Franco y Pinochet
Unos meses antes del refer¨¦ndum de 1988 tuve la ocasi¨®n de visitar Chile por primera vez, invitado por varias instituciones acad¨¦micas. Durante dos semanas dict¨¦ varias conferencias, me entrevist¨¦ con representantes de todos los partidos de la oposici¨®n, legales unos, semilegales otros, y, con muchas dificultades, incluso con alguno ilegal, habl¨¦ con altos representantes de la Iglesia, y me reun¨ª con directivos del Colegio de Abogados de Santiago y con las autoridades de distintas Universidades. Cuando pas¨¦ el control de entrada en el aeropuerto no hab¨ªa ninguna ficha con mi nombre. Cuando sal¨ª, quince d¨ªas despu¨¦s, ya estaba fichado.El tema fundamental de mis charlas y de mis discusiones era la transici¨®n pol¨ªtica en Espa?a. Empezaban a abrirse posibilidades de cambio en Chile y todos quer¨ªan ver si hab¨ªa o no semejanzas con nuestra transici¨®n y si se pod¨ªan extraer de ella experiencias y lecciones para su propio cambio pol¨ªtico. Hice lo que pude, pero en todas mis conferencias y entrevistas les advert¨ª que, por muchas que fuesen las posibles similitudes entre uno y otro proceso, hab¨ªa dos diferencias fundamentales.
La primera era que nosotros hab¨ªamos iniciado y completado la transici¨®n con Franco muerto y ellos la tendr¨ªan que iniciar y pilotar con su Franco vivo. La segunda, que en Espa?a hab¨ªan transcurrido cuarenta a?os desde la guerra civil y que en Chile el golpe militar que acab¨® con la democracia era todav¨ªa muy reciente. En Espa?a hab¨ªan entrado en escena nuevas generaciones, las memorias de nuestra espantosa guerra segu¨ªan vivas pero m¨¢s alejadas de la vida cotidiana, las Fuerzas Armadas eran todav¨ªa un reducto del franquismo pero ya no estaban en condiciones de imponer un r¨¦gimen militar y, adem¨¢s, est¨¢bamos en una nueva Europa, que lam¨ªa sus terribles heridas pero que se encaminaba hacia un nuevo proyecto de paz, de uni¨®n y de prosperidad. En Chile, en cambio, las memorias eran inmediatas, las heridas todav¨ªa no se hab¨ªan curado, las Fuerzas Armadas segu¨ªan siendo el factor fundamental de la vida pol¨ªtica y en el continente americano persist¨ªa la presi¨®n de Estados Unidos para alimentar una guerra fr¨ªa que no admit¨ªa concesiones ni aperturas y met¨ªa todo lo que no le gustase en el caj¨®n del "comunismo internacional".
Las consecuencias de todo ello eran, pues, bastante previsibles. El refer¨¦ndum estaba ah¨ª y por muchas que fuesen las barreras y las manipulaciones hab¨ªa que participar en ¨¦l y luchar a fondo para ganarlo. Pero, a¨²n en el caso de una victoria de la oposici¨®n, era indudable que Pinochet tendr¨ªa un margen de maniobra considerable y podr¨ªa blindarse pol¨ªtica y personalmente contra toda exigencia de responsabilidades. Y esto es lo que ocurri¨®. Despu¨¦s de la victoria de los dem¨®cratas, Chile entr¨®,sin duda, en una aut¨¦ntica transici¨®n a la democracia, pero no una transici¨®n amplia y abierta sino recortada en muchos aspectos esenciales, vigilada por unas Fuerzas Armadas que segu¨ªan teniendo un protagonismo pol¨ªtico esencial y con un Pinochet que, protegido como Jefe Supremo y despu¨¦s como Senador perpetuo, e inmune ante toda acci¨®n de la justicia, segu¨ªa siendo el punto de referencia fundamental de los que se resist¨ªan a un aut¨¦ntico cambio.
