"Hay un mont¨®n de droga en casa"
Una joven estadounidense de 16 a?os denuncia a sus padres ante la policia por cultivar marihuana en casa
Cuando los ?lvarez abrieron la puerta a la polic¨ªa, el olor que sali¨® de su casa, a pocos kil¨®metros de Washington, fue inconfundible para los agentes: marihuana. S¨®lo tuvieron que seguir el sendero que marcaba el aroma para saber que el olor ven¨ªa del s¨®tano. All¨ª estaban: 69 macetas con plantas lustrosas que dejaban una fragancia capaz de marear a cualquiera s¨®lo con acercarse.La polic¨ªa nunca habr¨ªa encontrado esa plantaci¨®n dom¨¦stica si no hubiera recibido un soplo perfectamente documentado, fotograf¨ªas incluidas. Fue la hija de los ?lvarez, de 16 a?os, quien se plant¨® en una comisar¨ªa para denunciar la particular afici¨®n de sus padres a la jardiner¨ªa interior.
Robert Jason ?lvarez y Kathleen Marie Tucker comparten la edad, 55 a?os, y una vida dedicada al activismo pol¨ªtico antinuclear. En los a?os setenta y ochenta, los dos eran figuras esenciales de esa lucha. ?l trabajaba en el Departamento de Energ¨ªa supervisando cuestiones de seguridad ambiental. Ella lleg¨® a ocupar portadas de peri¨®dicos cuando defendi¨® a Karen Silkwood, una empleada de una planta de energ¨ªa nuclear que muri¨® en un accidente de coche en 1974, cuando, precisamente, se dirig¨ªa a hablar de la seguridad en las centrales nucleares de EEUU con un periodista de The New York Times. Aquel accidente, si es que lo fue, lleg¨® a Hollywood con Meryl Streep como protagonista en la pel¨ªcula Silkwood.
Diez a?os despu¨¦s de aquel suceso, la f¨¢brica de plutonio de Oklahoma en la que trabajaba Karen Silkwood fue condenada a pagar 1,4 millones de d¨®lares (unos 220 millones de pesetas al cambio de hoy) a la familia de su empleada. La victoria en los tribunales llev¨® a Kathleen Tucker a dirigir en Washington el Instituto de Energ¨ªa y Salud, un organismo que investiga los peligros de la radiaci¨®n.
La carrera pol¨ªtica de su marido tambi¨¦n hab¨ªa despegado: ?lvarez comenz¨® a trabajar para organizaciones no gubernamentales que abogaban por la limitaci¨®n de la producci¨®n nuclear. Despu¨¦s salt¨® a la pol¨ªtica al lado del senador-astronauta John Glenn, y del Comit¨¦ de Asuntos Gubernamentales subi¨® al Departamento de Energ¨ªa en forma de asesor. Ahora ha sido despedido. Dado que el suyo era un cargo de designaci¨®n directa, quienes le se?alaron con el dedo dicen ahora que han "perdido la confianza" en ¨¦l por el asunto de la marihuana.
Kerry Tucker, la hija adolescente de los ?lvarez, denunci¨® a sus padres a mediados de agosto. "Hay un mont¨®n de drogas en casa", dijo a la polic¨ªa, y les entreg¨® fotograf¨ªas de las plantas por si pensaban que su denuncia era una venganza por alguna pelea familiar.
La polic¨ªa esper¨® unos d¨ªas hasta conseguir una orden judicial que les asegurara la entrada en el domicilio de este matrimonio, "respetado en el barrio", como destaca la prensa local. Kathleen Tucker abri¨® la puerta y dej¨® escapar en forma de perfume la prueba m¨¢s irrefutable del delito.
En el s¨®tano hab¨ªa herramientas de jardiner¨ªa e iluminaci¨®n artificial junto a botes con semillas listas para su plantaci¨®n. En su habitaci¨®n ten¨ªan marihuana en peque?as cajas de metal junto a un cargamento de papel de fumar. Por si las pistas no fueran suficientes, tambi¨¦n hab¨ªa una peque?a biblioteca con manuales sobre el arte de la plantaci¨®n de la marihuana, en el que hab¨ªan desarrollado gran habilidad.
Detenidos por fabricaci¨®n, posesi¨®n y distribuci¨®n de marihuana, su abogado asegura que los cargos son menores y quedar¨¢n en nada ante el juez. Otros piensan que el matrimonio se arriesga a una pena de varios a?os de c¨¢rcel. El letrado garantiza que plantaban marihuana para usarla de forma terap¨¦utica contra los dolores musculares cr¨®nicos que sufre Kathleen Tucker. El matrimonio ha contratado abogados separados, lo que indica que ser¨¢ uno de ellos (ella, posiblemente) quien asuma toda la culpa.
Los ?lvarez quedaron en libertad, pero un juez les arrebat¨® temporalmente la custodia de su hija y estableci¨® que en ning¨²n caso pueden contactar con ella. La chica se march¨® a vivir a casa de unos amigos hasta que el lunes el magistrado decidi¨® que pod¨ªa volver a vivir con sus padres con una condici¨®n: no pueden hablar del caso. La polic¨ªa inform¨® de que la detenci¨®n de los ?lvarez no es un caso aislado, y que reciben denuncias similares una vez por mes.
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