Mahler aguanta bien el "free-jazz"
En el Festival de Salzburgo conviven las m¨²sicas m¨¢s dispares. Las propuestas m¨¢s radicales vienen del ciclo Zeitfluss (el r¨ªo del tiempo), donde tienen cabida los espect¨¢culos m¨¢s ins¨®litos y en los lugares m¨¢s sorprendentes. Mientras, el compositor cubano George L¨®pez llev¨® su experimentaci¨®n sonora a un paisaje de monta?a, a 2.200 metros de altura, una obra de Uri Caine llev¨® hasta Mahler el free jazz.
Entre las presencias incondicionales este a?o est¨¢ la de Bruno Ganz. Hay tambi¨¦n espect¨¢culos multimedia o m¨²sicas de Cage, Battistelli y Sciarrino, entre otras. Anteayer, en un abarrotado patio de la Residencia se celebr¨® uno de los conciertos que, a priori, hab¨ªa levantado m¨¢s expectaci¨®n: Urlicht, una obra de Uri Caine a partir de la m¨²sica de Mahler, para voz, viol¨ªn, contrabajo, clarinete, trompeta, bater¨ªa, piano y mesa de mezclas. El concepto de "r¨ªo del tiempo" se ajustaba perfectamente a una invitaci¨®n como ¨¦sta.Caine utiliza temas de las sinfon¨ªas primera, segunda y quinta de Mahler, as¨ª como de La canci¨®n de la tierra o del ciclo de canciones Des Knaben Wunderhorn. Sobre los motivos mahlerianos, perfectamente reconocibles, los m¨²sicos (estupendos, por cierto) se lanzaron a unas variaciones que ten¨ªan mucho de free-jazz, pero tambi¨¦n de hard-bop, soul y hasta de m¨²sica electr¨®nica. A veces hay combinaciones de varios temas, liderados por diferentes instrumentos, aunque sin caer nunca en el caos. El experimento es muy curioso, tal vez porque la m¨²sica de Mahler soporta perfectamente el desaf¨ªo y este tipo de modernidad. Fueron muy celebradas algunas intervenciones solistas (especialmente las de la clarinetista Don Byron y tambi¨¦n las del trompetista Ralph Alessi), o las del d¨²o contrabajo-bater¨ªa. Salzburgo tiene cierta vinculaci¨®n al mundo del jazz durante todo el a?o y el concierto se vivi¨® en su salsa, vitore¨¢ndose las diferentes improvisaciones. Asisti¨® p¨²blico de todas las edades y todos los aspectos. Hubo pocas deserciones y un cierto desencanto con la falta de integraci¨®n de la voz en el discurso musical central.
Sorprendente fue, asimismo, el recital de m¨²sica electr¨®nica o de experimentaci¨®n espacial-cerebral de Alvin Lucier el d¨ªa anterior, con la colaboraci¨®n al tri¨¢ngulo amplificado y otras lindezas de Robyn Schulkowsky, un concierto m¨¢s en la l¨ªnea del off-off y con una importancia determinante del factor instalaci¨®n. Despu¨¦s de las manipulaciones del sonido m¨¢s sorprendentes, la exhibici¨®n termin¨® con una versi¨®n sui generis de Strawberry fields forever, primero sobre un piano, al que se hab¨ªan a?adido un grabador de cinta y un sistema miniatura de sonido, y despu¨¦s sobre una tetera de la que sal¨ªan las notas m¨¢s o menos voluminosas seg¨²n la apertura de la tapa o sus orientaciones. Fue un gui?o de humor muy celebrado.
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