El rebelde t¨ªmido
El franc¨¦s explota como goleador, desprecia los honores, odia Londres y se afana en los videojuegos
"Ese morenito era extraordinario. Cualquiera que lo hubiese visto se habr¨ªa dado cuenta. ?Qu¨¦ jugador! ?Qu¨¦ forma de correr! Ten¨ªa una potencia y una velocidad fuera de lo normal para un chico de 17 a?os; ten¨ªa manejo de pelota. Y met¨ªa goles". Isel¨ªn Santos Ovejero, ex defensa rojiblanco que oje¨® jugadores para el Atl¨¦tico de Madrid en un torneo juvenil de selecciones que se celebr¨® 1996, evoca las im¨¢genes como a un descubrimiento. El nombre de aqu¨¦l chico era Nicolas Anelka, franc¨¦s de origen antillano, nacido en Versalles, el 14 de marzo de 1979. Mide 1.84 y pesa 77 kilos. Anelka era la joya de la cantera del Par¨ªs Saint Germain, donde Luis Fern¨¢ndez lo hab¨ªa promovido para el primer equipo. Siempre fue un jugador arrogante. Sus ambiciones lo invitaban a marcharse y el Atl¨¦tico le abri¨® sus puertas con un precontrato. Guiado por sus dos hermanos mayores, Didier y Claude, formaba el v¨¦rtice de un tr¨ªo voraz. Cuando le lleg¨® una oferta del Arsenal, no dudaron: enfilaron hacia el Vicente Calder¨®n, a solicitar una suspensi¨®n del precontrato. "?l mismo vino a Madrid. Yo dec¨ªa: ?No podemos dejar que se vaya!", recuerda Ovejero, emocionado. "Los hermanos dijeron que se compromet¨ªan a que Nicolas volver¨ªa a jugar en el Atl¨¦tico despu¨¦s de cumplir su contrato con el Arsenal, pero yo sab¨ªa que lo perd¨ªamos. Miguel ?ngel Gil no les puso ning¨²n obst¨¢culo; se port¨® muy bien con ellos". Anelka vol¨® a Londres acudiendo a la llamada del entrenador franc¨¦s del Arsenal, Ars¨¦ne Wenger.Lleg¨® en enero de 1997 y su destino fue el banquillo, como suplente de Ian Wright. Las largas tardes inglesas, la soledad de su hotel, una ansiedad ingente que lo empujaba a la insatisfacci¨®n, o las horas que pasaba frente a la pantalla de su consola de v¨ªdeojuegos oscurecieron su car¨¢cter. A?oraba Trappes, el barrio de su ni?ez en Par¨ªs, y desde?aba Londres. "No conozco a nadie en Inglaterra y tampoco me interesa. La gente aqu¨ª no tiene la misma mentalidad que en Francia y hay poco que me interese de Inglaterra aparte del f¨²tbol", declar¨® al peri¨®dico The Guardian, el pasado diciembre. "Cada vez que puedo me voy a Trappes. All¨ª est¨¢ la vida real. Aqu¨ª entreno y duermo. Aqu¨ª me aburro". Su tendencia a enclaustrarse y su car¨¢cter evasivo contrastan con una seguridad en s¨ª mismo y una autoexigencia descomunales. Se march¨® del Par¨ªs Saint Germain afirmando en p¨²blico que ¨¦l era mejor que los delanteros titulares, Loko y Dely Vald¨¦s, y que sin embargo no jugaba, "lo que resulta una estupidez". Pero en su primera temporada en Londres s¨®lo disput¨® cuatro partidos y no marc¨®. En la siguiente, anot¨® 6 goles en 26 partidos de Liga. Fue decisivo en la final de Copa de 1997 que gan¨® el Arsenal ante el Newcastle, marcando los dos goles de su equipo, en Wembley. Y en la temporada 98-99 despeg¨® con 17 goles en 37 partidos de Liga. Su puesto en la selecci¨®n absoluta de Francia tambi¨¦n se consolid¨® tras el mundial. En Wembley, una vez m¨¢s, ante Inglaterra (0-2), y a sus 19 a?os. Meti¨® dos goles memorables, burlando a sus compa?eros de equipo -Adams, Keown y Dixon- en febrero. Lo hizo a su manera, mejor partiendo desde fuera del ¨¢rea que en espacios reducidos, recortando, siguiendo la trayectoria del pase con un galope fulminante y disparando a toda velocidad, a colocar. Zidane juzg¨® con una sentencia su actuaci¨®n: "Nicolas ya puede considerarse el delantero centro titular de la selecci¨®n francesa".
Extremadamente t¨ªmido y desconfiado por naturaleza, se especula con que su infancia, con la polic¨ªa permanentemente acechando a los inmigrantes de color, en un barrio ¨¢spero de edificios mon¨®tonos, defini¨® su incredulidad. En Londres pas¨® por un ser humano enigm¨¢tico que nunca sonre¨ªa. Tampoco celebraba los goles. Hu¨ªa de la prensa y denunciaba que lo persegu¨ªan hasta en el jard¨ªn de su casa. Lo tildaron de paranoico. Daba la imagen de un tipo solitario, que entrenaba y se montaba en su Mercedes Cabriolet para regresar a casa junto con su inseparable hermano Claude. All¨ª ejercitaba el mayor divertimento que se le conoce fuera del f¨²tbol: se sumerg¨ªa en la PlayStation, un aparato de v¨ªdeojuegos.
Al terminar la ¨²ltima temporada, la Asosiaci¨®n de Futbolistas Profesionales de Inglaterra le concedi¨® un premio tradicional: "revelaci¨®n" de la temporada. El ruido y las luces de la fiesta, la convocatoria de sus propios colegas, los elogios, no fueron capaces de atraerle. No mostr¨® ni un gesto de agradecimiento, no dio se?ales de alegr¨ªa. Anelka no soportaba Londres y lo dec¨ªa cada vez con m¨¢s claridad; sin dar demasiados argumentos. La noche en que los propios futbolistas celebraron su fiesta, para entregarle un premio para el que lo hab¨ªan votado, Anelka no acudi¨®. Dicen que mientras la ceremonia se celebrada en su honor, ¨¦l tomaba una cerveza, junto a su hermano, en un pub.
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