Residuos
La capacidad de generar basura es uno de los ¨ªndices m¨¢s fiables del nivel de vida. ?Qu¨¦ es el ser humano? Un ente que tira cosas al suelo. Hasta hace poco, Espa?a era un pa¨ªs limpio porque s¨®lo unos pocos ten¨ªan el poder de crear desperdicios y la miseria de los dem¨¢s serv¨ªa de escoba. Los pobres pasaban la lengua por las aceras y gente muy digna, vestida incluso con abrigo, segu¨ªa de cerca a cualquiera que fumara puro esperando trincar la colilla en el aire. Los de abajo cazaban al vuelo no s¨®lo colillas, sino tambi¨¦n cuellos de pollo, ropa vieja y todo lo que cayera. No hab¨ªa basureros. Hasta que la clase media no accedi¨® al consumo masivo, el esti¨¦rcol a¨²n era medieval. Proced¨ªa de los pollinos y de ah¨ª pasaba directamente a las verduras. La basura ten¨ªa un car¨¢cter ar¨¢bigo: era el excipiente org¨¢nico de las personas y de los animales y su reino estaba en la calle. Al contrario que los pa¨ªses protestantes, el espa?ol todav¨ªa conserva de su herencia musulmana el amor por el aseo del propio cuerpo y del interior de casa, pero es incapaz de mantener limpia la acera. No obstante, la pobreza general hac¨ªa tolerable el estercolero p¨²blico. Hasta la llegada del neocapitalismo, el muladar espa?ol no abandon¨® su cariz mahometano para convertirse en un detritus cat¨®lico industrial. Imitando a los antiguos se?oritos, la clase media comenz¨® a tirar cosas al suelo con la idea de que otros las recojan. Las aceras de la ciudad convertidas en extensos alba?ales por los j¨®venes que llenan la noches del fin de semana son barridas por sometidos inmigrantes. Eso demuestra que socialmente la basura se impone de arriba abajo. Entre los residuos humanos, el m¨¢s moderno es ese pastizal de botellas, envases pringados, preservativos y vomitonas ¨¢cidas que dejan ahora los j¨®venes despu¨¦s de cualquier concierto o acampada, y tambi¨¦n alrededor de las discotecas y de las esquinas inici¨¢ticas en la madrugada del domingo. Se puede pensar que ese estercolero es l¨ªrico y que ha proporcionado gran placer a muchos cuerpos felices, como el polvo de estrellas errantes en las noches de verano no es m¨¢s que una basura c¨®smica iluminada ante la cual se formulan deseos, pero al ver que los se?oritos del s¨¢bado duermen mientras otros limpian sus despojos, uno llega a la conclusi¨®n de que la propia basura es la ley m¨¢s rigurosa con que los de arriba someten a los de abajo siguiendo las reglas de los palos del gallinero.
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