El resultado de todo ello es bien conocido. Chile ha avanzado mucho hacia la democracia, pero con algunos grilletes en los pies. Su econom¨ªa ha mejorado considerablemente pero su legislaci¨®n se ha estancado en temas importantes. Existe, sin duda, una amplia libertad pol¨ªtica, pero -para poner un ejemplo- el divorcio todav¨ªa no se ha legalizado y la legislaci¨®n civil y penal choca todav¨ªa con obst¨¢culos en materias que son ya normales y corrientes en las democracias avanzadas.
El obst¨¢culo que ha frenado su gran avance ha sido, sin duda, el blindaje a perpetuidad de Pinochet y sus consecuencias, terriblemente negativas, en el funcionamiento del sistema parlamentario, en la libertad de movimientos de los poderes constitucionales y hasta en la concepci¨®n misma de la pol¨ªtica democr¨¢tica, que no es ni ha sido nunca la batalla a muerte entre una falsa "libertad" y un falso "comunismo" que esgrimi¨® el propio Pinochet para hacerse violentamente con el poder y que todav¨ªa esgrimen ¨¦l y sus partidarios. Por esto la culminaci¨®n del cambio democr¨¢tico s¨®lo ser¨¢ posible si se rompe esta barrera, si desaparece definitivamente este tremendo obst¨¢culo antidemocr¨¢tico.
Hasta ahora ha sido muy dif¨ªcil conseguirlo desde el interior de Chile, pero la detenci¨®n y el procesamiento de Pinochet por instancias judiciales en otros pa¨ªses han abierto, se reconozca o no, una nueva fase en la pol¨ªtica chilena, porque el sentido profundo de lo ocurrido es que si el blindaje de Pinochet sigue existiendo en Chile, en el resto del mundo ha sido destruido. No s¨¦ c¨®mo se desarrollar¨¢n y culminar¨¢n los procedimientos judiciales en curso, ni si llegar¨¢n hasta el Tribunal Internacional de La Haya, pero lo que es evidente es que Pinochet ha dejado de ser immune en todo el mundo menos en Chile y que, seg¨²n se desarrollen los citados procedimientos, ser¨¢ cada vez m¨¢s insostenible mantener en Chile un blindaje que no se reconoce ni se acepta en el resto del planeta.
Esto ha de producir, forzosamente, un cambio en el propio Chile y tengo la impresi¨®n de que en parte ya se est¨¢ produciendo. El poder judicial parece m¨¢s activo y m¨¢s abierto en sus movimientos, las Fuerzas Armadas dif¨ªcilmente pueden seguir imponiendo en la vida pol¨ªtica unos criterios que todas las democracias del mundo consideran obsoletos y, pese a las pasiones que el caso levanta en ciertos sectores de la sociedad, es indudable que a medida que pase el tiempo y Pinochet siga varado en la mara?a procesal internacional su estela se diluir¨¢ en Chile y acabar¨¢ siendo un obst¨¢culo para todos, incluidos sus partidarios. Es l¨®gico que desde las altas instancias chilenas se hagan gestiones sobre el caso en el plano internacional, pero creo que lo mejor para ellos y para todos, dentro y fuera de Chile, es que los mecanismos internacionales act¨²en, tomen decisiones, acepten recursos, tomen m¨¢s decisiones y Pinochet acabe siendo una figura ajena y extra?a no s¨®lo para el resto del mundo sino tambi¨¦n para los chilenos. El blindaje de Pinochet en Chile ya est¨¢ siendo socavado y llegar¨¢ un momento en que desaparecer¨¢ no s¨®lo por antidemocr¨¢tico sino tambi¨¦n por anticuado, arcaico y vergonzoso. Tan antidemocr¨¢tico, anticuado, arcaico y vergonzoso como el pat¨¦tico personaje que se encerr¨® en ¨¦l.
Jordi Sol¨¦ Tura es diputado por el PSC-PSOE
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