Yeltsin alimenta las sospechas de perpetuarse en el poder al acelerar la uni¨®n con Bielorrusia
?A qu¨¦ viene tanta prisa por acelerar la uni¨®n con Bielorrusia? ?sa es la gran pregunta que Bor¨ªs Yeltsin deja flotando en el ambiente. El gran impulsor de la perestroika, Mija¨ªl Gorbachov, tiene una respuesta que comparten muchos analistas: el presidente ruso utilizar¨ªa esta uni¨®n para aplazar las elecciones presidenciales de julio del 2000 y seguir en el Kremlin m¨¢s all¨¢ de su segundo y te¨®ricamente ¨²ltimo mandato constitucional. La "creaci¨®n de un nuevo Estado unificado" se presentar¨¢, a?ade, como una iniciativa al servicio del inter¨¦s general y sin relaci¨®n con el calendario pol¨ªtico.
En una entrevista concedida recientemente al director del diario Izvestia, Yeltsin prometi¨® entregar el poder "con el coraz¨®n ligero" a quien lo gane limpiamente en las urnas. Eso no elimin¨® las especulaciones de que ¨¦l mismo y su corte, a la que se conoce como La Familia, estudian c¨®mo evitar rendir cuentas, m¨¢s all¨¢ del fin del mandato presidencial, por los excesos de los ¨²ltimos a?os. Si los Berezovski, Abram¨®vich, Yum¨¢shev, Vol¨®shin y Diachenko no encuentran a un sucesor que les garantice la continuidad del actual estado de cosas, probablemente busquen otra salida.Entre los pretextos que el Kremlin podr¨ªa esgrimir para alterar el calendario electoral (que incluye las legislativas de diciembre), se citan la actual crisis en el C¨¢ucaso, que "obligar¨ªa" a imponer el Estado de emergencia, y la disoluci¨®n del partido comunista aprovechando las protestas populares que pudiese causar la retirada, cada vez m¨¢s probable, de la momia de Lenin de la plaza Roja. El partido de Guennadi Ziug¨¢nov tiene la mosca tras la oreja.
Pero es la aceleraci¨®n del proceso de uni¨®n de dos de los tres pa¨ªses eslavos de la antigua URSS (el otro es Ucrania) la que centra ahora las sospechas. Antes de su fulminante destituci¨®n, el ahora ex primer ministro ruso, Sergu¨¦i Stepashin, se reuni¨® con su hom¨®logo bielorruso, Sergu¨¦i Ling, y con el propio Yeltsin, que le hizo preparar con urgencia el proyecto de tratado, de forma que estuviera listo en oto?o.
Resucitar la URSS
Al presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, considerado un dictador por la oposici¨®n y buena parte de la comunidad internacional, le gustar¨ªa resucitar la URSS. "Desgraciadamente", asegura, "ahora es imposible". Por eso se conformar¨ªa con una "poderosa asociaci¨®n con la que Occidente tendr¨ªa que contar". Esto suena a m¨²sica celestial a los o¨ªdos comunistas, que no dejan de lamentarse de la desintegraci¨®n del imperio sovi¨¦tico. Sus reticencias se justifican en el temor a que el Estado resultante se dote de una Constituci¨®n que permita a Yeltsin quedar al frente de la nueva entidad. Algo parecido a lo que hizo Milosevic al dejar la presidencia de Serbia. Lukashenko lleg¨® a amenazar con alejarse de Rusia y estrechar sus lazos con la UE si se dejaba morir de inanici¨®n el proceso de uni¨®n, pero ¨¦se no parece ser el motivo real del nuevo impulso que se ha dado al proceso. El matrimonio no podr¨ªa ser m¨¢s desigual: no s¨®lo por el abismo en cuanto a extensi¨®n territorial (85 a 1, a favor de Rusia) y de poblaci¨®n (15 a 1), sino por las tremendas diferencias en la situaci¨®n econ¨®mica y el r¨¦gimen pol¨ªtico. Pese a su crisis global, Rusia parece casi una democracia consolidada y de econom¨ªa floreciente, si se la compara con su vecino. Lukashenko organiz¨® en 1996 un refer¨¦ndum, cuya legitimidad no reconoci¨® ni la oposici¨®n ni Occidente, para reformar la Constituci¨®n y regalarse dos a?os extra como presidente, hasta el 2001. Su mandato inicial deb¨ªa haber concluido el pasado 20 de julio. Las fuerzas opositoras salieron a la calle para proclamar que, desde ese momento y hasta que hubiese nuevas elecciones, el poder legal reca¨ªa en manos de quien estaba al frente del Parlamento en 1996: Stanislav Sharetski. Lukashenko no hizo caso ni a las protestas populares ni a la decisi¨®n estadounidense de dejar de reconocerle como presidente legal. Su polic¨ªa practic¨® unas cuantas detenciones, y Sharetski, para no correr la misma suerte, huy¨® a Lituania.Bielorrusia est¨¢ de acuerdo en aceptar como moneda com¨²n el rublo ruso, aunque ser¨ªa necesaria una transici¨®n de al menos ocho a?os para superar los actuales desequilibrios, derivados de que Minsk aplica todav¨ªa un modelo de econom¨ªa planificada inspirado en la antigua URSS, y que deber¨ªa desmantelarse. Lo que queda al l¨ªmite de la utop¨ªa es que Yugoslavia se incorpore a la uni¨®n. Sigue habiendo gestos, pero sin posibilidades reales de llevar a nada concreto. Hace unos d¨ªas, por ejemplo, se reunieron en Belgrado parlamentarios rusos, bielorrusos y yugoslavos, y crearon una comisi¨®n conjunta para preparar la uni¨®n.
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