Quiebras del poscomunismo PREDRAG MATVEJEVIC
En la mayor¨ªa de los pa¨ªses del Este, el poscomunismo a¨²n no ha llegado a alcanzar a los llamado reg¨ªmenes comunistas (en nivel de vida y de producci¨®n, intercambios econ¨®micos, seguridad social, pensiones, etc¨¦tera). Esta observaci¨®n no tiene como objetivo la rehabilitaci¨®n de ciertas pr¨¢cticas del comunismo estalinista (o del "socialismo real") ni tampoco la justificaci¨®n de todas las formas de lo que se llama, de forma poco precisa o demasiado general, el poscomunismo. Ciertos fen¨®menos que nos proponemos evocar se encuentran m¨¢s all¨¢ de la otra Europa. En el este de Europa -e igualmente en ciertos puntos de la costa mediterr¨¢nea y de sus tierras del interior-, las transiciones duran m¨¢s de lo esperado. S¨®lo excepcionalmente llegan a ser verdaderas transformaciones y, cuando consiguen serlo, los resultados son las m¨¢s de las veces desoladores, tr¨¢gicos a veces. Hemos podido comprobarlo en pa¨ªses que estuvieron sometidos a la URSS y tambi¨¦n en la antigua Yugoslavia, en Albania y en otras partes (en el sur del Mediterr¨¢neo, no ¨²nicamente en Argelia). El mal olor del antiguo r¨¦gimen se siente en algunos lugares de nuestro continente y fuera de ¨¦l. Un ambiente de deterioro se expande sobre el litoral mediterr¨¢neo, de Levante a Poniente. La Uni¨®n Europea se preocupa poco de su parte sur y del propio Mediterr¨¢neo: est¨¢ creando "una Europa sin la cuna de Europa", como comprueban, no sin amargura, numerosos ribere?os. En los muy extensos espacios de un mundo ex, nos vemos enfrentados a una realidad que parece ya acabada sin llegar a una conclusi¨®n verdadera: una situaci¨®n dif¨ªcil de aguantar y que no llegamos a superar. Un "paludismo moral y social a la vez" ser¨ªa un diagn¨®stico probable y bastante aproximado, de este estado de ¨¢nimo. Muchos sepultureros se esfuerzan en vano, y no consiguen librarse de los despojos. Este papel est¨¢ lejos de ser agradable. M¨¢s de un r¨¦gimen proclama de forma ostentosa una democracia conquistada a base de grandes luchas y que ni siquiera logra tener una apariencia un poco cre¨ªble: de este modo, se produce una separaci¨®n entre el pasado y el presente, entre el presente y el futuro, un h¨ªbrido entre una voluntad de emancipaci¨®n y un residuo de servidumbre. Yo denomino este sobreseimiento ambiguo, desde hace m¨¢s de siete a?os, con el vocablo "democradura". No estoy seguro de que describa muy bien la realidad que quisiera designar. Nos encontramos con muchos herederos sin herencia. Los repartos se hacen sin que haya muchas cosas que compartir. Hemos cre¨ªdo conquistar el presente, pero no llegamos a dominar el pasado. Vemos nacer ciertas libertades sin saber siempre qu¨¦ hacer con ellas y corriendo a menudo el riesgo de abusar de ellas. En muchos de estos pa¨ªses ha sido necesario defender un patrimonio nacional; actualmente, en muchos casos hace falta defenderse de este mismo patrimonio nacional. Esto es igualmente v¨¢lido para la memoria: deber¨ªamos salvaguardarla, mientras que ahora parece castigar a los mismos que la hab¨ªan defendido. Los antiguos reg¨ªmenes totalitarios dejan tras de s¨ª una obsesi¨®n por el totalitarismo. Las naciones marginadas por la historia, en su deseo de ir hacia delante, cultivan un historicismo retr¨®grado. Se comparan las tendencias m¨¢s prometedoras y las esperanzas que traen consigo con los r¨ªos que se secan, que desaparecen en la arena o en las grietas del suelo. El suelo de la historia est¨¢ lleno de estas grietas, y, en algunos lugares, las arenas son movedizas. Ya s¨¦ que no se pueden generalizar estas observaciones un poco exageradas: lo que es v¨¢lido para Albania o para Argelia, y para ciertos componentes de la antigua Yugoslavia -Kosovo en primer lugar, o Bosnia- no afecta en la misma medida a Bulgaria, Rumania o Rusia; la situaci¨®n b¨²lgara, rumana o rusa apenas puede compararse con la de Hungr¨ªa, Polonia o, sobre todo, la de la Rep¨²blica Checa o la de Eslovenia. Sea como sea, no cabe duda de que hay semejanzas entre algunos de estos pa¨ªses y entre ellos y otros: falta de ideas y de puntos de referencia fidedignos, carencia de valores establecidos y de ejemplos edificantes, quiebra ideol¨®gica y desconfianza por la pol¨ªtica, p¨¦rdida o desv¨ªo de la fe. Inseguridades e incongruencias. Dispersi¨®n y desconcierto. Ya no se trata de una simple crisis de la cultura, sino m¨¢s bien de una crisis de confianza en la cultura. La vuelta al pasado no es m¨¢s que una quimera, la vuelta al pasado es un verdadero infortunio. La vuelta a las formas m¨¢s primitivas del capitalismo -que el mismo capitalismo contempor¨¢neo ha rechazado- no puede sostener una reconstrucci¨®n cualquiera ni fomentar ning¨²n tipo de renovaci¨®n. La idolatr¨ªa de la "econom¨ªa de mercado" da pocos resultados all¨¢ donde falta el mismo mercado y, a veces, de lo que es peor, ?de mercanc¨ªas! Los logros de la democracia burguesa, que estas "democraduras" intentan adoptar, tampoco son valores universales. Los reformistas no tienen en cuenta este hecho, pues su conocimiento de la materia es limitado. Hay que reconocer que estos diagn¨®sticos parecen lamentos. A veces, yo mismo los llamo letan¨ªas. Como me asegura un amigo bosnio, "el apocalipsis ya tuvo lugar, hay que vivirlo al rev¨¦s para poder seguir viviendo". En el coraz¨®n de Europa. Al lado de la cuna de su civilizaci¨®n hemos podido ver -aquellos que han querido mirar- cerca de cien mil muertos, m¨¢s de dos millones de exiliados y de desplazados (su n¨²mero aumenta cada d¨ªa entre los kosovares), pueblos y ciudades en ruinas, puentes y edificios, colegios y hospitales machacados y destruidos a ca?onazos, templos y monumentos desmantelados, violencias y torturas, estupros y humillaciones, etnocidios, genocidios, culturicidios, urbicidios, memoricidios, etc¨¦tera. Ha habido que acu?ar muchos t¨¦rminos nuevos despu¨¦s de lo de Vukovar, Sarajevo, Srebrenica, Mostar y el mismo Kosovo. ?Podemos sorprendernos de que nuestra ret¨®rica sea a veces tan desesperada? Probablemente sea m¨¢s desenga?ada que desesperada.Entre asile et exil, Le monde ex y La M¨¦diterran¨¦e et l"Europe.
Predrag Matvejevic es escritor de la antigua Yugoslavia, de or¨ªgenes croata y ruso. Actualmente vive entre Roma y Par¨ªs. Es autor, entre otros, de Breviario mediterr¨¢neo,
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.