El debate m¨¢s viejo del mundo

El presidente regional, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, del PP, abog¨® el pasado jueves por regular la prostituci¨®n. En 1984 plante¨® una idea similar Juan Barranco, ex alcalde socialista. El actual regidor de la capital, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, del PP, (quien acaba de descartar el proyecto de acondicionar una zona de la Casa de Campo para el oficio m¨¢s viejo del mundo) afirm¨® el viernes que hace ocho a?os ¨¦l tambi¨¦n quiso regularlo. El debate para considerar la prostituci¨®n como un trabajo reconocido por la Seguridad Social se est¨¢ abriendo paso en Europa con desigual resultado: en Suecia, por ejemplo, ha entrado este a?o en vigor una ley que protege socialmente a las prostitutas y que, curiosamente, penaliza con multas a los clientes que demanden sus servicios.Por otra parte, los tratados internacionales firmados por Espa?a para erradicar las diferentes formas de violencia ejercida contra las mujeres hacen inviable una normativa que regule la prostituci¨®n sin que previamente se erradique a los proxenetas. Sin embargo, en la Casa de Campo el comercio sexual est¨¢ controlado por redes de tr¨¢fico de personas que introducen en Espa?a a inmigrantes ilegales con la promesa de un trabajo estable. En este contexto, la propuesta del presidente regional ha suscitado cr¨ªticas y cautela en los colectivos que trabajan por las mujeres.

"Nos parece muy bien que el presidente haya empezado a reflexionar sobre el oficio m¨¢s viejo del mundo, pero lo primero que hay que hacer es aclarar el discurso y saber de qu¨¦ estamos hablando", dice ?ngeles D¨ªaz, presidenta del Consejo de la Mujer. "Yo creo", contin¨²a, "que lo que quieren es tapar el problema; no estamos a favor de los guetos que ocultan lo que no gusta a la sociedad. Por muchas alfombras que pongan, muchas duchas y muchos lujos, al final esas mujeres est¨¢n haciendo lo mismo: vender su cuerpo".

"Qu¨¦ casualidad que sean siempre los hombres los que se plantean regularizar la prostituci¨®n", apunta la ex ministra de Asuntos Sociales Matilde Fern¨¢ndez, portavoz adjunta del grupo municipal socialista y diputada nacional. "A m¨ª me repele eso de regularizarlas, las mujeres no desean vivir de la prostituci¨®n. Es una salida por la que optan ante la ausencia de otras". Por ello, Fern¨¢ndez reclama medidas de prevenci¨®n. Y a?ade: "En el presupuesto del Ayuntamiento se destina una cantidad rid¨ªcula, 150 millones, para la atenci¨®n a las prostitutas mediante convenios que duran tres y cuatro a?os".

"Parece que la prostituci¨®n de la Casa de Campo ha surgido por emanaci¨®n espont¨¢nea", resalta In¨¦s Saban¨¦s, portavoz de IU en el Ayuntamiento de Madrid. "Los responsables del PP s¨®lo hablan de las mujeres y no de los clientes, cuando la realidad es que la derecha siempre ha favorecido ese tipo de comercio. Hay que ir necesariamente a una visi¨®n estatal que proteja a las mujeres que denuncian las redes de tr¨¢fico", concluye.

La abogada Mar¨ªa Jos¨¦ Varela explica, por su parte: "No hay ninguna otra tarea que afecte tanto a la integridad del yo como el ejercicio de la prostituci¨®n. Recuerdo que una mujer que trabajaba con clientes de clase alta me dec¨ªa que lo peor de los hombres no es cuando se acuestan, es cuando se levantan: te echan una mirada que te denigra. La prostituci¨®n es el machismo en su m¨¢xima expresi¨®n", remacha.

Partiendo de esa premisa, esta letrada mantiene que la actitud frente a la prostituci¨®n debe ser de "tolerancia con las mujeres, que sufren sus consecuencias, y de intolerancia con los clientes", que son, en definitiva, "el motor de ese mercado". Por ello, Varela ver¨ªa bien una normativa que, como la sueca, multe a los clientes. "Las prostitutas constituyen un sector social tan fr¨¢gil que cuando las violan, los jueces archivan la denuncia; su palabra no es cre¨ªble, aunque ante la ley son iguales a otras mujeres", dice Varela, miembro de la Asociaci¨®n de Mujeres Abogadas y Juristas Themis. Amal¨ªa G¨®mez, del PP, y secretaria general de Asuntos Sociales, eludi¨® pronunciarse sobre la propuesta de Ruiz-Gallard¨®n.