El hombre que dio origen a la teor¨ªa del Big Bang
Alpher explic¨® en 1948 que el universo naci¨® de una gran explosi¨®n, pero el Nobel fue para otros dos cient¨ªficos
Nadie le reconoce, pese a que es probablemente uno de los cient¨ªficos m¨¢s importantes del siglo. All¨¢ por 1948, Ralph Alpher escribi¨® una tesis doctoral que dio origen a la teor¨ªa cient¨ªfica conocida como el Big Bang. Demostr¨® matem¨¢ticamente que el universo hab¨ªa comenzado con una explosi¨®n a alt¨ªsimas temperaturas hace 14.000 millones de a?os. Pero en 1948, ¨¦stas eran unas ideas disparatadas, y la radio-astronom¨ªa, una ciencia muy joven.Pasaron los a?os y todos olvidaron a Ralph Alpher. Entonces, un d¨ªa de 1964, dos radioastr¨®nomos encontraron la prueba de que Alpher ten¨ªa raz¨®n. S¨®lo que nunca hab¨ªan o¨ªdo hablar de ¨¦l. A ellos les dieron el Premio Nobel y Ralph qued¨® en la estacada. Ese era exactamente el tipo de injusticias a las que estaba acostumbrado desde j¨®ven. En 1937, Alpher, un ni?o prodigio de 16 a?os, recibi¨® una beca del Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts (MIT). La beca era v¨¢lida s¨®lo si Alpher asist¨ªa a clase a tiempo completo y no trabajaba. Pero eran los a?os de la Gran Depresi¨®n y su padre, un inmigrante ucraniano, no ten¨ªa dinero. La carta en la que le conced¨ªan la beca le indicaba que hablara con un antiguo alumno del MIT. Estuvo varias horas explic¨¢ndole su problema y pidi¨¦ndole ayuda y consejo para que le autorizaran a trabajar. Pero el tipo dirigi¨® una y otra vez la conversaci¨®n hacia temas religiosos para terminar preguntando a Alpher cu¨¢l era su confesi¨®n religiosa.
"Le dije que era jud¨ªo", cuenta Alpher.
Poco despu¨¦s lleg¨® una segunda carta. La beca se retir¨®, sin explicaciones. "No s¨¦ si ustedes conocen cual era la situaci¨®n de los jud¨ªos antes de la II Guerra. Era terrible", cuenta.
Alpher se hab¨ªa ganado esa beca, de igual forma en que a?os despu¨¦s se hab¨ªa ganado el derecho a ser reconocido por su teor¨ªa del Big Bang. Eso es lo que le sigue poniendo furioso: "Uno se puede dedicar a la ciencia por dos razones. Por un sentimiento altruista de que quiz¨¢ puedas contribuir al conocimiento que la humanidad tiene del mundo. La otra, m¨¢s personal, el deseo de que los colegas reconozcan tus m¨¦ritos. As¨ª de sencillo".
Sin beca, Alpher trabaj¨® de d¨ªa y asisti¨® por la noche a la Universidad George Washington. Empez¨® estudiando qu¨ªmica pero se pas¨® pronto a la f¨ªsica. Su director de tesis fue un desertor sovi¨¦tico llamado George Gamow quien plante¨® a Alpher un tema de doctorado que le interesaba especialmente: el origen de los elementos.
"Es dif¨ªcil para los legos, e incluso para los cient¨ªficos de hoy en d¨ªa, darse cuenta de lo visionario que era ese trabajo. La idea de que es posible, bas¨¢ndose en la ciencia, explicar la distribuci¨®n de los elementos -el material del que estamos compuestos, c¨®mo hemos llegado a existir- no era una cuesti¨®n adecuada para los cient¨ªficos. Era algo m¨ªstico, teol¨®gico", afirma Eamon Harper, historiador de la ciencia y bi¨®grafo de Gamow.
El d¨ªa en que Ralph Alpher defendi¨® su tesis en el auditorio hab¨ªa 300 personas: f¨ªsicos, periodistas, escritores de ciencia. Todos acudieron a escuchar a un joven que dec¨ªa saber c¨®mo naci¨® el universo.
A la pregunta de cu¨¢nto tiempo hab¨ªa durado todo el proceso de nucleos¨ªntesis primordial, Alpher respondi¨®: 300 segundos. "Comenc¨¦ a recibir cartas de personas que dec¨ªan novenas para salvar mi alma, porque me hab¨ªa atrevido a pisotear su concepto del G¨¦nesis", comenta Alpher.
Alpher continu¨® su original trabajo junto con otro cient¨ªfico, Robert Herman. El primer art¨ªculo que redactaron en com¨²n predec¨ªa lo que los astr¨®nomos podr¨ªan encontrar en el espacio para demostrar que el Big Bang hab¨ªa existido: la radiaci¨®n de la explosi¨®n primigenia todav¨ªa existe, lleva 14.000 millones de a?os rebotando de un lado a otro del espacio y se ha enfriado hasta alcanzar una temperatura de 5 grados Kelvin.
Pero en 1948 los astrof¨ªsicos cre¨ªan que no hab¨ªa forma de medir la radiaci¨®n de fondo en el espacio y Alpher y Herman no pod¨ªan trabajar en ello porque no eran radioastr¨®nomos. Durante una temporada no se rindieron pero ten¨ªan familias que mantener. Alpher comenz¨® a trabajar en 1965 en General Electric y Herman en General Motors.
Ese mismo a?o el mundo dio un vuelco. El Astrophysical Journal lleg¨® a la mesa de Alpher con dos art¨ªculos: Arno Penzies y Robert Wilson, radioastr¨®nomos, hab¨ªan descubierto gracias a un radiotelescopio ultrasensible, una radiaci¨®n fija de 3,5 grados Kelvin que ba?aba el universo. Otro equipo, dirigido por el f¨ªsico Robert Dicke, catalogaba el descubrimiento como la radiaci¨®n restante de una primitiva bola de fuego.
Alpher se sinti¨® entusiasmado y busc¨® su nombre en los informes. Encontr¨® una sola l¨ªnea indicando que en la d¨¦cada de los 40, ¨¦l, Herman y Gamow hab¨ªan previsto un proceso de nucleos¨ªntesis como el mencionado en el art¨ªculo. Pero no se contaba la predicci¨®n realizada por Alpher y Herman en 1948. Dejado de lado, Alpher se dedic¨® a escribir a unos y a otros. Por fin, en 1971, James Peebles estableci¨® la verdad en su libro Cosmolog¨ªa f¨ªsica. En 1989, cuando la NASA lanz¨® el COBE, un sat¨¦lite de 22.500 millones de pesetas y 2,6 toneladas, dise?ado para investigar las cuestiones planteadas por los art¨ªculos de Alpher y Herman, los dos cient¨ªficos, ya mayores, lo vieron ascender como invitados. Hoy Ralph Alpher desea olvidar el pasado y se ocupa de actividades locales: da clases particulares a ni?os, preside el consejo de la cadena de TV local. Y est¨¢ terminando un libro de cosmolog¨ªa.
? New York Times
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