La coartada del crudo
LA EVOLUCI?N reciente de los precios de la energ¨ªa en Espa?a constituye una seria amenaza para la tasa de inflaci¨®n, con los graves problemas para el conjunto de la econom¨ªa que de ello se deriva, y un perjuicio para los consumidores, cuyas rentas salariales probablemente no aumentan al mismo ritmo que el precio de los combustibles. En siete meses, el coste para el consumidor del litro de gasolina s¨²per ha subido m¨¢s de un 11%, y el resto de los carburantes ha seguido una evoluci¨®n parecida. El Gobierno se ha apresurado a explicar las subidas por el encarecimiento del petr¨®leo, cuyo barril cuesta unos 20 d¨®lares. Pero la explicaci¨®n es insuficiente y encubre el mal funcionamiento permanente del mercado de los combustibles.El Gobierno suprimi¨® los precios m¨¢ximos de las gasolinas (s¨²per y sin plomo) el 1 de enero de 1999. A partir de esa fecha, las grandes compa?¨ªas operadoras -b¨¢sicamente dos, Repsol y Cepsa- tienen absoluta libertad para fijar los precios de los productos. Cuando el Gobierno tom¨® la decisi¨®n de suprimir el r¨¦gimen de precios m¨¢ximos, una barrera que las compa?¨ªas no pod¨ªan sobrepasar, arguy¨® que la competencia en el mercado de las gasolinas estaba consolidada. Pues bien, esa suposici¨®n fue y es un grave error, como demuestran los hechos.
La liberalizaci¨®n de los precios no solamente no ha generado una competencia a la baja de los mismos, sino que, por el contrario, ha permitido a las empresas mejorar sus m¨¢rgenes. Las pruebas son concluyentes. Entre el 12 de junio y el 7 de julio de este a?o, los precios medios de venta de la gasolina s¨²per son superiores a los que se hubieran permitido con un r¨¦gimen de precios m¨¢ximos. Si esta tendencia se mantiene, habr¨¢ que deducir de forma tajante que la liberalizaci¨®n anunciada por el Gobierno como el m¨¦todo r¨¢pido y eficaz para bajar los precios no solamente ha fracasado, sino que est¨¢ resultando perjudicial para los consumidores.
Varias razones explican este fiasco. Una de ellas es que el Ministerio de Industria se precipit¨® irresponsablemente al suprimir los precios m¨¢ximos, y, lo que todav¨ªa es peor, se equivoc¨® cuando en la Ley de Hidrocarburos renunci¨® a aplicarlos en el futuro. Ahora pod¨ªa utilizar la amenaza de restaurarlos como instrumento disuasorio. La raz¨®n de m¨¢s peso que explica la tendencia de los precios a subir por encima de lo que marca el mercado del crudo es la ausencia de una competencia real en el mercado espa?ol de las gasolinas, y la convicci¨®n fatal de que, si no median decisiones muy dr¨¢sticas para garantizarla, no hay expectativas de que deje de aumentar a corto y medio plazo.
Ante la dificultad de recuperar los precios m¨¢ximos para disciplinar los m¨¢rgenes de las empresas, y en la suposici¨®n de que es improbable que este Gobierno act¨²e de forma radical -por ejemplo, obligando a trocear las compa?¨ªas, como ya se ha hecho en otros pa¨ªses con problemas graves de competencia-, queda un campo amplio de decisiones que contribuir¨ªan a bajar los precios a medio plazo.
Podr¨ªa, por ejemplo, abaratar los costes de la log¨ªstica (almacenamiento y transporte) de los carburantes, que ahora gestiona la empresa Corporaci¨®n Log¨ªstica de Hidrocarburos (CLH), controlada por los operadores; tambi¨¦n podr¨ªa eliminar las trabas administrativas que existen para la instalaci¨®n de surtidores en los supermercados, puesto que las ofertas competitivas de las grandes superficies han actuado como un eficaz reductor de los precios en pa¨ªses como Francia y Reino Unido; podr¨ªa, en fin, estudiar las relaciones jur¨ªdicas de los grandes operadores con las estaciones de servicio, porque los primeros imponen a los segundos contratos de exclusividad y larga duraci¨®n que impiden la baja de los precios. Es el m¨ªnimo exigible, en lugar de tanta ret¨®rica tronada sobre liberalizaciones de bisuter¨ªa y de huir a esconderse detr¨¢s del barril de crudo.
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