Las llamas redivivas de Abantos
El autor de una tesis doctoral sobre el monte siniestrado relata sus or¨ªgenes mon¨¢rquicos y un incendio de 1962
Al ge¨®grafo Carlos M. Manuel Vald¨¦s se le quem¨® el viernes un pedazo de su historia personal. Este hombre de 38 a?os, hoy profesor en el departamento de Humanidades de la Universidad Carlos III, se doctor¨® en 1993 con una tesis titulada Tierras y montes p¨²blicos en la sierra de Madrid (sectores central y meridional), premiada con un aprobado cum laude y su publicaci¨®n ¨ªntegra por parte del Ministerio de Agricultura. Es decir, Manuel Vald¨¦s conoc¨ªa Abantos palmo a palmo: tanto como para precisar que la zona arrasada por las llamas, en puridad, no se denomina as¨ª en las p¨¢ginas de los viejos libros, desde donde pas¨® a la posteridad con el nombre de monte de la Jurisdicci¨®n. Tan prosaico bautismo se remonta a 1795, rememoraba ayer este ge¨®grafo, conocedor de los avatares del siniestrado bosque desde casi la noche de los tiempos. La idea fue cosa del rey Carlos IV, que se anim¨® a donar el monte al Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial, independizado de El Escorial desde s¨®lo dos a?os antes. De este episodio de nuevas lindes municipales naci¨® el top¨®nimo Jurisdicci¨®n, desgastado por el efecto del tiempo y de sus excesivas s¨ªlabas para los resortes de la memoria popular.
Talado para el monasterio
Jurisdicci¨®n o Abantos, lo cierto es que esta hermosa extensi¨®n ya hab¨ªa tenido que ver con los designios reales un par de siglos antes. La primera vez que las sierras de los le?adores se fijaron en sus esbeltos pinos silvestres y pinos negrales coincidi¨® con una ocasi¨®n muy se?alada: la construcci¨®n del monasterio que alegr¨® la vista -y la vida- de Felipe II. Aquellos pinos primigenios perviven hoy en forma de muros y cubiertas del inmortal monumento.Y es que a Abantos le han perseguido siempre las peculiaridades. Una fecha decisiva para su mayor¨ªa de edad lleg¨® en forma de real orden el 18 de abril de 1891, cuando el Gobierno decidi¨® que esta bella floresta quedara exenta del proceso desamortizador iniciado en 1855. Los prebostes de la ¨¦poca quisieron que el bosque conservara la titularidad p¨²blica para servir como campo de pr¨¢cticas para los alumnos de la Escuela de Montes, radicada hasta 1991 en la floreciente localidad de San Lorenzo. Esto es: los tatarabuelos de los ingenieros de nuestros d¨ªas se forjaron en las laderas del monte que este viernes devoraron las llamas.
Con todo, el de este fin de semana no era el primer incendio que viv¨ªan las faldas del Abantos. Seg¨²n recogen el propio Carlos M. Manuel Vald¨¦s, la catedr¨¢tica de An¨¢lisis Geogr¨¢fico en la Aut¨®noma Josefina G¨®mez de Mendoza y el investigador Santiago Fern¨¢ndez Mu?oz en un trabajo de inminente publicaci¨®n, Estudio sobre la presencia hist¨®rica de incendios forestales en Espa?a (1830-1970), este monte ya se vio involucrado en un aparatoso fuego en agosto de 1962, que se cobr¨® 150 hect¨¢reas de pinos, matorrales y pastizales. "Las cr¨®nicas que se conservan de entonces eran bastante imprecisas, as¨ª que no sabr¨ªa precisar cu¨¢nta superficie coincidente hay entre el incendio de 1962 y el de 1999", confes¨® ayer el profesor Manuel Vald¨¦s, al que habr¨¢ que elevar al rango de mayor abant¨®logo regional.
Manuel Vald¨¦s s¨ª tiene noticias concretas sobre las dos grandes repoblaciones que enriquecieron el paisaje del monte de la Jurisdicci¨®n, all¨¢ por 1911, primero, y 1953, despu¨¦s. Ambas campa?as se saldaron con ¨¦xito notable, quiz¨¢ excesivo. "Los trabajos fueron tan efectivos que qued¨® un monte con demasiada densidad arb¨®rea, y ello constituye un problema notable: los ¨¢rboles crecen peor y aumenta el peligro de que los incendios tengan especial virulencia", apunt¨®.
El diagn¨®stico se cumpli¨® con toda su crudeza desde primera hora de la tarde del viernes. Manuel quiere pensar que la Comunidad de Madrid obr¨® con diligencia a la hora de sofocar las llamas, pero le duele pensar que fallaron las medidas preventivas. "Los trabajos de limpia de montes son caros", asumi¨®, "pero cuentan con el problema adicional de que los ecologistas los ven con malos ojos, pues implican la eliminaci¨®n del matorral". Y remach¨®: "Todo ello ha desembocado en la existencia de montes algo m¨¢s sucios que antes. Desde luego, mucho m¨¢s que cuando los montes eran explotados para abastecer cocinas y calefacciones, una pr¨¢ctica cotidiana durante las d¨¦cadas de los cincuenta y los sesenta". Pese a la amargura que destilan algunos comentarios, el abant¨®logo Manuel Vald¨¦s se mostr¨® convencido de que el monte, hoy desolado, volver¨¢ a vivir tiempos de esplendor. En los tiempos que corren, pronostic¨®, sin ganader¨ªa que ataque las plantitas que rebroten en Abantos / Jurisdicci¨®n, la ladera podr¨¢ cubrirse nuevamente de un nutrido ropaje arb¨®reo, de pinos y alg¨²n que otro cedro, fresno, alerce o abeto. "Nosotros, adultos, no llegaremos a verlo. Pero seguramente s¨ª nuestros hijos".
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