie de pelda?os intermedios, ni muy altos ni muy bajos, tipo tribuna de preferencia, entre los que se se?ala Cabeza Mediana (1.691 metros) por su condici¨®n de observatorio privilegiado. La sillada de Garcisancho es el collado en el que entronca Cabeza Mediana con el macizo de Pe?alara, un rellano que ni pintado para sentarse en verano al arrimo del pino o del regato tras admirar la grandiosa escenograf¨ªa de la naturaleza.
Con la lecci¨®n de geolog¨ªa bien aprendida, vamos a acercarnos al mirador de los Robledos, que es accesible en coche por un camino de grava se?alizado a mano derecha nada m¨¢s pasar el kil¨®metro 31 de la carretera de Rascafr¨ªa a Cotos. All¨ª, a espaldas del monumento al Guarda Forestal, el camino rebasa una barrera y confluye con una pista por la que nos echaremos a andar hacia la izquierda para, cincuenta metros m¨¢s adelante, desviarnos a manderecha por otra pista que asciende sin p¨¦rdida posible hasta la cima de Cabeza Mediana. Una charca verde nutrida por una dulce fontana alegra a mitad de camino esta trepa de 400 metros de desnivel.
Tras coronar Cabeza Mediana -ojo a la vista panor¨¢mica de todas las cumbres del valle, y en particular de Pe?alara-, la pista, reducida a unas rodadas sobre la hierba, pierde bruscamente altura y la recupera de inmediato para salir a la luenga y esplendente pradera que tapiza la sillada de Garcisancho. Una vez en esta encrucijada de montes y caminos, a¨²n deberemos continuar de frente un breve trecho, hasta topar el arroyo de la laguna grande de Pe?alara, donde, cumplidas tres horas desde el inicio, hallaremos peque?as pozas y umbr¨ªos ribazos muy a prop¨®sito para el almuerzo.
De vuelta en la sillada, buscaremos la senda que, dejando a mano izquierda una pista forestal y a la diestra las ordadas que proceden de Cabeza Mediana, baja rauda por una vaguada poblada de espeso pinar. Es el viejo camino del Palero -marcado por doquier con trazos de pintura blanca y roja- y la vaguada, la del arroyo de la Umbr¨ªa o de Garcisancho, el mismo al que Enrique de Mesa (1878-1929) cant¨® hace ochenta a?os: "?Por qu¨¦ corriendo te quejas,/ arroyo de Garcisancho,/ si en tu correr rumoroso/ nada te detiene el paso?". Cerca de una hora seguiremos arroyo y se?ales, sin tomar desv¨ªo alguno, hasta que, no m¨¢s pasar una barrera, aparezca la bifurcaci¨®n cuyo ramal de la derecha lleva al mirador de los Robledos.
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