?rbitros sin madre
Los jueces de las bicis, criticados como todos
Un juez o comisario ciclista es un ¨¢rbitro. No van de negro (visten uniforme, camisa azul con el anagrama de la Uni¨®n Ciclista Internacional (UCI] y no est¨¢n al alcance de la mirada (y de las iras) del p¨²blico. En ese sentido, nadie entre el respetable puede mentarles a la madre, porque no hay forma de ver su trabajo. As¨ª que madre, a esos efectos, no tienen. Pero sancionan como el m¨¢s pintado, con castigos en forma de multas y segundos, y son igualmente criticados. Es m¨¢s, son incluso m¨¢s criticados, no s¨®lo por los protagonistas de la carrera sino por los organizadores. Unipublic organiza la Vuelta, se gasta 1.800 millones, pone las vallas y todo el aparataje, organiza el asunto, pero, dentro de la carretera, mandan ellos. Y si ellos dicen que el jefe de la organizaci¨®n debe irse con el coche a otro sitio, pues no hay m¨¢s remedio. Y sus decisiones suelen entenderse como inapelables, aunque existan los procedimientos de apelaci¨®n correspondientes. La palabra de un ¨¢rbitro es ley, aqu¨ª o en medio de un campo de f¨²tbol. Seg¨²n la organizaci¨®n, cada uno de los jueces, comisarios y cronometradores (hasta 13) bajo cuya autoridad se rige esta Vuelta a Espa?a, perciben unas dietas de 160 francos suizos diarios (unas 16.000 pesetas), adem¨¢s de la habitaci¨®n y la comida. Son, como en casi todos los casos, gente que no puede dedicarse profesionalmente al arbitraje.
Es el caso como tantos otros de Francisco Garc¨ªa Agudo, comisario internacional de 51 a?os, el ¨²nico internacional espa?ol presente en esta Vuelta. Es comisario en sus ratos libres y ferroviario de profesi¨®n. Es ¨¢rbitro desde hace 24 a?os. Para estar en la Vuelta ha tenido que prescindir de sus vacaciones y, cuando se le acaba el cupo de d¨ªas libres, debe dejar de hacerlo. Ha intervenido seis veces en una Vuelta a Espa?a, pero no conoce el Tour ni el Giro. Garc¨ªa Aguado sostiene que la principal labor de un ¨¢rbitro es "pasar desapercibido". ?Suena a algo esta frase?.
Los comisarios discurren en sus autom¨®viles por la carrera. Por delante, por detr¨¢s y por en medio. Toman notas de las supuestas agresiones al reglamento (si un corredor se ayuda de un coche, si recibe avituallamiento en una zona prohibida, etc¨¦tera). Y toman notas. No tienen necesidad de sacarle tarjeta a nadie, aunque a veces la amonestaci¨®n la hacen p¨²blica en el momento. En otras ocasiones, el afectado se encuentra con que se publica su sanci¨®n una vez disputada la etapa y no puede quejarse cara a cara. Los ciclistas hablan tan mal de los comisarios como los futbolistas de los colegiados; en ese sentido, no hay diferencias. Luego est¨¢ el caso de los cronometradores que vigilan el buen orden de las clasificaciones. En este caso, la animosidad entre organizadores y jueces es casi radical: los organizadores sostienen que, dada la tecnolog¨ªa que nos invade, bastar¨ªa con colocarle un chip en el dorsal a cada corredor para tener una clasificaci¨®n indiscutible breves segundos despu¨¦s de terminada una etapa. "Pero ellos se resisten porque, claro, si empleamos chips, sobran cronometradores".
Garc¨ªa Aguado no hace siempre el mismo trabajo, aqu¨ª las cosas cambian porque una carrera no es un rect¨¢ngulo de juego. Ayer le toc¨® estar por delante de la cabeza de carrera, ordenando el tr¨¢fico entre ciclistas y coches como quien dice, vigilando el respeto a la norma. Hoy le puede tocar detr¨¢s del pelot¨®n. Tuvo un d¨ªa tranquilo: no tuvo que amonestar a nadie. Pas¨®, efectivamente, desapercibido. Y nadie, desde luego, tuvo que acordarse de su madre.
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