Pamplinas
Puede no ser del todo in¨²til hojear la nueva revista de Mario Conde, titulada muy honestamente MC, as¨ª como leer la entrevista con MC que firma el falangista Javier Bleda, director de la misma y afecto a la gomina, el calzado de doble hebilla y los relojes de oro tipo +, elementos fundamentales de la revoluci¨®n joseantoniana. Uno de los aspectos m¨¢s ins¨®litos de la pol¨ªtica espa?ola es la ausencia de extrema derecha oficial, siendo as¨ª que en Francia, Italia y Alemania se comen casi un tercio del poder efectivo. Ahora ya tenemos dos candidatos a encabezarla, Gil y Conde. Veremos qui¨¦n gana, pero incluso un partido de extrema derecha exige alg¨²n grado de inteligencia, ni que sea microsc¨®pica. Por eso la revista MC es tan decepcionante. Est¨¢ escrita en un castellano rudimentario, similar al de las televisiones y radios espa?olas, un castellano de barraca de feria. Los asuntos son delirantes: esoterismo, fotos de cad¨¢veres, familia real, arist¨®cratas, diplom¨¢ticos, presidentes del Real Madrid, inenarrables trivialidades por las que nadie volver¨¢ a pagar seiscientas pesetas. No hay en ella una sola informaci¨®n de valor o simplemente curiosa. Los aliados, es decir, los que quedan bien, son los de siempre, Capmany, Ynestrillas, P. J. Ram¨ªrez, Gil. Ni un solo fichaje nuevo, ninguna renovaci¨®n de la panoplia. La revista carece de ambici¨®n, de aut¨¦nticos deseos de influir, es la consabida tertulia de tullidos sac¨¢ndose unas perras y amenazando al vecino con el garrote. Mario Conde ya no es lo que era. Parece un hombre derrotado que se pavonea delante de cuatro desdichados que le aguantan las batallas a cambio de un vaso de vino. Y es una mala noticia porque, si ha de haber una extrema derecha, antes Conde que Gil.
Eso s¨ª, para quienes vivimos en la Luna y amamos la antropolog¨ªa, la revista es de rigurosa utilidad. Aparece en ella un panorama n¨ªtido y puro de lo que suele denominarse injustamente "Madrid". Se habla en ella con descomunal reverencia de unos tipos desconocidos fuera de los despachos, covachuelas y clubes de la capital en los que serpentea esa fauna de s¨¢trapas y sopistas, picapleitos y se?or¨ªas que no ha variado desde los Austrias y que siguen determinando la vida de millones de espa?oles. Pero con eso tampoco se hace una extrema derecha como Dios manda. Todo lo m¨¢s, la banda de la porra.
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