Feria de Valencia
J. J. P?REZ BENLLOCH El puerto y la Feria Internacional son los dos principales escaparates comerciales de Valencia, al tiempo que motores decisivos de su econom¨ªa. Uno y otra gozan de buena salud, es evidente que progresan y cada ejercicio nos lisonjean con sus cuentas de explotaci¨®n y proyectos. Pero con notables diferencias. La corporaci¨®n portuaria avanza a velocidad de crucero y sin estridencias, no obstante sus ¨¦xitos espectaculares e impresionantes inversiones y expansiones. Si tiene problemas y dificultades las resuelve con discreci¨®n, sin darle tres cuartos al pregonero. Incluso la adquisici¨®n de terrenos en La Punta para instalar la zona de actividades log¨ªsticas, la disputada ZAL, con los consiguientes conflictos medioambientales, los est¨¢ resolviendo con ma?a y exquisita prudencia. Y si en su seno o en su entorno se producen luchas por el poder, ni nos enteramos, quiz¨¢ porque no las hay. Muy otra cosa es la instituci¨®n ferial, tan a menudo sacudida por la pol¨¦mica y la inestabilidad. Ahora mismo, cuando debi¨¦rase estar celebrando la excelencia de la muestra del mueble y de sus cert¨¢menes asociados, sin soslayar el acierto que ha supuesto la prolongaci¨®n del tranv¨ªa hasta la misma puerta del recinto, ya estamos oyendo voces levantiscas que abogan por trasladar este inmenso tinglado al macrosolar de Sagunto que en la d¨¦cada de los sesenta se predestin¨® para la non nata IV Planta Sider¨²rgica. Y lo que es peor, los azulejeros de Castell¨®n, que patrocinan la iniciativa, amenazan o avisan con hacer la guerra por su cuenta y organizarse sus propios cert¨¢menes. Lo del traslado, por cierto, es una vieja cantinela que se escucha peri¨®dicamente, cuestionando la idoneidad de las actuales instalaciones para afrontar la competencia de un pr¨®ximo futuro. Y nada hemos de objetar a que se cuestione si, como es notorio, ya no hay espacio suficiente para albergar a ciertos sectores. Lo chocante, para el profano al menos, es que un asunto de tanto calado no est¨¦ ya resuelto en virtud de los datos que se conocen y su proyecci¨®n. ?Ha de ser ¨¦ste el palacio ferial que Valencia necesita para el inminente milenio? ?Es preferible esta feria urbana, tal cual hoy es, a otra perdida en una paramera, ayuna de servicios? Los t¨¦cnicos dir¨¢n su palabra y de algo valdr¨¢ la experiencia de otras ciudades en circunstancias semejantes. Pero, llegado el trance de decidir, no debe olvidarse el desprop¨®sito que ha supuesto la reforma del campo de Mestalla, cuya remoci¨®n s¨®lo ha sumado nuevas incomodidades a las antiguas. Por otra parte, pero casi al tiempo, se pone en jaque la autonom¨ªa corporativa de la instituci¨®n ferial. La C¨¢mara de Comercio, por boca de su presidente, pretende integrar la Feria de Valencia en su seno, adoptando el esquema vigente en Barcelona y Madrid. Al margen de la oportunidad de la propuesta y su procedimiento -airearlo en los peri¨®dicos- lo que se echa en falta es la relaci¨®n de sus ventajas. ?Qu¨¦ cambios o mejoras conllevar¨ªa la dependencia cameral? Al parecer, uno y sustancioso: quitar a unos gestores para poner a otros. Y si de lo que se trata exclusivamente es de relevar al actual mandatario de la feria, Antonio Baixauli, ?por qu¨¦ no esperar al cumplimiento de las previsiones reglamentarias? Es asombrosa la belicosidad que a menudo destilan los dirigentes de la patronal valenciana para incomodarse unos a otros. ?Padecer¨¢n los mismos achaques que los militantes socialistas del pa¨ªs?
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