Indonesia, primer acto
Con la proclamaci¨®n, dos meses despu¨¦s, de los resultados de las primeras elecciones democr¨¢ticas indonesias en dos generaciones comienza la parte m¨¢s dif¨ªcil del proyecto de renovaci¨®n en que est¨¢ inmerso el archipi¨¦lago que durante 32 a?os fue la finca del dictador Suharto. El presidente Habibie ha tenido que salir a la palestra y saltarse a la Comisi¨®n Electoral para declarar oficiales unos resultados ya conocidos por todos: 34% para el partido opositor de Megawati Sukarnoputri, hija del "padre de la independencia", y 22% para el gobernante Golkar. La negativa de los partidos peque?os a refrendar los resultados de los comicios, por sentir amenazada su supervivencia, hab¨ªa llevado a un callej¨®n sin salida a la Comisi¨®n Electoral, carente del qu¨®rum para oficializar los resultados del 7 de junio. Estas semanas de par¨¢lisis han sumergido los mercados financieros indonesios y colocado pol¨ªticamente al pairo al cuarto pa¨ªs m¨¢s poblado del mundo. Las elecciones generales de junio han sido meramente un primer paso en el proceloso camino de reconstrucci¨®n indonesio. A la postre, el molde de la balbuciente democracia asi¨¢tica est¨¢ vaciado por quienes dirigieron el pa¨ªs como su feudo. El resultado de las urnas no decide qui¨¦n formar¨¢ el pr¨®ximo Gobierno, tarea exclusiva de un presidente al que la Constituci¨®n otorga plenos poderes ejecutivos. Ni siquiera se conoce la traslaci¨®n a esca?os parlamentarios de los resultados anunciados ayer por Habibie, aunque s¨ª que ninguna de las dos formaciones principales podr¨¢ dirigir una clara mayor¨ªa. Simplemente ha quedado expedita la v¨ªa para que en noviembre un colegio electoral ampliado -la denominada Asamblea Consultiva del Pueblo, m¨¢ximo ¨®rgano legislativo- designe al presidente de la naci¨®n. En esta parte crucial del juego, la pugna sigue abierta entre la vencedora Sukarnoputri -de l¨ªnea conservadora, pero que se presenta como una clara ruptura con un pasado corrupto y desacreditado- y el actual presidente, Habibie, protegido de Suharto, jefe del Golkar y bien conectado con las organizaciones isl¨¢micas. Los indonesios han elegido 462 diputados de un Parlamento de 500. El resto ser¨¢n militares. Pero el colegio electoral presidencial que se reunir¨¢ en noviembre consta de 700 miembros, y los otros 200 saldr¨¢n de las asambleas provinciales y de organizaciones diversas. Una de las pocas cosas que unen a muchos indonesios es su desprecio por el movimiento que encarna los peores excesos de Suharto. Y temen que esos 200 esca?os adicionales, poco controlables con arreglo a la ortodoxia democr¨¢tica, acaben dando finalmente a su heredero pol¨ªtico Habibie los poderes que las urnas le han negado. El avance hacia la democracia en Indonesia pasa casi inexcusablemente por la relegaci¨®n del vencido Golkar, el movimiento creado por Suharto y acostumbrado durante d¨¦cadas a hacer y deshacer a su antojo. Las reglas del juego democr¨¢tico exigen que Sukarnoputri tenga la oportunidad de dirigir el Estado. Pero todo sugiere que la hija de Sukarno, a la que por mujer se oponen numerosos grupos musulmanes en el pa¨ªs de mayor poblaci¨®n de este credo del planeta, no podr¨¢ alcanzar la presidencia sin el apoyo de los militares que manda el general Wiranto, la todopoderosa columna vertebral del sistema y el viejo orden. En los meses cruciales que se avecinan -con refer¨¦ndum sobre el futuro de Timor Oriental incluido-, los indonesios necesitar¨¢n mantener la cabeza fr¨ªa y hacer acopio de buen sentido para conseguir un Gobierno estable, que pueda aplicarse a reconstruir la devastada econom¨ªa del pa¨ªs y cerrar las graves heridas abiertas por la pobreza y las rivalidades ¨¦tnicas y religiosas. De que los protagonistas del cambio est¨¦n a la altura de las circunstancias depende la consolidaci¨®n o no del experimento democr¨¢tico que comenz¨® hace poco m¨¢s de un a?o con la ca¨ªda de Suharto.
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