Carlos ?lvarez, Sch?fer y Jansons arrasan en Salzburgo
De los nueve espect¨¢culos oper¨ªsticos que componen la edici¨®n actual del Festival de Salzburgo, un tercio son reposiciones. La producci¨®n m¨¢s veterana, Lulu, de Alban Berg, fue originalmente estrenada en 1995; la m¨¢s biso?a, Don Carlo, de Verdi, proviene del a?o pasado. Las dos soportan bien el paso del tiempo. Es m¨¢s: mejoran. En Lulu es determinante la sensacional actuaci¨®n de Christine Sch?fer, y en Don Carlo, la no menos sensacional presencia vocal y teatral de Carlos ?lvarez.La puesta en escena de Peter Mussbach para Lulu fue la m¨¢s valorada, junto a la de Bob Wilson para El castillo de Barba Azul, de Bartok, en el festival de 1995. Es interesante contemplarla ahora en contraste con Doctor Fausto, de Busoni, para ver las l¨ªneas de continuidad est¨¦tica y teatral de Mussbach y sus colaboradores, la figurinista Andrea Schmidt-Futterer y el dise?ador de luces Konrad Lindenberg. Mussbach hace una lectura expresionista, por un lado, con un pie en el mundo del cine, por otro, y atento siempre al viaje de degradaci¨®n de Lulu. El clima de pesadilla es a¨²n m¨¢s perturbador por la forma en que Christine Sch?fer asume el personaje protagonista: desde una cotidianidad y una cercan¨ªa escalofriantes. La soprano alemana se ha metido hasta las cejas en este papel y lo recrea con una gran maestr¨ªa. Su voz se ha ensanchado desde la versi¨®n anterior, de hace cuatro a?os, y ello la hace ganar en consistencia, solidez y perversi¨®n. Michael Gielen crea atm¨®sferas inquietantes y dirige con precisi¨®n a la Staats Kapelle de Berl¨ªn.
'Don Carlo'
Las representaciones de Don Carlo se han reforzado vocalmente respecto al a?o pasado con la presencia de Ferruccio Furlanetto, como Felipe II, y Olga Borodina, como Princesa de ?boli. Ambos est¨¢n formidablemente en sus cometidos y construyen unos personajes de gran personalidad. Punto y aparte merece el Marqu¨¦s de Posa de Carlos ?lvarez. El bar¨ªtono malague?o est¨¢ sencillamente colosal como cantante y como actor. La nobleza de acentos, su nitidez de timbre, su fuerza esc¨¦nica, impresionan. Fue la suya una actuaci¨®n emocionante de principio a fin, que se vio corroborada en los aplausos finales por unas aclamaciones impresionantes. Lorin Maazel dirigi¨® con br¨ªo, fogosidad y brillantez a una exultante Filarm¨®nica de Viena. La lectura esc¨¦nica de Herbert Wernicke parte del t¨®pico dentro del t¨®pico para dar una imagen sobria, laber¨ªntica en las arquitecturas de columnas y a veces chocante en el tratamiento de lo espa?ol. Teatralmente est¨¢ bien narrada, pero la capacidad de sugerencia est¨¢ muy lejos de sus trabajos m¨¢s creativos.
En el terreno orquestal ha causado sensaci¨®n la Sinf¨®nica de Pittsburgh, con Mariss Jansons, que hizo lecturas renovadoras con un impactante dominio estructural en La primera de Sibelius y una fascinaci¨®n desde el sonido en Vida de h¨¦roe, de Strauss.
Babelia
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