?C¨®mo es posible eso?
LUIS DANIEL IZPIZUA Hay citas que dan solidez a un libro, y hay libros que convierten las citas de que se atiborran en insustanciales. Esa barah¨²nda de citas no s¨®lo suele plasmar un estilo, sino que forma parte de lo que se ha dado en llamar el contenido de la forma. Y cuando el contenido no est¨¢ claro, el resultado es una ceremonia de la confusi¨®n de la que s¨®lo queda a salvo el autor. Algo as¨ª ocurre con Enemigos, no hay enemigo, de Joseba Zulaika. Algo as¨ª y algo m¨¢s, pues en este libro con marcha de metr¨®nomo (del tic al tac y vuelta) acaba confusamente sabi¨¦ndose lo que el autor no quiere o no se atreve a saber. No hay duda de que el autor existe, pero existen m¨¢s cosas. A Zulaika le gusta la aproximaci¨®n gen¨¦rica a los hechos. Un acontecimiento puede ser vivido, y descrito, como tragedia, como parodia, como romance. No es posible que la expresi¨®n, o la descripci¨®n, de un hecho, se ajuste a ¨¦ste de tal modo que podamos asegurar que ¨¦sa es la verdadera y ¨²nica que lo define, de ah¨ª que lo que hagamos sean aproximaciones gen¨¦ricas, o ret¨®ricas, todas igualmente convincentes. El postulado parece aceptable, pero tiene sus pegas. As¨ª, en La tragedia de Carlos, art¨ªculo que trata de un tema fundamental en su producci¨®n, y que se repite a lo largo del libro, Zulaika har¨¢ una aproximaci¨®n ir¨®nica a su objeto de estudio. Carlos era un ciudadano de Itziar, acusado de chivato y asesinado por ETA. A la pregunta de los convecinos, "pero ?c¨®mo es posible eso?", Zulaika intentar¨¢ darle respuesta, para lo que realizar¨¢ in situ un trabajo etnogr¨¢fico. Se valdr¨¢ para ello del trabajo de R. Redfield, La tragedia de H¨¦ctor, en la que este autor analiza la Iliada vali¨¦ndose de las categor¨ªas de la ¨¦poca en que fue escrita. Conclusi¨®n: "Esta pregunta permite contemplar la reciente historia pol¨ªtica de Itziar como la representaci¨®n ritual de una tragedia". Int¨¦rpretes de la misma, en una comparaci¨®n m¨¢s que forzada: Mart¨ªn-Aquiles, el h¨¦roe-villano abertzale, y Carlos-H¨¦ctor, el chivato. Se le escapa al ret¨®rico que la pregunta, ?c¨®mo es posible esto?, es una pregunta ret¨®rica, que no s¨®lo no exige respuesta, sino que la rechaza; se?ala la naturaleza del horror, de lo que no debe ser, sin m¨¢s, y ser¨¢n las explicaciones las que funden el ritual all¨ª donde debiera funcionar la ley. Pero hay una diferencia fundamental entre el trabajo de Redfield y el de Zulaika. El primero trata sobre un libro, una ficci¨®n, una elaboraci¨®n de algo, fuera real o no. El segundo trata sobre acontecimientos reales, a¨²n no elaborados, y es m¨¢s, que se resisten a serlo. En este segundo caso, la tarea del antrop¨®logo consistir¨¢ en elegir el enfoque ret¨®rico adecuado y elaborar primero la ficci¨®n. Ocurre, sin embargo, que de esta forma el antrop¨®logo se convierte en autor de la obra y analista al mismo tiempo de ella. De la forma en que el analista intervendr¨¢ en la elaboraci¨®n de la trama, que construye una realidad que es adem¨¢s una alegor¨ªa del conflicto vasco, ser¨¢n jueces los propios protagonistas de la peripecia, quienes al parecer no se reconocieron en la ficci¨®n. Pero qu¨¦ m¨¢s da, si todo es una ficci¨®n y el antrop¨®logo un impostor, tal como nos declara el propio Zulaika. Claro que, hay imposturas e imposturas, ficciones y ficciones, y si de lo que se trata es de hacer literatura, no la camuflemos, llam¨¢ndola Antropolog¨ªa y ocupando el lugar de Dios. Pues el autor literario cre¨® la ficci¨®n, y Dios cre¨® el mundo. Y he aqu¨ª que ahora viene el antrop¨®logo a decirnos que al crear la ficci¨®n ha creado el mundo. Autor de lo real y analista de su obra, sin duda puede dormir satisfecho. Pero a¨²n hay m¨¢s, pues el antrop¨®logo -?tambi¨¦n el pol¨ªtico, del que el primero vendr¨ªa a ser su hip¨®stasis?- ha de estar en todas las partes del conflicto. Veamos c¨®mo. El conflicto de Itziar enfrenta al h¨¦roe-villano abertzale y al chivato. Hay que conocer a los dos. Claro que, "la inhumanidad atribuida a Carlos era una condici¨®n para que sus ejecutores se convirtieran en h¨¦roes patri¨®ticos. Su muerte ven¨ªa exigida por la trama pol¨ªtica de Itziar". En esa trama, sin embargo, el chivato necesario queda solo y cad¨¢ver. No es de los nuestros, pertenece a los otros, por m¨¢s que sea inocente o no mereciera esa muerte. Estar con el chivato es estar con el triunfo de la comunidad que articula el h¨¦roe. Aunque ¨¦ste haya cometido un error, tambi¨¦n necesario. En esta met¨¢fora del conflicto vasco, las partes en liza son la comunidad del h¨¦roe por un lado y el chivato por otro: lo que no es abertzale, es chivato. Error por error, el chivato nunca ser¨¢ h¨¦roe de nadie, aunque sea necesario, tan necesario como su desaparici¨®n. Su falsaci¨®n tampoco falsear¨¢ al h¨¦roe ni a la comunidad que lo ensalza. En esta po¨¦tica heroica, que se olvida por ejemplo del miedo, que se olvida de la retradicionalizaci¨®n como veh¨ªculo del contagio, el antrop¨®logo acaricia con mano de seda a una de las partes, en este caso la v¨ªctima, para entregarlo en pleno beso a la parte de enfrente. La t¨¢ctica se usa a lo largo de todo el libro. ?l, el antrop¨®logo, queda a salvo. Despu¨¦s, se sienta a esperar los aplausos.
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