Culebrillas estivales
JAVIER MINA Dios cre¨® la serpiente. Con el tiempo evolucionar¨ªa hasta convertirse en la de verano. La de ¨¦ste se llama Gil y algo -?tal vez Ceuta y Melilla?-, algo que lleva camino de bestseller de Mario Puzzo con sus cambios de chaqueta, sus fondos de reptiles y esa ingenuidad de colegiala con que los dos primeros partidos del pa¨ªs se han ca¨ªdo del guindo. Pero como aqu¨ª no nos interesan los subproduc-tos sino las grandes causas, nos ocuparemos de la serpiente a secas. O sea, de su veneno. Cuando los creacionistas americanos -ya por ese nombre no deber¨ªan de merecer el menor cr¨¦dito- borran el bing bang del horizonte de la ciencia arguyendo que all¨ª no hubo ning¨²n testigo que pudiera contarlo, olvidan que tampoco el G¨¦nesis menciona ninguno. Mejor dicho omiten que al principio s¨®lo estaba Dios con su soledad apenas distra¨ªda por la separaci¨®n de la luz y las tinieblas y esas otras tonter¨ªas con que un amante de la pluma bastante posterior imagin¨® que podr¨ªa fabricarse el mundo. Porque, vamos a ver, ?qui¨¦n nos retransmiti¨® el primer dram¨®n de la historia? ?Ad¨¢n o Eva? ?La serpiente quiz¨¢s? Con lo que se demuestra que a los simp¨¢ticos creacionistas no les interesa un pimiento que el hombre descienda del orangut¨¢n sino acreditar la Biblia para poder as¨ª extraerle toda la molla antiguotestamentaria y acabar lapidando a las ad¨²lteras en la plaza p¨²blica. Y ah¨ª quer¨ªa llegar; bueno, a las pedradas no, porque la ciencia tampoco nos aporta ning¨²n consuelo. Al menos moral. No, no se trata de imaginar qu¨¦ clase de principios ¨¦ticos pudieran derivarse de un universo que nace de una explosi¨®n ni si detr¨¢s de la moral del superhombre late el gorila que todos llevamos dentro, no, la cosa es mucho m¨¢s sencilla. Seg¨²n cierto estudio realizado en Alemania, el 80% de quienes mueren pose¨ªdos por aquella fuerza c¨®smica que Wilhelm Reich -otro moralista pero a contrapelo- crey¨® detectar en el orgasmo son ad¨²lteros. Como no parece probable que adulterar, o cometer adulterio, si prefieren, lleve impl¨ªcita una debilidad del coraz¨®n cabe suponer que los encuentros ileg¨ªtimos conllevan ma-yor fogosidad, de donde pueden resultar m¨¢s peligrosos que la ruleta rusa. ?Merecer¨¢ entonces la pena arriesgarse a la ignominia p¨²blica y a los castigos del infierno por unos instantes de placer furtivo? No s¨¦ si el estudio alem¨¢n ser¨¢ extrapolable a poblaciones donde se coma menos tocino, pero resulta bastante preocupante que la ciencia y la supercher¨ªa se al¨ªen para predicar la misma moral del castigo. Porque la infidelidad no deber¨ªa depender de que a uno le d¨¦ un patat¨²s con mucha lacha; como tampoco la gula de que haya pollos belgas o la templanza de que se fabrique vino sin uva y haya matarratas de garraf¨®n, ni las relaciones humanas de qui¨¦n la tiene m¨¢s gorda ( ?el arma, caramba!), o el acceso a la tierra prometida de la hundibilidad de las pateras. M¨¢s vale que nos queda la pol¨ªtica. En su vertiente mejor, la demagogia, porque ah¨ª tenemos a dos de los mayores demagogos elevados a profesores de moral. Uno, Ch¨¢vez, por a?adir a los tradicionales poderes del Estado dos m¨¢s: el electoral y el moral. El otro, Gil y Ceuta, porque andando como anda con maletines de aqu¨ª para all¨¢ ser¨ªa muy raro que no llevara en uno la conciencia, como hac¨ªa el gran Ub¨² a quien de hecho se parece, y no s¨®lo f¨ªsicamente en su configuraci¨®n de mont¨®n de carne sino por sus aires de matasiete, sus modos trapisondistas y su ansia de poder. Cuando Ub¨² necesitaba consejo moral abr¨ªa la maleta, consultaba con su conciencia y, una vez cumplido el tr¨¢mite, volv¨ªa a encerrarla para que no viera que se dispon¨ªa a obrar como le viniera en gana. Respecto a Ch¨¢vez, no puedo sino congratularme por las maravillas que encerrar¨¢ una moral dictada en los consejos de ministros y en los patios de cuartel. ?Nos echar¨ªan del Ed¨¦n por seguir a una serpiente u otra? S¨®lo s¨¦ que una v¨ªbora peor ya dej¨® advertido: "Los sabios de todos los tiempos dijeron lo mismo siempre, y los necios, es decir la inmensa mayo-r¨ªa, hicieron siempre lo mismo: lo contrario de lo dicho por los primeros".
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