La sensibilidad ?anestesiada?
Este domingo inicia el peri¨®dico la publicaci¨®n de un coleccionable, Inventos del milenio, sobre los hallazgos t¨¦cnicos o cient¨ªficos "que han marcado nuestra vida".A lo largo de la semana se ha emitido en las distintas cadenas de televisi¨®n un anuncio publicitario en el que pod¨ªa verse a un grupo de m¨¦dicos dispuestos a intervenir el cr¨¢neo de un paciente, hasta que uno de los sanitarios simula propinar un golpe al enfermo, con un bate de b¨¦isbol, sin que se vea el golpe y mientras se escucha una voz que pregunta: "?Qu¨¦ pasar¨ªa si no se hubiese inventado la anestesia?".
La intenci¨®n humor¨ªstica de las im¨¢genes es tan obvia que no necesita comentarios.
Pero el humor puede provocar efectos contraproducentes, y el hecho cierto es que el Defensor ha recibido un buen n¨²mero de protestas -fundamentalmente por tel¨¦fono, pero tambi¨¦n por correo electr¨®nico- porque consideran que el anuncio es innecesariamente violento.
No se trata de ning¨²n texto informativo o publicitario incluido en el peri¨®dico, y en ese sentido, el asunto queda fuera de los m¨¢rgenes del Estatuto del Defensor del Lector.
Pero escudarse en una interpretaci¨®n rigurosa de las normas internas del peri¨®dico pudiera parecer un desaire innecesario a los lectores que han pedido amparo.
Los razonamientos discrepantes han sido parecidos: se trata de im¨¢genes "innecesariamente violentas" o "de mal gusto". Otros hablan de "campa?a agresiva", "violencia gratuita", y alguno ha se?alado el impacto negativo que el anuncio pod¨ªa provocar entre personas que deben someterse a una intervenci¨®n quir¨²rgica, o entre familiares de cualquiera que est¨¦ a punto de pasar por este trance.
Varias de las protestas se?alaban como desafortunada la utilizaci¨®n de un bate de b¨¦isbol para simular el golpe de efectos anest¨¦sicos, por entender que es una imagen ligada a los agresores de extrema derecha en muchos pa¨ªses.
Por fin -y este extremo preocup¨® especialmente al Defensor-, alg¨²n lector hizo notar el impacto que el anuncio pod¨ªa producir entre los ni?os, incapaces, seg¨²n ellos, de discernir si la escena rodada era realidad o ficci¨®n.
Es indudable que el anuncio trataba de producir una conmoci¨®n entre los telespectadores y que trat¨® de captar la atenci¨®n con algo inusual. En definitiva, utilizaba la f¨®rmula que define al chiste: romper la l¨®gica a trav¨¦s de una proposici¨®n disparatada para provocar la hilaridad.
El disparate, a todas luces, es que a un m¨¦dido se le ocurra golpear a un paciente para que pierda la consciencia.
Resulta dif¨ªcil imaginar ni siquiera un atisbo de realidad tras contemplar una imagen tan intencionadamente desmesurada. Sin duda, ¨¦se debi¨® ser el prop¨®sito de los creadores del anuncio: dejar clara la broma a trav¨¦s del exceso.
Incluso admitiendo, como hip¨®tesis, que alguien identificase con un anestesista al furibundo actor que simula golpear al paciente -golpe que no se incluye en la filmaci¨®n-, estar¨ªamos ante una secuencia de menor agresividad que muchas de las que pueblan a diario la programaci¨®n televisiva.
En este sentido, el Defensor piensa que hablar de incitaci¨®n a la violencia, como han hecho dos lectores, resulta a todas luces excesivo. Es tan obvio el desprop¨®sito de la escena, que s¨®lo puede calificarse como una muestra de humor negro.
Es mucho m¨¢s discutible el impacto que pueda causar entre ni?os, aunque la realidad muestra que una buena parte de los dibujos animados infantiles est¨¢n repletos de los golpes m¨¢s violentos y que los personajes de este tipo de pel¨ªculas se ven sometidos a las atrocidades m¨¢s crueles.
El Defensor sabe que estos contenidos han sido seriamente cuestionados, pero conviene citar el ejemplo para aventurar que muchos ni?os pueden discernir entre la violencia real y la de ficci¨®n.
Pero no se trata de encontrar justificaciones. El hecho cierto es que un buen n¨²mero de lectores se han sentido molestos por el anuncio y eso basta -al margen de matices y reflexiones- para llegar a la conclusi¨®n de que no estamos ante una publicidad afortunada.
El que un buen n¨²mero de personas hayan interpretado la escena del golpe en el quir¨®fano como una manifestaci¨®n de violencia y el que personas adultas crean que el intento de humor negro ha ido m¨¢s alla de lo tolerable, debe bastar para que el Defensor se haga eco de sus razones, las traiga a su columna semanal y pida abiertamente disculpas a cualquiera que se haya visto contrariado por el anuncio.
Es posible que muchos lectores del peri¨®dico ni siquiera hayan tenido ocasi¨®n de verlo. Es evidente que no estamos ante im¨¢genes ofrecidas por el diario, pero s¨ª ante una promoci¨®n publicitaria cuyo responsable ¨²ltimo es EL PA?S.
La existencia de la figura del Defensor no es es sino la manifestaci¨®n expl¨ªcita del respeto que el peri¨®dico mantiene hacia sus lectores, con un cauce para que expresen sus discrepancias o hagan llegar sus advertencias.
Unas y otras se han formulado en esta ocasi¨®n con suficiente claridad para que se expongan aqu¨ª.
La disculpa -que el director del peri¨®dico comparte expresamente a trav¨¦s del Defensor- no es un ejercicio ret¨®rico, sino la admisi¨®n expresa de un error. Involuntario, pero cierto, a la vista del resultado.
Es tan distinta la sensibilidad de los lectores, que algunos han cre¨ªdo moment¨¢neamente anestesiada la del peri¨®dico.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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