S¨¢dicos, ez
Al llegar al ¨²ltimo de los t¨²neles que dan acceso a San Sebasti¨¢n se puede ver en su frontispicio una enorme pintada que dice: "Taurinos s¨¢dicos".Ya empezamos.
Algunos grupos ecologistas y diversas gentes de bien donostiarras no est¨¢n por los toros, evidentemente.
Distinto es que a quienes s¨ª lo est¨¢n les llamen s¨¢dicos.
Cerca del coso de Illumbe hab¨ªa un grupito de j¨®venes pac¨ªficos mostrando una pancarta que pon¨ªa escuetamente: "Corridas de toros, ez" (o sea, no); con lo cual ez se met¨ªan con nadie.
Y empez¨® la feria sin mayor novedad. Y el p¨²blico de la llamada corrida de rejones s¨ª lo pas¨® en grande. Caballazos arriba o abajo, toreo de seda o de percal, entusiasm¨® todo, y ¨²nicamente la torpeza de Paco Ojeda para banderillear al sexto toro suscit¨® algunas protestas.
Moura / Hern¨¢ndez, Hermoso, Ojeda Toros exageradamente despuntados para rejoneo de Juan Antonio Romao de Moura, algunos mansos, manejables
Leonardo Hern¨¢ndez: pasada sin clavar, rej¨®n atravesado en la tripa y otro trasero (vuelta por su cuenta); rej¨®n atravesado muy trasero, pinchazo, rueda de peones y rej¨®n en lo alto (vuelta por su cuenta). Pablo Hermoso de Mendoza: rej¨®n atravesado trasero (oreja); rej¨®n delantero bajo (oreja). Paco Ojeda: pinchazo atravesad¨ªsimo en la paletilla, rej¨®n trasero a la media vuelta y rueda de peones que tira al toro (silencio); pasada sin clavar, rej¨®n contrario baj¨ªsimo y otro atravesado (vuelta por su cuenta). Plaza de Illumbe, 8 de agosto. 1? corrida de feria. Cerca del lleno.
La verdad es que Paco Ojeda estuvo hecho un desastre en ese tercio. Al pasar sin clavar, el toro de poco lo entrampilla contra las tablas, y menos mal que que se apresur¨® a intervenir un pe¨®n e hizo el quite. La siguiente pasada hubo de resolverla huyendo a galope tendido.
El toro era querencioso a tablas aunque no se pegaba a ellas y Paco Ojeda lo merodeaba con intenci¨®n de provocar su embestida pero lo ¨²nico que provocaba era que el caballo se le fuera del mando y trotara a m¨¢s seguros pagos. Una banderilla prendida donde cayera y otra en la modalidad del violin no suscitaron los habituales entusiasmos del p¨²blico. Se ve que ya estaba cansado de tanta cabalgada y tanto saludo sombrero en mano. Lo cual no impidi¨® que, muerto malamente el toro, Paco Ojeda se diera una vuelta al ruedo por su cuenta.
No fue Ojeda el ¨²nico en esto de las vueltas por su cuenta. Leonardo Hern¨¢ndez dio dos y se qued¨® tan ancho. En cuanto se le mor¨ªa el toro, echaba pie a tierra, apretaba a correr al centro del redondel, alzaba los brazos como celebrando una victoria p¨ªrrica, corr¨ªa hacia el patio de cuadrillas donde ya se hab¨ªa ido mansamente el caballo, lo montaba de nuevo, aparec¨ªa dando caballazos y muestras de doma excelsa -un piafar, un trotecillo lateral, un moh¨ªn-,saludaba a todo el mundo, al presidente varias veces, y todo para calentar el cotarro y que cayera la oreja. Pero la oreja no cay¨® y aprovechando que estaba caballero de brioso corcel, daba la vuelta al ruedo por su cuenta.
Qu¨¦ tendr¨¢ que ver todo eso con el arte de Marialba, se preguntan -de consuno- la afici¨®n conspicua y el sentido com¨²n. En lo que llaman rejonear (rejonear-rejonear; enti¨¦ndase) Lonardo Hern¨¢ndez hab¨ªa estado aseado, templ¨® embestidas cabalgando a dos pistas e hizo bien algunas reuniones. En cambio los toros le alcanzaban las cabalgaduras y el cuarto, al salir de una reuni¨®n, alcanz¨® al equino y le peg¨® tantas cornadas que pudo descuartizarlo. Y, sin embargo, ante la general sorpresa, no le cal¨® ni una.
Tambi¨¦n los toros le toparon los caballos a Pablo Hermoso de Mendoza -uno result¨® lesionado- y esto ya parecem¨¢s grave pues si se habla de toreo ecuestre Pablo Hermoso de Mendoza es el paradigma. A su primer toro le clav¨® los dos rejones de castigo mediante sendos quiebros sensacionales. Y luego banderill¨® con maestr¨ªa si bien los palos le quedaban excesivamente bajos. En el quinto toro se mostr¨® Hermoso menos brillante y eficaz (menos inspirado y seguro) lo que no le impidi¨® cortar la oreja. Dos se llev¨® en total y fue el triunfador de la tarde.
Otro triunfo lo alcanz¨® el propio coso. Acababa la corrida cuando empez¨® a chispear, en un pis-p¨¢s cerraron la cubierta y -?oh maravilla!- no nos mojamos. Claro que, a cambio, hab¨ªamos pasado la tarde padeciendo un calor espeso, aguantando el ruido propio de los locales cerrados, la banda que atronaba siempre el mismo pasodoble, oliendo a vaca... En fin, que nunca llueve a gusto de todos; taurinos y ez taurinos.
Babelia
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