Madrid ha muerto
Hubo un tiempo en el que Madrid no era esta ciudad gris-manzano de ahora, sino todo lo contrario: un mundo partido en dos en el que lo raro y lo especial iban, noche a noche, gan¨¢ndole terreno a la normalidad y en el que todo parec¨ªa estar a punto de hervir o saltar por los aires, parec¨ªa encontrarse al principio de algo, en el punto a partir del que ya nada podr¨ªa volver a ser igual. Eran los a?os de la "movida" y daba la sensaci¨®n de que nadie estaba dispuesto a aburrirse, de que la mayor parte de la gente peleaba por acercarse al centro de la diana, no estaba dispuesta a quedarse al margen, a conformarse con el orden natural de las cosas, con la dictadura de los d¨ªas lectivos y las horas laborables. Quiz¨¢ los felices e irrespetuosos ochenta, con toda su agitaci¨®n cultural, con sus conciertos y recitales y exposiciones sin fin, no fueran, en cuanto a los resultados concretos, muy distintos a ninguna otra ¨¦poca, no dejasen a salvo m¨¢s que los dos o tres pintores, cineastas, fot¨®grafos o novelistas que suele dejar cada d¨¦cada, la media docena de artistas preparados para sobrevivir al paso del tiempo como reptiles capaces de poner sus huevos en el futuro, pero lo que no podemos olvidar todos los que en aquel momento estuvimos all¨ª -a¨²n los muy j¨®venes, como yo lo era entonces-, es que aquello fue divertido y sano, que tuvo esa pureza que, a menudo, s¨®lamente pueden ofrecer los actos irresponsables. Ya me imagino al alcalde santigu¨¢ndose ante la perversidad de una afirmaci¨®n como ¨¦sta.Al Madrid interminable de la "movida" le faltaba s¨®lo una cosa para ser real: morir y ser reconstruido en una buena novela, en un libro que supiera poner en pie lo que tiraron los a?os, desenterrar a sus much¨ªsimas v¨ªctimas, ca¨ªdas en el agujero sin fondo de las drogas o el sida, para traerlos otra vez hacia este lado del m¨¢s all¨¢, para ponerlos ante los ojos de los extra?os tal y como eran, con su magia y su estupidez, con su ingenuidad y su afectaci¨®n, con sus ambiciones y su desconcierto. Ese libro ya existe, lo ha escrito Luis Antonio de Villena y se llama "Madrid ha muerto". Me imagino que todos los que conocieron la "movida" en mayor o menor grado, no tendr¨¢n m¨¢s remedio que ir a parar a la obra-im¨¢n de Luis Antonio, de la misma manera que todos los personajes reales que estuvieron en el Madrid de aquellos a?os -desde Almod¨®var a Santiago Auser¨®n, de Guillermo P¨¦rez-Villalta a Alberto Garc¨ªa ?lix- han ido a dar a esta novela, que es un complet¨ªsimo censo de personajes, hechos, locales e ideas y, sobre todo, un aparato registrador de sensibilidad tan exacta que, despu¨¦s de leer sus trescientas p¨¢ginas, se tiene la impresi¨®n de haber vuelto atr¨¢s en el tiempo, de haber logrado ver, o¨ªr, tocar y hasta oler el pasado. Villena, escondido dentro del narrador de la historia, un tal Rafa Ant¨²nez, es por supuesto un cronista parcial, comete abusos e injusticias con algunos de los personajes de su relato y mima a otros, pero cuenta a su favor con dos grandes bazas: escribe tan bien que todo lo que cuenta parece inventado y, adem¨¢s, conoce a la perfecci¨®n el sitio y la ¨¦poca de los que habla, los describe lo mismo que Jon¨¢s podr¨ªa haber descrito el fondo del mar desde el interior de la ballena.
"Madrid ha muerto" est¨¢ lleno de p¨¦rdidas y desaparecidos, pero no es un libro nost¨¢lgico, seguramente porque la nostalgia es el ¨²ltimo refugio de los cobardes y Luis Antonio es demasiado optimista y fecundo como para ser cobarde o perder el tiempo en melancol¨ªas excesivamente amargas. M¨¢s bien, su obra es un libro-alarma, una llamada de atenci¨®n menos sobre lo que pas¨® entonces que sobre lo que ocurre ahora. Por muy duros y muy tristes que sean algunos de los acontecimientos que se cuentan en la novela, al acabarla uno se pregunta: ?es mejor la planicie actual, este aburrimiento hortera que parece haberse adue?ado de Madrid, que lo ha llenado de silencio y estatuas f¨²nebres? Lo malo de Dios, dec¨ªa Cioran, es que para llegar a ¨¦l haya que pasar antes por la fe. Ojal¨¢, sin movernos de sitio, pudieramos llegar de nuevo a una ciudad parecida al Madrid que rehace Luis Antonio de Villena en su novela, pero sin pasar por el sufrimiento de sus damnificados. Todo lo dem¨¢s, fue maraviloso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.