Tr¨¢nsfugas
Hemos tenido este verano una buena raci¨®n de transfuguismo; y la cosa sigue todav¨ªa. Es natural, tras las elecciones municipales y auton¨®micas de junio, el verano ha sido la ¨¦poca ideal para la indisciplina pol¨ªtica.Tr¨¢nsfuga, en sentido pol¨ªtico, es la persona que pasa de un partido a otro; as¨ª lo dice el Diccionario de la Academia y el Moliner. Que una persona pase de un partido a otro, directamente o a trav¨¦s de estadios intermedios, no es tan raro, ha sucedido y sucede en muchas partes, y en la democracia espa?ola ha habido tr¨¢nsfugas desde su fecha de nacimiento, que a estos efectos podemos fijar en el d¨ªa electoral del 15 de junio de 1977; y no tr¨¢nsfugas de poca monta sino de mucha, y aun much¨ªsima, desde simples miembros de los partidos hasta personas respaldadas por una elecci¨®n y con cargos adicionales de alta responsabilidad. No es necesario, aqu¨ª, dar nombres. Simplemente una alusi¨®n personal: yo pertenec¨ªa a un partido, gobernante durante a?os, llamado UCD, y aprend¨ª m¨¢s de transfuguismo que si lo hubiera estudiado en doctos tratados sobre la materia. El transfuguismo no es algo, seg¨²n creo, que est¨¦ mal en s¨ª; es una manifestaci¨®n m¨¢s de libertad personal. Las personas cambian, incluso de opini¨®n, o se encuentran con situaciones no previstas, y los partidos cambian, tambi¨¦n, y sus dirigentes toman giros y decisiones que cogen con el pie cambiado a algunos o muchos de sus miembros; es l¨®gico que haya tr¨¢nsfugas, y que los partidos, en consecuencia, como a veces sue?an sus dirigentes, no sean trasuntos de la falange maced¨®nica donde la deserci¨®n se castiga, l¨®gicamente, con la muerte del traidor.
El transfuguismo puede ser individual o colectivo y m¨¢s o menos expl¨ªcito o disimulado. En algunos casos est¨¢ o ha estado rodeado de favorables consideraciones pol¨ªticas y morales. Hay que tener en cuenta que los partidos son muy suyos y tienden a imponer una disciplina de acero a la hora de votar, lo que se ve casi como normal. Pero as¨ª como hay tr¨¢nsfugas que son ejemplos de civismo, hay otros que producen repulsi¨®n. El caso m¨¢s chocante se produce cuando una persona, elegida bajo unas siglas, a las primeras, o a las segundas, cambia de actitud y se alinea con los electos bajo las siglas contra las que se pronunci¨® ardientemente durante, por ejemplo, la campa?a electoral. Los partidos protestan cuando el suceso les perjudica y callan cuando les beneficia, pero incluso la mayor¨ªa de ellos llegaron hace alg¨²n tiempo a un acuerdo para no aprovecharse mutuamente de sus tr¨¢nsfugas respectivos. Acuerdo que podr¨¢ evitar muchas situaciones escandalosas, pero que no deja de tener sus peligros.
El peligro es que la disciplina de los partidos, llevada a sus ¨²ltimas consecuencias, pueda empobrecer la democracia. Conf¨ªo en que la saludable doctrina del Tribunal Constitucional de que el esca?o o puesto elegido es del electo y no del partido que lo meti¨® en la lista se mantenga. Ya ahora los partidos son, de alguna manera, due?os del elegible; nadie puede ser diputado, por ejemplo, sin que un partido lo presente en su lista en el lugar adecuado; s¨®lo individualmente, y en elecciones municipales, cabe salirse de esta ley de hierro; por lo dem¨¢s, los partidos tienden a actuar de modo (unos m¨¢s que otros) que la subsistencia pol¨ªtica (y no s¨®lo pol¨ªtica) de "sus" diputados o concejales dependa de esa sumisi¨®n; un poco m¨¢s y podr¨ªamos sustituir electos en los ¨®rganos representativos colectivos por el voto ponderado de los jefes de fila; la democracia, creo, saldr¨ªa altamente perjudicada.
De modo que, menos mal que la doctrina constitucional imperante permite que haya tr¨¢nsfugas; la evitaci¨®n del transfuguismo indeseable depende en gran medida de los propios partidos; en los casos m¨¢s claramente rechazables el transfuguismo va unido al cohecho, y eso es una cuesti¨®n de aplicaci¨®n del C¨®digo Penal. Pero hay otros casos, no perseguibles penalmente, en que los ejemplos de chalaneo proceden de los propios partidos, cuyos acuerdos de gobierno son acuerdos de reparto de prebendas, cargos, o disponibilidades presupuestarias. Y, por ¨²ltimo, la cuesti¨®n depende de qui¨¦n es incluido en las listas, y por qu¨¦. La profesionalizaci¨®n creciente de la pol¨ªtica, que tanto gusta a los partidos como instrumento de sumisi¨®n de su grey pol¨ªtica, conduce tambi¨¦n a actitudes personales m¨¢s descarnadas en la, por otra parte, leg¨ªtima ambici¨®n personal de poder; eso de ser a la vez muy profesional y dependiente y muy desinteresado es algo con que los dirigentes quieren contar, pero no siempre es f¨¢cil de conseguir.
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