Emociona una pel¨ªcula sueca por el intenso idilio de sus int¨¦rpretes
Otra gran creaci¨®n es la de la protagonista de la dolorosa obra australiana 'Soft fruit'
La actriz australiana Jeanie Drynan, dirigida por Christina Andreef, logra en Soft fruit representar una terrible agon¨ªa con tanto humor y buen gusto que llena el amargo relato de un sorprendente aire consolador. Pero, en registros muy distintos, Rolf Lassgard y Helena Bergstr?m dan en el filme sueco Bajo el sol un recital de cine l¨ªrico perfecto, bordando un idilio inolvidable que hay que situar entre los momentos de cine de amor m¨¢s emocionantes de los ¨²ltimos a?os.
Ambas pel¨ªculas convirtieron la jornada de ayer en una sesi¨®n monogr¨¢fica dedicada a la vieja e infatigable ecuaci¨®n po¨¦tica entablada desde hace milenios entre el amor y la muerte. En la pel¨ªcula australiana, lejos del sexo, el campo de la pugna se entabla entre una esposa irlandesa llena de irresistible optimismo, capaz de aguantar sin dejar de gozar de la vida, y de derrochar humor y amor por sus hijos, la pu?alada de un devastador c¨¢ncer terminal que acaba con ella pero no con su alegr¨ªa de vivir.Las rendijas del car¨¢cter por las que esta alegr¨ªa brota a trav¨¦s del rostro orondo y guapo de Jeanie Drynan son las mismas por las que emerge en contrapunto su dolorida queja, lo que convierte la actuaci¨®n de esta notable mujer en un minucioso contrapunto entre la risotada y el grito, opciones extremas que ella usa con un sentido de la gradualidad que roza lo perfecto. Asunto nada f¨¢cil, toda una prueba de fuerza que Jeanie Drynan resuelve sin la menor afectaci¨®n y sin emplear nunca en las cartas marcadas del petetismo gestual. Gran actriz, rodeada por un coro familiar vocinglero y pele¨®n, que proporciona a esta moribunda mujer de casta irlandesa y con optimismo de granito la mejor r¨¦plica que pueda imaginarse.
Muy lejos de este juego a un noble esperpento, el hombre y la mujer enamorados de la pel¨ªcula sueca Bajo el sol se hablan entre s¨ª de forma que acaricia nuestro o¨ªdo, en el polo contrario de la rica estridencia irlandesa de Jeanie Drynan y sus alborotados hijos, a la suave manera sueca de hacer prodigios de elocuencia en voz baja, muy baja, casi inaudible.
El lenguaje del silencio
S¨®lo una vez Helena Bergstr?m y Rolf Lassgard elevan s¨²bitamente el tono de la voz y dejan que se asome por sus ojos un destello de violencia. Pero es s¨®lo eso, un destello, y, como tal, pasajero, huidizo, lo que les proporciona la ocasi¨®n de introducir en su trabajo una buena dosis de sutileza funcional, no rebuscada. Si la estupenda actriz irlandesa hace malabarismos en la graduaci¨®n exterior, hecha a brochazos de talento histri¨®nico, de su composici¨®n, sus colegas suecos van m¨¢s all¨¢, porque se meten en frondosidades en las que es mas dif¨ªcil orientarse, pues no se mueven, como aqu¨¦lla, en la tierra firme del gesto expl¨ªcito, sino en el resbaladizo territorio del gesto sugeridor, casi imperceptible, en el reino de esa compleja elipsis que es la interpretaci¨®n interior, no gestuada, no explicitada. Su lenguaje est¨¢ lleno de silencios, de medias voces o, parafraseando a Ingmar Bergman, de un solo grito y mil susurros.
En San Sebasti¨¢n, como en todos los escaparates del cine moderno, estamos viendo surgir de forma vertiginosa admirables int¨¦rpretes. La mayor¨ªa proceden de los teatros sin norma ni deuda con el poder pol¨ªtico y la dramaturgia convencional, que son la misma cosa, y llevan dentro la sangre del cine que viene. Ayer aparecieron tres rostros casi desconocidos que desde ayer se han hecho inolvidables. No son los ¨²nicos que hemos visto estos d¨ªas aqu¨ª, ni probablemente ser¨¢n los ¨²ltimos que veamos.
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