Vacaciones laborales
Como le sucedi¨® el pasado verano con el encargo de un libreto para una ¨®pera sobre El Quijote que estrenar¨¢ el a?o que viene La Fura dels Baus con m¨²sica de Jos¨¦ Luis Turina, Justo Navarro (Granada , 1953) tambi¨¦n ha de trabajar este verano. Una novela le tiene sorbido el seso y por ella mantiene el orden preciso de un malabarista. "He modelado el tiempo a mis necesidades, me considero afortunado por ello. No tengo man¨ªas. Pero la verdad es que hace mucho que no salgo; a fiestas no voy", parece disculparse. Lleva viviendo en la localidad costera y tur¨ªstica de Nerja, en un piso que da a la calle principal de la villa, desde el verano de 1993. Antes vivi¨® en Granada, M¨¢laga y Roma. "Llegu¨¦ aqu¨ª por casualidad. Ten¨ªa ganas de cambiar de aires", dice. S¨®lo algunos vecinos saben que escribe. Muy pocos conocen que el premio Herralde de Novela y el de la Cr¨ªtica lleva a?os firmando columnas de opini¨®n en EL PA?S y otros diarios nacionales, rese?as de novelas en Babelia y varias novelas de obligada lectura. Pero nadie le molesta con un "a ver si cuentas lo que pasa con el alcalde" y cosas as¨ª. En el restaurante La Marea, en la plaza de Cantarero, toma las ca?as frescas. Ah¨ª no es que sea conocido, es que tiene verdaderos amigos. Justo Navarro pasea hacia el viejo Acueducto del ?guila, que construy¨® el mismo maestro de obras que hizo la casa azul y blanca de La Marea. "Es lo ¨²nico especial que hago en verano". Son m¨¢s de las ocho y al sol ya se le ha pasado el berrinche. Es un paseo asequible, unos tres kil¨®metros en direcci¨®n a Almu?¨¦car y Almer¨ªa, parte del trayecto que siguieron miles de malague?os huidos cuando las tropas franquistas tomaron M¨¢laga. "Me gusta pasear con un objetivo. Te marcas el destino y en medio te puedes aventurar", aclara. Es un hombre ordenado. "Es mi trabajo: soy un profesional", bromea, recordando a un personaje de las novelas negras que tanto le gustan. En verano, a pesar de las advertencias de Pavese, hace lo que en invierno: trabaja y escribe. S¨®lo que empieza a hacerlo antes, por el calor. Luego baja al quiosco de Michelle e Isabel y compra varios peri¨®dicos. "Hay que desconfiar del hombre que lee un solo peri¨®dico", dice, aludiendo a esa cita de Pascal con respecto a los libros que le record¨® su amigo Jacobo Cortines. No lleva las libretas donde apunta emociones, ideas, poemas, letras de canciones como las que le gusta buscar en Internet: "Prefiero vivir primero, prestar los cinco sentidos a lo que haces y ves y luego escribirlo en casa. Cuando me han encargado entrevistas nunca he utilizado ni una grabadora ni un bloc de notas, me parece una desatenci¨®n estar escribiendo mientras alguien te habla". A la izquierda queda el ingenio azucarero abandonado de Maro con sus paredes de color rosa y la puerta de entrada a la porqueriza. Justo describe el reparto de las sombras y las luces en el paisaje. Tiene una caja de acuarelas, pero, sobre todo, escribe y escribe en sus diarios esos cambios de luces y sombras. "Me gusta mucho mirar la sierra de la Axarqu¨ªa, los montes son parecidos al mar: mudan de color seg¨²n las horas del d¨ªa y de forma, seg¨²n las estaciones del a?o. Tambi¨¦n necesito mirar el mar. No son dos cosas que se contrapongan: se miran de manera distinta despu¨¦s de haberlos visto juntos". De ni?o su padre lo llevaba, con sus cinco hermanos, a veranear cerca del mar a Castel de Ferro (entre Granada y Almer¨ªa), a una casa alquilada que llamaban la casa del Comandante y que hoy es un bar. "Lo recuerdo como un rito familiar, aquello era una caravana", dice. Llega a un puente que intentaron volar Los Hijos de la Noche, una organizaci¨®n del bando republicano que resist¨ªa en la guerra civil contra las tropas italianas y de Franco. Son datos que le contaron sus amigos Javier N¨²?ez y Jos¨¦ Mar¨ªa Azuaga. Ense?a el agujero que dejaron: "Una simple desgarradura. El puente era dur¨ªsimo y ni se inmut¨®". El sol se est¨¢ poniendo en esta tarde de vacaciones laborales.
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