Bajan los medicamentos
A partir del 15 de septiembre, los medicamentos que se financian con cargo a la Seguridad Social costar¨¢n entre un 4,6% y un 10% menos que ahora. La medida permitir¨¢ ahorrar al erario p¨²blico unos 52.400 millones de pesetas anuales, alrededor del 5% del presupuesto de farmacia, que el pr¨®ximo a?o superar¨¢ ya con creces el bill¨®n de pesetas.La decisi¨®n del Gobierno de imponer por decreto una reducci¨®n en el precio de los f¨¢rmacos de financiaci¨®n p¨²blica ha sido acogida con gran indignaci¨®n por la industria farmac¨¦utica, y no s¨®lo porque afecta a sus beneficios, sino tambi¨¦n porque el anuncio de decreto supone la derrota de sus representantes en el pulso que hab¨ªan lanzado contra el Ejecutivo para frenar las medidas de contenci¨®n del gasto. Es comprensible que las empresas defiendan sus intereses econ¨®micos, pero tambi¨¦n lo es que la colectividad, en este caso representada por el Gobierno, vele por los suyos. La industria farmac¨¦utica tiene un mercado asegurado y un gran cliente, la Seguridad Social, que garantiza la cobertura econ¨®mica de toda la prescripci¨®n farmac¨¦utica p¨²blica. No deber¨ªa la industria rasgarse las vestiduras si ese cliente tan fiel y tan solvente aplica un principio tan utilizado en el libre mercado como es el de imponer ciertas contrapartidas -en este caso, una reducci¨®n en el precio- al proveedor del cual es el principal comprador. Igual que hace, con mucho menor volumen de compra, cualquier gran superficie a sus suministradores.
Pero no deber¨ªa ser ¨¦ste el centro del debate, porque en materia de medicamentos queda mucho que discutir todav¨ªa. Para empezar, no es l¨®gico que Espa?a sea el pa¨ªs que mayor proporci¨®n del gasto sanitario p¨²blico destina a la partida de farmacia. Concretamente, el 22,7% del total del gasto sanitario, seg¨²n datos de 1997, un porcentaje muy alejado del que ese mismo a?o presentaba en pa¨ªses como Francia (13%), Alemania (11,8%) Reino Unido (12%) o Italia (10,7%).
Aunque en los ¨²ltimos a?os se ha contenido el ritmo fuertemente acelerado del gasto farmac¨¦utico, el actual ejercicio se cerrar¨¢ a¨²n con un aumento superior al 10%. Un crecimiento de esta magnitud no es sostenible, y no se justifica s¨®lo por el envejecimiento de la poblaci¨®n o el aumento de las necesidades sanitarias. La exclusi¨®n de determinados medicamentos de la financiaci¨®n p¨²blica -a trav¨¦s del denostado medicamentazo- ha logrado algunos ahorros, pero, paralelamente, se ha incrementado de forma espectacular el precio medio por receta porque los medicamentos que se prescriben son cada vez m¨¢s caros. Tampoco es razonable que la pol¨ªtica de gen¨¦ricos, que podr¨ªa ser un instrumento muy eficaz de contenci¨®n del gasto, encuentre tantas resistencias.
En Espa?a, la venta de gen¨¦ricos - medicamentos que contienen el mismo principio activo que el equivalente de marca, pero son m¨¢s baratos por haber caducado la patente- apenas alcanza el 1,3% de las ventas totales, cuando en Alemania representa el 16% y en Dinamarca alcanza el 22%. Estas diferencias en el gasto farmac¨¦utico obedecen a factores que no se corregir¨¢n ¨²nicamente con recortes en el precio de los medicamentos, porque son consecuencia de disfunciones que no s¨®lo afectan al bolsillo de los ciudadanos, sino tambi¨¦n a su salud. Es evidente que en Espa?a se recurre al talonario de recetas con mucha m¨¢s frecuencia de lo necesario, y que no siempre la prescripci¨®n es la m¨¢s correcta. Existen algunos indicadores alarmantes. Dos ejemplos: en 10 a?os se ha triplicado el consumo de antidepresivos, y las toneladas de antibi¨®ticos que consumimos han hecho que Espa?a sea el pa¨ªs con mayor ¨ªndice de resistencia a algunos de estos f¨¢rmacos. Una reciente evaluaci¨®n de la farmacopea encargada por el Gobierno franc¨¦s a un equipo de expertos ha puesto de manifiesto que una cuarta parte de las 1.100 especialidades farmac¨¦uticas analizadas no tiene eficacia demostrada. Para que se haya llegado a ese punto ha tenido que haber un grave descuido de las autoridades sanitarias. Algo similar ocurre en Espa?a. Diferentes estudios han demostrado que una parte de los medicamentos que se recetan, entre ellos algunos de los m¨¢s prescritos, son f¨¢rmacos de "bajo valor terap¨¦utico" o eficacia no demostrada. De todo ello, y no s¨®lo de precios, habr¨¢ que hablar en profundidad si se quiere lograr de una vez un uso racional de los medicamentos. Aunque afecte a intereses muy poderosos y consolidados.
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