El debate sobre el derecho de injerencia en misi¨®n humanitaria divide a la ONU
ENVIADO ESPECIALEl derecho de injerencia por motivos humanitarios divide a la ONU. Con el trasfondo de la guerra de Kosovo, la tragedia de Ruanda o las matanzas de Timor Oriental, la Asamblea General ha abierto un debate en el que est¨¢ en juego la paz y la guerra. Es decir, qui¨¦n tiene el poder de hacerlas. Un frente formado por potencias nucleares como Rusia, India y China, junto con Colombia, Cuba y Venezuela, se constituye contra la idea de Kofi Annan, EEUU y los Gobiernos europeos.
En el fondo palpita la preocupaci¨®n por la hegemon¨ªa planetaria de Estados Unidos, cuyo armamento est¨¢ una o dos generaciones por delante de la del resto del mundo, y la necesidad de reforma de Naciones Unidas. Todos los pa¨ªses parecen favorables pero nadie sabe c¨®mo hacerla. En el centro de la pol¨¦mica est¨¢ el derecho de veto que mantienen las potencias ganadoras de la II Guerra Mundial en el Consejo de Seguridad y que no est¨¢n dispuestas a ceder.El guante del debate fue arrojado por el propio secretario general, Kofi Annan, en su informe a la Asamblea General que abri¨® el actual periodo de sesiones y los Estados se han apresurado a recogerlo. Annan suscit¨® ante los delegados la responsabilidad moral de una generaci¨®n que asisti¨® impasible al genocidio de Ruanda, se dividi¨® sobre la intervenci¨®n militar en Kosovo y ha vuelto a unir sus voluntades ante la crisis de Timor Oriental. "Desde Sierra Leona a Sud¨¢n, de Angola a los Balcanes, de Camboya a Afganist¨¢n, existe un gran n¨²mero de pa¨ªses que necesitan algo m¨¢s que palabras de simpat¨ªa de la comunidad internacional", afirm¨® el secretario general de la ONU.
Pero el derecho humanitario de injerencia, tal como es ejercido por algunas grandes potencias, es para China o para Cuba una nueva versi¨®n de la "diplomacia de la ca?onera" que el imperio brit¨¢nico despachaba durante el siglo XIX cuando sus intereses se ve¨ªan amenazados. El canciller chino Tang Jiaxuan, como el ruso, Igor Ivanov, o el indio, Jaswant Singh, consideran que es muy peligroso jugar con el concepto de soberan¨ªa nacional. Estas tres potencias nucleares, ya de segundo orden, tienen dentro de sus fronteras graves problemas -Tibet, Daguest¨¢n y Cachemira son s¨®lo tres ejemplos- y temen que puedan ser utilizados en nombre de la defensa de los derechos humanos.
El presidente de Colombia, Andr¨¦s Pastrana, cuyo pa¨ªs padece una guerra civil larvada con frentes difusos en los que se mezclan la guerrilla, los paramilitares y el narcotr¨¢fico, hizo tambi¨¦n una contundente intervenci¨®n ante la Asamblea General en contra de la "injerencia o intervenci¨®n extranjera" en los asuntos internos. El propio Pastrana reconoci¨® que obervaba con preocupaci¨®n "la creciente ola de rumores infundados sobre intervenciones militares en Colombia, con el prop¨®sito de ayudar" a su pa¨ªs "en la lucha en la que est¨¢ empe?ado". Colombia, se?al¨®, rechaza cualquier intervenci¨®n.
El problema de fondo radica en qui¨¦n y c¨®mo decide que se est¨¢ produciendo una violaci¨®n masiva de los derechos humanos que merece una intervenci¨®n de la comunidad internacional. Todos los ojos se vuelven entonces hacia el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas donde el derecho de veto ha impedido en m¨¢s de una ocasi¨®n, y no s¨®lo en Kosovo, la intervenci¨®n militar bajo bandera de las Naciones Unidas.
Alemania, que busca un lugar en la comunidad internacional apropiado a su creciente peso pol¨ªtico y econ¨®mico en el mundo, reconoci¨® ante la Asamblea General que el caso de Kosovo debe ser considerado como "una excepci¨®n y no servir como precedente para debilitar el monopolio del Consejo de Seguridad en la utilizaci¨®n legal de una fuerza internacional". El ministro alem¨¢n de Exteriores, Joschka Fischer, que no oculta el deseo de su Gobierno de tener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad, dijo que las intervenciones humanitarias no pueden ser un pretexto para una intervenci¨®n militar en el exterior. Ello "llevar¨ªa a abrir la puerta a un uso arbitario del poder y nos retrotraer¨ªa al siglo XIX".
Fischer lanz¨® una oferta sugerente. No s¨®lo cambiar la composici¨®n del Consejo de Seguridad, ampli¨¢ndolo, sino tambi¨¦n introducir la obligaci¨®n de que los pa¨ªses que ejerzan el derecho al veto tengan que explicarlo ante la Asamblea General.
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