Sensibilidad desbordada
PACO MARISCAL Desbordada la corriente, no se distingue el cauce original del r¨ªo. Unos centenares de millones de pesetas destinados a centros educativos privados, la presencia del consejero de Educaci¨®n, Manuel Taranc¨®n, en la inauguraci¨®n del curso en uno de esos centros privados m¨¢s o menos religioso y m¨¢s o menos de ¨¦lite, y las noches de septiembre, premonitorias del oto?o, que alargan su oscuridad, abrieron estos d¨ªas los grifos de unos nubarrones cargados de manifiestos, escritos, iras, grandes palabras y declaraciones de principios: escuela p¨²blica y escuela privada, ricos y pobres, conciencia social o elitismo social, control del dinero de todos y libertad en la elecci¨®n del centro donde deba aprender la muchachada valenciana, colegio laico de corte republicano y franc¨¦s y Sor Patrocinio, la hist¨®rica monja de las llagas, convertida en ¨¦mula pedagoga de Comenius, el humanista del Renacimiento preocupado por la ense?anza. Sombras desdibujadas que se prolongar¨¢n por el pr¨®ximo milenio. Qu¨¦ pena. Esas sombras dificultan contemplar el suelo donde crece o deber¨ªa crecer la masa forestal educativa, y dificultan la visi¨®n del cauce y la orilla de la escuela. Porque aqu¨ª, en primer lugar, no tenemos una ley que suponga una financiaci¨®n de los centros educativos privados, s¨®lo y cuando esos centros vengan a suplir la carencia de una prestaci¨®n escolar p¨²blica o estatal, cuando esos centros privados deban atender unas necesidades escolares que no son cubiertas por la escuela p¨²blica. Negro sobre blanco: aqu¨ª no tenemos una ley que hipot¨¦ticamente financie al Opus Dei o a la Orden Tercera de San Francisco, siempre y cuando el Opus o los franciscanistas abran una escuela en Castell de Cabres o el barrio de La Magdalena de Massamagrell, porque en la entra?able poblaci¨®n de Els Ports o en el laborioso barrio de L"Horta Nord se carece, tambi¨¦n hipot¨¦ticamente, de una escuela p¨²blica del Estado o de la Generalitat, que tambi¨¦n es Estado. No tenemos esa ley, ni ese cauce, ni esa orilla: claro como una l¨¢mpara y simple como el mon¨®tono horizonte mar¨ªtimo. Tenemos, eso s¨ª y en segundo lugar, unas leyes y un legajo legislativo, elaborado y aprobado a mediados de los a?os ochenta, que permite y facilita la subvenci¨®n, concertaci¨®n o financiaci¨®n con dinero p¨²blico de centros privados, bajo ¨¦sta o la otra condici¨®n, con ¨¦ste o con el otro requisito, con ¨¦ste o con el otro resquicio por donde se escapan y desaparecen esas condiciones y esos requisitos. De forma m¨¢s o menos solapada, la financiaci¨®n con dinero p¨²blico de los centros privados es indiscriminada y sean los centros privados de ¨¦lite o no. Finalmente, si Manuel Taranc¨®n ampl¨ªa ahora la financiaci¨®n a dichos centros privados, nos cubrimos como pla?ideras nuestra cabeza de ceniza y gritamos contra lo de siempre: la falta de sensibilidad social de la derecha, tambi¨¦n de siempre. Es nuestro derecho. Pero a las sensibilidades de pol¨¦micas izquierdas que estos d¨ªas preparan no menos pol¨¦micos congresos, cabr¨ªa insinuarles que estudiasen y debatiesen cuanto est¨¢ ocurriendo en el ¨¢mbito educativo en este aspecto, que piensen en la derogaci¨®n de leyes no apropiadas o que pueden servir como justificantes de colegios de ¨¦lite y de ricos. Que derogar leyes inapropiadas y rectificar puede ser necesario y pertinente. Aunque es todav¨ªa m¨¢s pol¨¦mico pensar que las sensibilidades congresuales est¨¦n por la labor.
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