L¨¢stima que el teatro sea tan malo ARCADI ESPADA
Minnie por Mouse y Marx por Groucho; en cuanto a las iniciales, MM por Marilyn, inevitable: pero sobre todo MM por Miss Marple, el personaje de Agatha Christie. ?stos son sus parientes y a ellos invoc¨® en la hora lejana de dar con un nombre art¨ªstico que mejorara la naturaleza. Minnie Marx, es decir, la Ulrike de M¨ªster Floid, en el ¨²ltimo montaje estrenado de Els Joglars. Y Hitler de Alemania, y otros payasos menos crueles, en el Daaal¨ª que la compa?¨ªa estrenar¨¢ dentro de pocas semanas. Una actriz estupenda, que sue?a sue?os de Escocia. "Es mi mayor a?oranza. Los actores viajamos constantemente y muchos d¨ªas despertamos sin saber d¨®nde. Pero yo siempre tengo mi sue?o fijo, mi infancia escocesa y mi paisaje tranquilo y verde". En 1973 lleg¨® a Barcelona con un novio que tuvo. Ya le pareci¨® entonces una ciudad morbosa y dura. Luego se enrol¨® en un grupo de teatro internacional, con la cabeza en Amsterdam y el tronco en Londres. Volvi¨® epis¨®dicamente. Entre los descubrimientos que hizo durante aquellos retornos hubo uno que le sorprendi¨® extraordinariamente: vio que en Catalu?a se hablaba una lengua diferente de la que se hablaba en el a?o 1973. Como no es posible que ninguna colectividad sea capaz, en tan pocos a?os, de inventarse una lengua, se ri?¨® muy severamente por no fijarse. La definitiva instalaci¨®n en Catalu?a parti¨® de Llu¨ªs El¨ªas, hoy ayudante de direcci¨®n de Albert Boadella. En 1990, le ofreci¨® participar en Mambo. Necesitaba una payasa. Durante tres a?os lo hizo, con risa general. La broma, sin embargo, vino luego: ante la ausencia de papeles, tuvo que trabajar de traductora para una empresa de autom¨®viles y hacer anuncios de leche. -Ten¨ªa que ganarme la vida. En un anuncio me hac¨ªan saltar como una idiota, ofreciendo leche a los que pasaban. As¨ª que decid¨ª casarme. -?Causa / efecto? -Bueno, siempre hay algo que te hace decidirte. Lo mejor fue entretanto, entre la decisi¨®n y la boda. Me llamaron de Joglars, si quer¨ªa trabajar en el Nacional. F¨ªjate, saltando como una idiota y me ofrecen eso, justamente ahora. Dije que s¨ª, "pero, perdonad, dadme un momento que me tengo que casar", les dije. Sigue casada y en Joglars. No es f¨¢cil, porque el marido vive fuera de Espa?a y parece un hombre de hogar, que cuida sus animales y sus campos. "Pero funciona", advierte, "y funciona, sobre todo, porque Joglars, donde estoy feliz y hago lo que me gusta, es una compa?¨ªa que dispone de habitaci¨®n propia para los actores. La habitaci¨®n propia es fundamental para el teatro y para la vida. Uno cierra, y est¨¢ uno y lo que quiera uno". El pacto ir¨®nico que la se?ora Marx trata de mantener con la vida puede que provenga del azar que reuni¨® a su madre, alemana, con un soldado ingl¨¦s de la ocupaci¨®n. Su madre era la mujer del enemigo: alumbraron a Minnie y luego rompieron el molde. Ahora, cuando han pasado los a?os y casi los enemigos, su madre, a¨²n animosa, flirtea positivamente con un antiguo nazi. As¨ª, Minnie Marx se siente bien en todos los sitios. -Ahora que envejezco me gustar¨ªa echar algunas ra¨ªces aqu¨ª. Me siento bien en mi piso de Barcelona, que es una ciudad que amar¨ªa aunque s¨®lo fuera por el mar y por las terrazas de los bares. La verdad es que cada vez a?oro m¨¢s mi piso, aunque s¨¦ muy bien que esto sucede s¨®lo despu¨¦s de haber viajado. Su relaci¨®n con Barcelona guarda la ambig¨¹edad, mitad enfermedad y mitad deseo, del adjetivo morboso, que aplica a la ciudad con insistencia. El morbo de Barcelona tal vez sea una luna de aceite en las aguas del puerto. O la geometr¨ªa del Ensanche, m¨¢s provocadora que cualquier tumulto arquitect¨®nico, y donde viven gentes m¨¢s ex¨®ticas que en Manila. O el sol sobre las mesas de aluminio de las terrazas donde Minnie Marx desayuna los d¨ªas ciudadanos, sin trabajo. Barcelona es la hora floja de su vida, el descanso y la latencia. Una ciudad suspendida, tal vez imaginaria. "A?ada que cambian las ruedas de los camiones en pocos minutos y que las luces de los teatros se encienden al primer golpe". Todo lo contrario, opina, del Londres donde vivi¨® a?os formidables en su juventud, y que hoy le parece, en comparaci¨®n con Barcelona, una ciudad muerta. Sin embargo, no deber¨ªa verse en todo ello meros deseos de agradar, de tomar plaza sentimental aqu¨ª. -L¨¢stima que el teatro que se hace aqu¨ª sea tan malo. -Pues tiene fama. -Es muy poco interesante. -Ya. -Yo no voy demasiado, porque la verdad es que duermo mucho mejor en casa. En su vida de ficci¨®n, un solo inconveniente: estar siempre condenada a hacer papeles de extranjera. O de mudita. Lo que no le exige la vida, se lo exige el cuento de la vida. Se lamenta de que nadie se haya atrevido a darle todav¨ªa un f¨¦rreo papel aut¨®ctono: "He vivido en muchas partes y quiz¨¢ es aqu¨ª donde mejor he vivido. Pero nunca me hab¨ªa sentido tan extranjera en ning¨²n lugar. Yo pienso en alem¨¢n y en ingl¨¦s. Por tanto, me cre¨ªa a salvo de cualquier conflicto. Sin embargo, una no sabe, realmente, que la lengua es una maldici¨®n hasta que lo prueba". Antes que cualquier mujer racial y aut¨®ctona, sin embargo, Minie Marx querr¨ªa ser Miss Marple. -Oh, s¨ª, s¨ª. Eso me encantar¨ªa. Ya le explicado de d¨®nde viene mi doble eme. La se?ora Marple es como el eminente Humphrey Bogart, aunque en femenino, y yo siempre he aspirado a las cotas m¨¢s altas.
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