?Instituci¨®n nacional?
Hoy se constituye la Asamblea de Electos del Pa¨ªs Vasco, iniciativa del Pacto de Estella, en la proximidad cronol¨®gica al aniversario de la tregua y bueno ser¨ªa que, en vez de prolongar la meditaci¨®n acerca del pasado o de pensar lo que podr¨ªa haber sucedido y no pas¨®, trat¨¢ramos de dar un paso hacia el futuro. Lo primero que quiz¨¢ podr¨ªa abandonarse es la propensi¨®n al clich¨¦ que ha invadido los juicios de todos los sectores durante un a?o. A estas alturas, parece indudable que lo que ha sucedido no es una "tregua-trampa" de ETA ni la "ilusi¨®n" es un sentimiento, m¨¢s o menos averiado, de tan s¨®lo los partidos nacionalistas. No ha existido nunca un "frente" nacionalista propiamente dicho, dadas las divergencias internas, ni tampoco el PNV se ha entregado atado de pies y manos a su adversario. De la misma manera, tampoco puede decirse que "Madrid" sea el obst¨¢culo que impida cualquier soluci¨®n satisfactoria o que, s¨²bitamente entusiasmado por la tregua, el electorado vasco haya perdido la pluralidad que le caracteriz¨® siempre y as¨ª parece que vaya a seguir hasta el final de los siglos. Aventar todas estas f¨®rmulas simplic¨ªsimas s¨®lo es un primer paso, porque tambi¨¦n ser¨ªa necesario abandonar un tono exasperado de debate que el mero paso del tiempo convierte en injustificable. En un terreno muy distinto -l¨¦anse algunas columnas escritas sobre el proceso a G¨®mez de Lia?o-, hay ciertos g¨¦neros de leninistas de sal¨®n que no s¨®lo no creen en las instituciones judiciales, sino que se les ve directamente interesados en el tiro en la nuca al supuesto adversario medi¨¢tico. Conviene que este tipo de patolog¨ªa psiqui¨¢trica no invada el debate sobre el futuro del Pa¨ªs Vasco, en el que, al margen de la violencia, a menudo un antinacionalista radical tiene puntos de contacto con un nacionalista radical. Esto vale, por ejemplo, para quienes reclaman solidaridades que no siempre justifican. Ni siquiera la primac¨ªa en el dolor asegura la calidad del juicio pol¨ªtico.
El caso, adem¨¢s, no es nuevo. En sus memorias, Francisco Ayala ha recordado que en 1936 las insensateces sol¨ªan venir encadenadas en series dial¨¦cticas entre los dos bandos. Claro est¨¢ que despreciar a las v¨ªctimas del terrorismo o colocar a quien ha cometido atentados en una comisi¨®n de Derechos Humanos es inaceptable, pero eso no debiera servir para descalificar al PNV, sobre cuyas espaldas necesariamente recae el peso principal de suturar la herida abierta en el Pa¨ªs Vasco. Y as¨ª hasta el infinito: cualquier juicio que parte de atribuir al otro lo que nos imaginamos en vez de lo que hemos constatado con frialdad no hace sino estimular esa cadena de reproches exasperados protagonizados por pol¨ªticos o escritores en vez de responder a la existencia de di¨¢logo que nace de las plataformas aut¨®nomas de la sociedad vasca.
As¨ª, por ejemplo, la Asamblea de Electos no debiera ser considerada como una f¨®rmula al margen de la Constituci¨®n o el Estatuto, sino como un procedimiento para la "construcci¨®n nacional" -o primera "instituci¨®n" de este g¨¦nero, tal como se denomina por los convocantes- poco propicia para producir los resultados apetecidos por ellos mismos. Nacida del Pacto de Estella, la Asamblea ofrece curiosos paralelismos con el Estatuto de la misma ciudad en 1931: ha sido el procedimiento para la recuperaci¨®n de la iniciativa del nacionalismo, pero carece del apoyo de las grandes capitales y est¨¢ muy lejos de la unanimidad entre las fuerzas pol¨ªticas. Con esos mimbres poco cesto se puede construir, con el agravante de que se fomenta el hosco inmovilismo de la otra parte.
?No ser¨ªa ya el momento de dar un paso adelante sin que cada lado siguiera esperando a condenar cualquier iniciativa del otro? Se pod¨ªa empezar por lo obvio y debido hace tiempo: abandono total e irreversible de la violencia y presos en Euskal Herria. A continuaci¨®n habr¨ªa que concluir con los fantasmas de los "frentes" antag¨®nicos, y nada mejor para ello que una Mesa de partidos sin exclusiones de ning¨²n tipo. Luego, vendr¨ªa un tercer paso que no tiene por qu¨¦ ser independencia o autodeterminaci¨®n, sino consulta a cambio de paz definitiva. Todo esto dista de ser un imposible: todo el mundo sabe que es lo contrario por m¨¢s que se avance con una lentitud exasperante.
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