Un novillero que va a por todas

Javier Casta?o anda a codazos y se le nota horrores que tiene unas ganas enormes de hacerse rico. Esto ya casi no se ve por el mundo. Lo de las ganas de hacerse rico, ?a ver qui¨¦n no!, pero lo de poner los medios para ello, sin pararse en barras y abri¨¦ndose paso a codazos all¨ª donde hace el pase¨ªllo, ya es menos com¨²n. Casta?o parece estar convencido de que el torero s¨®lo se justifica si va a por todas, y pone en pr¨¢ctica tan loable actitud a diario. Su sue?o es darles un ba?o a sus alternantes, sean quienes sean. Se queda quieto, se los pasa cerca, ?milagro!, traga todo lo tragable y, si no, pide agua para que pase; si hay voltereta, qu¨¦ se le va a hacer. A veces fallar¨¢ el temple, en ocasiones atosigar¨¢ a los novillos meti¨¦ndose entre los cuernos, pero lo que es entrega no podr¨¢ discut¨ªrsele. Su forma de hacer, todav¨ªa en los primeros pelda?os de esa larga carrera que espera a los toreros, podr¨¢ o no gustar a los paladares exquisitos, pero a ver qui¨¦n es el majo que se atreve a decir que no se justifica.

Eso de "estar en novillero" parece ser su lema, y all¨ª va, ambicioso de gloria al precio que sea. Su segundo le lastim¨® una pierna con la pezu?a, pero, quebrantado y todo, volvi¨® a quedarse quieto, a ce?irse en las embestidas y a destrozarse la taleguilla en rodillazos, circulares de esa guisa y hasta el litrazo, para asustar al personal y redondear la tarde. Dominado por ese ansia que digo, le peg¨® un cabezazo en los cuartos traseros a su primero. Ojo a Casta?o, me permito apuntar.

Lo dem¨¢s no pas¨® de discreto. Barrero banderille¨® a sus dos novillos reuniendo bien los palos por lo general, aunque no siempre cuadrando en la cara. Corrigi¨® demasiado sus posiciones al final de cada pase en el primero, padeci¨® algunos enganchones y su voluntad y alg¨²n muletazo lucido quedaron diluidos en un conjunto inexpresivo. En el cuarto comenz¨® muleteando por bajo, ech¨¢ndole sabor al asunto, pero ya erguido abus¨® del pico y de rematar los pases p'all¨¢. Entre eso y que comenz¨® a chispear, se origin¨® un cierto descontrol que no fue ¨®bice para que el paisanaje le otorgara una oreja.

Donde el paisanaje y el us¨ªa se salieron de madre fue con las dos que cort¨® Lerma. Le dieron una, pero Roda, uno de sus peones, dec¨ªa "dos, dos", la gente sigui¨® agitando pa?uelos y gritando, y el presidente volvi¨® a sacar el pa?uelo. Lerma tiene el inconveniente de su estatura. Siendo tan alto, hay que torear casi perfecto, porque, de no hacerlo, todo se nota a la legua. No logr¨® despegarse a su primero, ni en su segundo redonde¨® un trasteo merecedor de tan generoso premio.