Bigas Luna reduce el enigma de Goya y la duquesa de Alba a un sopor¨ªfero galimat¨ªas
El filme chino 'La ducha' y el portugu¨¦s 'Jaime' rozan con m¨ªnimos medios la perfecci¨®n
Volav¨¦runt comienza por todo lo alto, con un precioso, aunque por desgracia tambi¨¦n algo preciosista, largo viaje en carroza de la c¨¦lebre duquesa Cayetana de Alba y su corte -en la que se mov¨ªa su pintor y amante ocasional Francisco de Goya, a quien por lo visto ella llamaba Francho- a uno de sus imperios privados en la Andaluc¨ªa de finales del siglo XVIII.La pantalla quiere entonces darnos algunos aromas de Visconti y casi lo consigue, aunque esto no tenga demasiado m¨¦rito. Pero a lo que realmente huelen estas im¨¢genes iniciales de Volav¨¦runt, y todas las restantes, es a las espuertas de dinero, a los 1.200 millones de pesetas que hay detr¨¢s del brillante ejercicio de cine ornamental manejado por Bigas Luna y su equipo. Pero el ¨¢cido de la sabidur¨ªa antigua vuelve a hacer estragos y el dicho "aunque la mona se vista de seda, mona se queda" asoma el hocico y muerde.
Indiferencia
A la media hora, o poco m¨¢s, de aventura latifundista andaluza y luego de intriga palaciega madrile?a, los ojos del espectador resbalan indiferentes por encima de las sedas de los ropajes y de los terciopelos de los divanes; e indaga con avidez bajo los suaves trapos y las doradas estancias, a ver qu¨¦ de alma, qu¨¦ de vida, qu¨¦ de poema, qu¨¦ de enigma, qu¨¦ de cine hay en la traducci¨®n al lenguaje del celuloide de la millonada puesta en imagen. Y no encuentra nada o, endureciendo el giro, encuentra la nada.
Habr¨¢ que hablar pronto con detalle de este primer oro convertido en barro de la cosecha del cine espa?ol de este a?o. Basta por ello ahora enunciar en esta cr¨®nica de urgencia a vuelapluma que es dif¨ªcil imaginar un gui¨®n peor hecho y dicho que el que sostiene el armaz¨®n de Volav¨¦runt, que es inexplicable que quien hizo un trabajo tan exquisito y preciso de direcci¨®n coral de actores como el de La camarera del Tit¨¢nic nos endose ahora un reparto de rostros de lujo disperso y torpe; que quien se las arregl¨® para dar la vuelta, en un giro de gran talento y buen pulso de direcci¨®n, en el anterior filme, d¨¦ en ¨¦ste una lecci¨®n de c¨®mo no hay que volver del rev¨¦s un itinerario narrativo, pasando de un buen arranque de cine hist¨®rico descriptivo a un mal desarrollo dram¨¢tico y un penoso desenlace de p¨¦simo cine detectivesco, como si el incongruente galimat¨ªas de Volav¨¦runt lo comenzase Men¨¦ndez Pidal y lo terminase Agatha Christie.
Y este pobre ejercicio de riqueza choc¨® ayer aqu¨ª con la doble lecci¨®n de lujoso ejercicio de pobreza con que nos deslumbraron las m¨ªnimas y perfectas pel¨ªculas portuguesa y china, tituladas Jaime y La ducha, pagadas con cuatro monedas de cobre, rodadas a salto de sem¨¢foro en las calles de Oporto y de Pek¨ªn, escritas con tinta destilada de la sangre de este tiempo, filmadas con c¨¢maras sedientas de verdad, dirigidas por cineastas (Antonio-Pedro Vasconcelos y Zhang Yang, respectivamente) de mirada generosa, dotados del don de la transparencia y de la sencillez en la captura de los huidizos vaivenes del comportamiento de la gente com¨²n e interpretadas en pleno acuerdo con las leyes sagradas de la armon¨ªa por largos repartos en los que no se observa ni una m¨ªnima quiebra, ni un m¨ªnimo desajuste, ni un peque?o chirrido de vacilaci¨®n o de mal engrasamiento.
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