Pura estirpe gitana
RETRATOSCarmen Flores Amaya. Su nombre lo dice todo. Estirpe gitana. Sin embargo, nadie en C¨®rdoba la llama as¨ª. Ella es Mar¨ªa, la se?ora que vende las estampitas de los santos y echa la buenaventura. Con su bata y un perpetuo delantal colgado de la cintura, un mo?o tirante y una flor, Mar¨ªa recorre cada ma?ana los bares de la ciudad vendiendo su arte y sus baratijas. Siempre respetuosa, no importa la cafeter¨ªa o el lugar elegido para desayunar, all¨ª estar¨¢ Mar¨ªa. Algunos hablan de ubicuidad. Pero es mentira. Ella est¨¢ all¨ª porque trabaja m¨¢s que nadie. Enjuta, consumida, a sus 75 a?os y con una complicada operaci¨®n de vientre, Mar¨ªa sigue saliendo cada ma?ana. S¨®lo Dios sabe los kil¨®metros que esta mujer puede hacer cada d¨ªa. En peque?as etapas, de un bar a otro. Ahora aqu¨ª, despu¨¦s all¨ª. Una ¨²nica parada para tomar el caf¨¦ de la ma?ana, que sin duda le ser¨¢ ofrecido por alg¨²n cliente. El resto de ofertas ser¨¢n rechazadas: "Mejor me compras una estampita que me hace m¨¢s falta". Poco importa si la estampa est¨¢ anticuada o nueva, si se es creyente o ateo, el santo acaba en el bolsillo de la gente y los veinte duros en el delantal de Mar¨ªa. Su favorito es san Crist¨®bal. Aunque ella no hace distingos, los lleva a todos. La Virgen del Carmen, san Expedito, la de Lourdes y, por supuesto, san Rafael, el m¨¢s querido y venerado en C¨®rdoba. Mar¨ªa juega con ventaja. Ella es la ¨²nica bien vista por los camareros. Los m¨¢s, la respetan. Y los que no, la toleran. A pesar de todo, asegura que la cosa est¨¢ muy mal, que antes se vend¨ªa m¨¢s y se viv¨ªa mejor. Triste, concluye con que todo est¨¢ corrompido. "Los payos, los gitanos, C¨®rdoba y todo". Sin duda, la reciente p¨¦rdida de sus dos hijos le ha restado gran parte de optimismo y de vitalidad. "A ver, hijo, para qu¨¦ te voy a enga?ar, se me fueron por tomar de eso que se vende", dice con gran pesar. R¨¢pidamente, cambia de tercio, sus peque?os ojillos negros vuelven a cobrar viveza y se arranca por buler¨ªas. Incluso levanta un poquito las manos. La vida sigue, porque aqu¨ª tiene siete hijas y tantos nietos que ni siquiera ella puede contarlos. "Mi Mariano se come ocho panes y no bebe ni agua", comenta entre risas. Si Mar¨ªa tiene arte, los duendes se despliegan cuando te pide la mano derecha y te lee la buenaventura. "En el nombre va de Dios, que tu suerte vaya para adelante y nunca para detr¨¢s". Es como un conjuro, la oraci¨®n que marca el comienzo. A partir de ah¨ª habr¨¢ rubias y morenas, amistades y deslealtades. Sus palabras son irrebatibles, que a nadie se le ocurra negarlo. "C¨®mo que no, si lo pone aqu¨ª en la mano". El futuro no tiene precio, la voluntad. Aunque es recomendable que ¨¦sta no baje de las 500 pesetas. As¨ª es su vida, desde los cinco a?os. Atr¨¢s qued¨® el casorio, la viudedad. Poco a poco, a ella tambi¨¦n le lleg¨® el progreso. Ahora disfruta de una peque?a paga, una pensi¨®n no contributiva, de esas que tanto han dando que hablar, aunque ella poco sabe de eso. Adem¨¢s, ahora tiene un piso. Tras 25 a?os viviendo en las casitas port¨¢tiles, burla con la que se conoc¨ªa en C¨®rdoba a las ya desaparecidas chabolas, le concedieron una vivienda. Ella lo tiene claro: seguir¨¢ vendiendo a sus v¨ªrgenes hasta que ¨¦stas dispongan lo contrario.
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