Sobornos
El curso pol¨ªtico que ahora comienza nace marcado por dos taras cong¨¦nitas, estrechamente vinculadas entre s¨ª. La primera es su predestinaci¨®n electoral, pues se inaugura con los comicios que han de renovar el Parlament de Catalu?a y debe proseguir y terminar con los agotamientos de las legislaturas andaluza y espa?ola, que exigir¨¢n convocatorias para las nuevas C¨¢maras legislativas de Sevilla y Madrid. Esto har¨¢ que nuestra clase pol¨ªtica ingrese en un estado de extrema agresividad, pasando a exhibir con notorias excepciones (es el caso de Maragall) sus peores s¨ªntomas de sectarismo, demagogia populista y c¨ªnica falsificaci¨®n de la realidad. Y la otra malformaci¨®n es la pesada herencia recibida de este bochornoso verano pol¨ªtico, cuyo indigno clima moral amenaza con contaminar toda la agenda p¨²blica de debate.Resumir¨¦ en muy pocos puntos los grandes temas que han enviciado este vidrioso verano. En la cuenca del Gobierno hay que apuntar el cierre patronal de La Radio de Julia (emulando as¨ª el cierre de La Clave de Balb¨ªn por un Gobierno de Gonz¨¢lez), la clandestina exculpaci¨®n del corrupto caso del lino, las maniobras en la oscuridad judicial del caso Pinochet y, por ¨²ltimo, la entrada al trapo en la guerra de las pensiones, a la que enseguida volver¨¦. Pero por si los desmanes del r¨¦gimen de Aznar fueran pocos, tambi¨¦n hemos debido soportar otras actuaciones no menos c¨ªnicas e indignantes.
El mal menor, que a¨²n tiene remedio si el PNV rectifica como parece su equivocada apuesta por Lizarra, ha sido la ruptura unilateral de las negociaciones de paz por parte de ETA y HB, bloqueadas por serias divisiones internas. En cambio, el peor de los males ha sido el s¨²bito agravamiento del s¨ªndrome Gil, que desde sus bases en torno al Estrecho amenaza con extender su met¨¢stasis por toda la pol¨ªtica espa?ola. Y la prueba m¨¢s peligrosa de su virulento poder de infecci¨®n es que ha logrado contagiar a todos los partidos pol¨ªticos espa?oles, como desmuestra el caso de la guerra de las pensiones.
Abro aqu¨ª un par¨¦ntesis t¨¦cnico para despejar malentendidos. Excluyo discutir el error de Pujol al territorializar la inflaci¨®n, indigno de un pol¨ªtico que contribuy¨® a crear el euro, lo que implica dos l¨®gicas contradictorias entre s¨ª. Y excluyo tambi¨¦n la dimensi¨®n demogr¨¢fica, que convierte en irresponsable todo el debate actual. Por eso, me centrar¨¦ s¨®lo en el derecho a pujar al alza de las pensiones asistenciales. Es verdad que el problema es en parte sem¨¢ntico, pues aunque a todas se las llame pensiones, nada tiene que ver las contributivas, financiadas con cargo a la caja ¨²nica de la Seguridad Social, con las no contributivas, que s¨®lo deben financiarse con cargo a presupuestos aprobados en sede parlamentaria no necesariamente estatal.
Pero la diferencia entre ambos tipos de prestaciones va mucho m¨¢s all¨¢, pues tambi¨¦n es de naturaleza jur¨ªdico-pol¨ªtica. En efecto, las pensiones contributivas son un derecho individual, producto de una relaci¨®n bilateral entre cada cotizante y la Seguridad Social. En cambio, las no contributivas son un derecho social, producto de una elecci¨®n p¨²blica de car¨¢cter multilateral, que s¨®lo puede decidir con car¨¢cter finalista el ¨®rgano legislativo, y no puede ser graciablemente arbitrado por la pol¨ªtica asistencial del poder ejecutivo. Por eso me parece que ese ¨®rgano legislativo debiera ser soberano en vez de territorial, pues si no se vulnerar¨ªa la igualdad de todos los espa?oles en materia de protecci¨®n p¨²blica de sus derechos sociales.
En suma, la cuesti¨®n a debatir son los derechos sociales. En cambio, nuestros pol¨ªticos est¨¢n reduciendo el problema a una cuesti¨®n de intereses: los intereses de sus electores, de los que dependen sus propios intereses electorales. Y eso es incurrir en el s¨ªndrome Gil, ofreciendo sobornos a los votantes para tratarlos como a menesterosos rapaces, y hacerlo adem¨¢s por pura rapacidad electoralista. Pero confundir los derechos de los ciudadanos con los sobornos a los votantes es corromper la l¨®gica democr¨¢tica. Y eso se paga antes o despu¨¦s.
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