Las excusas entierran el f¨²tbol

El partido fue pr¨®digo en excusas para enmascarar un f¨²tbol infame. Primero fue el viento, que otorgaba al bal¨®n una velocidad de v¨¦rtigo; despu¨¦s la expulsi¨®n de Guerrero, que desequilibraba num¨¦ricamente la disputa. El mutis del capit¨¢n rojiblanco oblig¨® a Luis Fern¨¢ndez a prescindir de su ¨²nico valor ofensivo, Urzaiz, y enviar al equipo a la profundidad de la mina. Despu¨¦s, Goikoetxea, t¨¦cnico del Numancia, retir¨® a Iv¨¢n Rocha a sabiendas de la mala lectura que suele hacer de los partidos, y la tendencia del ¨¢rbitro a equilibrar los n¨²meros. El f¨²tbol estaba unos metros fuera de la l¨ªnea del campo. Dentro, s¨®lo ol¨ªa a sudor, nunca a f¨²tbol.Ten¨ªa el Athletic la memoria fresca de c¨®mo se juega en inferioridad n¨²merica. El Madrid, una semana antes, le dict¨® dos clases b¨¢sicas: juntar l¨ªneas y apoderarse del bal¨®n. Pero el Athletic s¨®lo aprendi¨® la primera. Su desprecio por esa cosa redonda imprescindible en el f¨²tbol fue absoluto. La ausencia de Guerrero no s¨®lo le hizo inferior en n¨²mero, sino en inteligencia; la de Urzaiz, le dej¨® sin expectativas de gol.

El Numancia es un colectivo en el que prevalece el ¨¢nimo y s¨®lo encuentra alg¨²n amparo futbol¨ªstico en el zigzagueo de Babu o Mor¨¢n, dos futbolistas atrevidos, pero menores. En 40 segundos le meti¨® el miedo en el cuerpo el Athletic con una oportunidad de Etxeberria que fall¨® de forma clamorosa. Necesit¨® un cuarto de hora para recuperarse del susto. El Athletic, buen samaritano, le asisti¨® convenientemente.

Probablemente, el equipo bilba¨ªno sea uno de los que peor defienden. Desordenado, pierde el sitio con una facilidad asombrosa; cuando recula, se pega a su portero como una lapa y deja la maniobra para el rival. Una defensa de choque para un f¨´tbol que ya no existe. Ayer la obsesi¨®n del gigante Ojeda le cost¨® un gol. Larrainzar, con ojos s¨®lo para el delantero argentino (ya atendido por Alkorta), dej¨® que el centro cruzado llegara a los pies de Pacheta que marc¨® a placer. Los balones cruzados son una asignatura hist¨®ricamente suspendida por el Athletic.

La obsesi¨®n del Numancia por Urzaiz estaba justificada. Su pugna con Rocha resultaba espectacular, incluso dolorosa para ambos. La primera vez que gan¨® el salto el delantero espa?ol, clav¨® el gol.

Entre ambas jugadas, s¨®lo el viento ten¨ªa protagonismo, culpado injustamente de la desidia y el matrato que ambos equipos otorgaban al bal¨®n. El Athletic porque lo golpeaba con sa?a, buscando extra?amente el juego a¨¦reo de Joseba Etxeberria (cosas que pasan) y el Numancia porque le faltaba tacto para cuidarlo como era menester.

Al Numancia, adem¨¢s, le falta gol. Ojeda, con sus 195 cent¨ªmetros de altura, result¨® m¨¢s eficaz jugando con los pies. Pero no tiene gol. Se plant¨® ante Imanol Etxeberria y disparo fuerte y mal.

Despu¨¦s, el partido se adentr¨® en el terreno de las excusas. Sin Guerrero en el campo (antes de la expulsi¨®n su constancia fue ¨²nicamente num¨¦rica), el Numancia se produjo con criterio, pero sin eficacia. Goikoetxea retir¨® a Ivan Rocha, aburrido sin Urzaiz, y dio entrada a Morales, un delantero que hace de la hiperactividad su principal argumento. En tres ocasiones top¨® el Numancia con Imanol Etxeberria, en acciones inmejorables de gol a las que respondi¨® el portero con notable serenidad. El Numancia apelar¨¢ a la excusa de que jugar contra diez reduce los espacios; el Athletic entonar¨¢ el himno del sudor. Pero al primero le falta gol y al segundo, talento. Por eso no hubo f¨²tbol, porque era un asunto tangencial en un partido plagado de contingencias