Culturalmente americano IGNACIO VIDAL-FOLCH
Recientemente Taurus ha publicado La verdad sobre todo, un t¨ªtulo poco modesto de un fil¨®sofo que a la hora de definir su profesi¨®n vacila antes de definirse: "Escritor... mejor dicho, ahora soy un poco escritor". Hasta hace poco tiempo Matthew Stewart ten¨ªa otra profesi¨®n muy alejada de las letras: consultor de direcci¨®n de grandes empresas. Hijo de una barcelonesa, pas¨® desde peque?o temporadas veraniegas en Barcelona, estudi¨® filosof¨ªa en Estados Unidos e Inglaterra y luego, disgustado con "la sequedad del mundo acad¨¦mico, con el que tuve conflictos intelectuales", se puso a trabajar como consultor en Nueva York. Este empleo le brind¨® una posibilidad de instalarse temporalmente en Barcelona y no la dej¨® pasar. "Quer¨ªa establecer un contacto con el mundo material. Ya lo he tenido y ahora me he puesto a escribir", dice. De los veranos de la infancia recuerda el ambiente espeso de una ciudad en el franquismo, "cuando la lengua catalana estaba reprimida, las mujeres se comportaban de otra forma... El cambio desde entonces ha sido enorme, y creo que ahora empezaremos a asistir a otro cambio, que empieza un nuevo ciclo". "En total he pasado en Barcelona entre cuatro y cinco a?os, lo que hace un 12 por ciento de mi vida", a?ade con precisi¨®n t¨¦cnica. Ahora vive en un piso tradicional del Ensanche, adonde llega puntualmente la prensa de ultramar a la que sigue suscrito. "Adem¨¢s de los contactos sociales, de esta ciudad me atrae una combinaci¨®n de beneficios muy obvios: es de un tama?o encantador, ni demasiado grande ni demasiado peque?a; ofrece toda la variedad de la vida urbana, sin los agobios y el estr¨¦s de otras ciudades; adem¨¢s el mar est¨¢ cerca, el clima es suave, los alrededores son agradables, con las costas y los Pirineos... Todo eso conforma un estilo de vida, una cultura con un ritmo de vida especial y donde a cosas como el rito social de la comida, se les da bastante importancia". Al margen de estas atracciones, lo que a Stewart le agrada especialmente de Barcelona -y, por extensi¨®n, de la vida europea- es que "aqu¨ª no se da una divisi¨®n tan fuerte, una escisi¨®n tan marcada entre lo que es la vida acad¨¦mica y la vida popular, la vida de la calle. En Estados Unidos, todo lo que es el mundo del conocimiento y la filosof¨ªa le parece a la mayor¨ªa de la gente un complejo de materias esot¨¦ricas, sin influencia, consecuencias ni inter¨¦s para la vida de cada d¨ªa. La gente del pueblo no tiene ning¨²n inter¨¦s en escuchar lo que digan las figuras de la cultura, y ¨¦stas, a su vez, viven recluidas en su propio circuito". Aqu¨ª, por el contrario, "hay muchas figuras de la filosof¨ªa que tambi¨¦n son hasta cierto punto populares, sin que ello implique que se hayan tenido que rebajar a lo banal". Por ejemplo, Savater, Tr¨ªas, Rubert de Vent¨®s. Stewart, que se define como "culturalmente americano", encuentra Catalu?a confortable: "Ese t¨®pico de que esto es el Norte del Sur y el Sur del Norte responde a una realidad; para un americano como yo, la "Espa?a profunda" quiz¨¢ puede resultar un poco demasiado profunda, y en cuanto cruzas hacia el Norte, hacia el Rossell¨® y la Provenza, ya notas que all¨ª tampoco se encuentra tan arraigada esta cultura del carpe diem, del vivir bien. No me parece que sea cierto eso de que los catalanes son gente cerrada; yo por lo menos los encuentro bastante abiertos y comunicativos". No todo son maravillas, claro, y entre lo que Stewart encuentra menos interesante est¨¢ la cultura oficial, que le parece claramente provincialista y superficial, "aunque quiz¨¢ no pod¨ªa ser de otra manera, dadas las circunstancias hist¨®ricas". Qu¨¦ significa eso de ser "culturalmente americano?": "Significa orientarse m¨¢s hacia el futuro que hacia el pasado; ser m¨¢s pragm¨¢tico que idealista; preocuparse m¨¢s de c¨®mo se puede hacer una cosa que de c¨®mo se hac¨ªa antes. Y a nivel personal, m¨¢s la obertura que la cerraz¨®n, y empezar las relaciones personales creyendo que el otro es por definici¨®n interesante... aunque al cabo de cinco minutos cambies de opini¨®n". Por eso le resulta "muy curioso y agradable" el enraizamiento de la gente a su lugar de origen y la solidez de las relaciones: "Aqu¨ª, aunque el entorno econ¨®mico cambie a peor, la relaci¨®n con la gente no cambia. A muchos no les entra en la cabeza la posibilidad de cambiar de sitio; en Estados Unidos sucede exactamente lo contrario: si te quedas en tu ciudad es que te has quedado rezagado. Por ejemplo, el 80 por ciento de mis conocidos de Nueva York proceden de otros sitios". Aunque no tiene planes fijos sobre su futuro, Stewart cuenta con seguir viviendo por lo menos una larga temporada en Barcelona, y, en el futuro, "vaya a donde vaya, siempre tendr¨¦ aqu¨ª una base". Desde esa base, mientras redacta su segundo libro, asistir¨¢ a un proceso que le parece interesante: el de la entrada de la vida pol¨ªtica espa?ola y catalana en un ciclo de "primera madurez" tras haber concluido otro ciclo que define como el de la juventud: "Aproximadamente cada veinte a?os la historia coagula en unos puntos de inflexi¨®n en los que la sociedad puede elegir seguir uno de dos caminos. Creo que estamos llegando, o hemos llegado, a uno de esos puntos de inflexi¨®n, y que en los pr¨®ximos a?os Espa?a y Catalu?a van a cambiar mucho", dice. "Desde luego, ya lo hab¨ªan hecho en las ¨²ltimas d¨¦cadas, pero los cambios operados hasta ahora han sido de car¨¢cter reactivo, de protecci¨®n de un espacio en peligro para permitir que en ¨¦l floreciese algo. Los cambios futuros ser¨¢n de car¨¢cter activo". En cuanto a Catalu?a, "decidir¨¢ si quiere ser una cultura de "pagesos y botiguers", o un centro de influencias e interacciones de car¨¢cter mundial".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.