Conductas modificadas
Las tropas internacionales bajo mando australiano han desembarcado en Timor Oriental y han podido confirmar los peores rumores sobre el salvajismo desplegado por las milicias anexionistas con la complicidad y muchas veces abierta colaboraci¨®n del Ej¨¦rcito indonesio. No hay, ni posiblemente haya nunca, cifras exactas de las v¨ªctimas de la org¨ªa de sangre orquestada despu¨¦s de que un refer¨¦ndum organizado por Naciones Unidas y convocado por Yakarta como elemento clave en su calendario de democratizaci¨®n concluyera con el incontestable resultado de m¨¢s del 78,5% a favor de la independencia con m¨¢s del 98% de participaci¨®n.Puede desde luego criticarse mucho la falta de previsi¨®n de la ONU por no tomar medidas preventivas ante una violencia que era previsible, aunque quiz¨¢ no en las dimensiones adquiridas luego. Y hay que condenar sin duda la mala fe del Ej¨¦rcito indonesio, que ha armado, animado y apoyado a las milicias en vez de garantizar la seguridad tal como el Gobierno indonesio se hab¨ªa comprometido a ordenarle. Es m¨¢s que probable que el Ej¨¦rcito y no s¨®lo ¨¦ste hayan querido dar una lecci¨®n al presidente Habibie y demostrarle qui¨¦nes mandan realmente en aquel gran pa¨ªs de 200 millones de habitantes, cientos de tribus y miles de islas.
La democratizaci¨®n de Indonesia es por naturaleza mucho m¨¢s dif¨ªcil que el sometimiento por la fuerza militar de todos los pueblos que la componen. Las decenas de conflictos potenciales en el archipi¨¦lago podr¨ªan recibir un impulso no deseado por nadie si se impone la impresi¨®n de que las tropas internacionales y la ONU est¨¢n en Timor Oriental para defender la independencia frente a Yakarta. No es as¨ª. Las tropas est¨¢n all¨ª, primero, para imponer una seguridad que no exist¨ªa por culpa de la conducta del Ej¨¦rcito indonesio, y tambi¨¦n para garantizar el respeto a los resultados de un refer¨¦ndum organizado por la ONU y que ya no tiene otra salida que la independencia de Timor Oriental.
Deber¨ªan tenerlo meridianamente claro los parlamentarios indonesios que han de votar sobre la aceptaci¨®n del resultado. Cualquier decisi¨®n contraria ser¨ªa un paso m¨¢s hacia el aislamiento de Indonesia. No hay que excluir que muchos adversarios de la democracia vean en esta escalada del conflicto una f¨®rmula de abortar la democratizaci¨®n del pa¨ªs. Es de esperar que no se impongan.
La ONU no pudo impedir en 1975 que Indonesia ocupara Timor Este tras la salida de los portugueses, pero ahora ha podido evitar que las milicias continuaran indefinidamente sus matanzas. Y tambi¨¦n ha anunciado ya la creaci¨®n de un tribunal internacional que perseguir¨¢ a los criminales y a sus c¨®mplices para juzgarlos. La escuela m¨¢s c¨ªnica del an¨¢lisis pol¨ªtico que auguraba impunidad total para Indonesia por sus v¨ªnculos pasados y presentes con Occidente y con Estados Unidos vuelve a mostrarse como una tropa de maniqueos que tienen que forzar angustiosamente las realidades para adaptarlas a sus viejos y simplistas mecanismos de interpretaci¨®n de los hechos y la historia.
La ONU ha sabido reaccionar con relativa rapidez ante lo inconcebible del horror, y las potencias han sabido hacerle entender a Yakarta que su estrategia de desprecio de tantos a?os lleva consigo hoy un coste imposible de asumir. Por eso ha aceptado Indonesia no s¨®lo las tropas, sino tambi¨¦n un tribunal que, tarde o temprano, tendr¨¢ muchas preguntas que hacer a altos mandos del Ej¨¦rcito indonesio. Es un gran paso adelante que no evitar¨¢ todos los horrores en el futuro, pero con seguridad s¨ª algunos.
Y es que, mal que pese a muchos, las lecciones de Kosovo y del calvario del irredento general chileno en Londres est¨¢n calando poco a poco en el escenario internacional. Han modificado ya las conductas de quienes persiguen los cr¨ªmenes y probablemente cambien tambi¨¦n las de muchos que los cometen o tienen intenciones de cometerlos.
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