Tarde cumbre de Luis Francisco Espl¨¢
?El toreo en la cumbre! A eso se dedic¨® Luis Francisco Espl¨¢ la tarde de su reaparici¨®n en Madrid. Hab¨ªa estado proscrito no por razones toreras sino taurinas; quiere decirse, el mercadeo que se llevan quienes rigen esta fiesta, sus intereses, sus prepotencias. Y no le contrataron en Madrid por San Isidro. Pero vino a la Feria de Oto?o y lo que transcurr¨ªa sumido en la vulgaridad lo convirti¨® en la cumbre del toreo.Toreo bueno, toreo puro, toreo en todos los tercios y en todas sus versiones: eso hizo Luis Francisco Espl¨¢, como quien lava, como quien no quiere la cosa. Cada una de sus intervenciones constitu¨ªa una lecci¨®n de tauromaquia, as¨ª fuera para fijar a los toros, para ponerlos en suerte, para entrar a quites, para embarcarlos en el toreo al natural.
Victorino / Espl¨¢, Higares, Califa
Toros de Victorino Mart¨ªn, de gran trap¨ªo, duros de pezu?a, mansos y broncos en su mayor¨ªa; 3? y 5? nobles; 6?, manso declarado y bronco, premiado con vuelta al ruedo. Luis Francisco Espl¨¢: pinchazo, otro hondo atravesado tendido en la paletilla y estocada baja (silencio); tres pinchazos -aviso- y estocada ca¨ªda (gran ovaci¨®n y salida a los medios); estocada corta ladeada (dos orejas); se neg¨® a salir a hombros por la puerta grande. ?scar Higares: bajonazo (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando saluda); bajonazo descarado (algunas palmas y pitos). El Califa: metisaca infamante en la paletilla, pinchazo bajo -aviso-, tres pinchazos bajos y bajonazo escandaloso (silencio); cogido al muletear al 6?, sufre cornada grave de 20 cent¨ªmetros en un muslo. Plaza de Las Ventas, 10 de octubre. 6? corrida de la Feria de Oto?o. Lleno.
Una actuaci¨®n as¨ª val¨ªa hace a?os para salir por la puerta grande sin necesidad de cortar orejas ni nada. Corr¨ªan tiempos de toreo aut¨¦ntico, de afici¨®n verdadera, donde no hac¨ªa falta contabilizar trofeos, ni recurrir a los costaleros capitalistas para que la afici¨®n entusiasmada se echara al redondel, aupara a hombros al torero y lo sacara en triunfo por la puerta grande.
Pero he aqu¨ª que cuando menos se esperaba Luis Francisco Espl¨¢ redonde¨® su actuaci¨®n memorable, se puso a torear al natural con unas esencias que permanec¨ªan olvidadas y se gan¨® las dos orejas que le validaban con todos los honores la puerta de Madrid.
Ocurri¨® en el sexto toro, por el desgraciado percance que sufri¨® El Califa. Hab¨ªa iniciado El Califa su faena de muleta en los medios con un merit¨ªsimo pase cambiado, sigui¨® muleteando por alto y al tercer encuentro el toro le peg¨® la cornada. Espl¨¢ hubo de hacerse cargo del toro, mandaba la l¨®gica que ali?ara y entrase a matar y, sin embargo, se ech¨® la muleta a la izquierda. Y se puso a torear al natural.
Tore¨® al natural como s¨®lo saben hacerlo los grandes maestros. Algunos de sus naturales a un servidor le recodaron a Antonio Bienvenida que, en tardes de inspiraci¨®n, sol¨ªa alcanzar tambi¨¦n la cumbre del toreo. Naturales cargando la suerte y de frente instrument¨® Luis Francisco Espl¨¢, en tandas rematadas por el pit¨®n izquierdo pues por el derecho el toro derrotaba certero. Incluso por el izquierdo se le escap¨® al toro bronco algun ga?af¨®n, que si llega a alcanzar al torero lo parte en dos.
La estocada certera refrend¨® el premio bien ganado de las dos orejas, en medio de un entusiasmo desbordante. Y, una vez concedidas, fue el presidente, y al toro aquel, de impresionante trap¨ªo, que hab¨ªa sido un mansazo declarado de los que se quitan furiosamente el palo en la prueba de varas, y escapan sueltos, y topan broncos e inciertos, le otorg¨® la vuelta al ruedo.
Aquella clamorosa manifestaci¨®n de incompetencia romp¨ªa groseramente la verdad y la grandeza de la fiesta. Ya es hora de que se limpie el palco de presidentes arbitrarios, indocumentados, regaladores de orejas y de vueltas al ruedo, que no merece la afici¨®n de Madrid y desprestigian la categor¨ªa que siempre tuvo la primera plaza del mundo.
La corrida de Victorino Mart¨ªn, magn¨ªficamente presentada, muy seria, dura de pezu?a, trajo emoci¨®n a raudales lo que no quiere decir que exhibiera bravura. Antes al contrario, la mayor¨ªa de los ejemplares desarrollaron mansedumbre, sacaron bronquedad y embestidas inciertas.
Con sus excepciones. Por ejemplo, el segundo toro, de encastada nobleza marca de la casta, al que hizo ?scar Higares una faena m¨¢s peleona que templada. Por ejemplo, el quinto, de pastue?o temperamento, que no advirti¨® Higares hasta bien avanzada la faena y aun entonces no lo tore¨® con la ligaz¨®n y la templanza que merec¨ªa su boyant¨ªa. Por ejemplo, el manejable tercero, desaprovechado por El Califa en una larga y pl¨²mbea faena.
Ambos mataron de infamante manera. Y Luis Francisco Espl¨¢ tambi¨¦n a los dos de su lote, emborronando sendos trasteos merit¨ªsimos marcados por la torer¨ªa. Por la torer¨ªa, por el valor, por la t¨¦cnica lidiadora y hasta por el arte, como en las series de naturales que instrument¨® al cuarto toro, ofreciendo el medio pecho, dando la distancia adecuada, ligando las suertes.
A?os hace que no se ve¨ªa en Madrid una actuaci¨®n tan completa. Toreo de otra galaxia -que dicen-, acaso s¨ª. Pero para encontrar una referencia similar de toreo total habr¨ªa que remontarse a la noche de los tiempos. Por eso ser¨¢ memorable esta tarde cumbre de Luis Francisco Espl¨¢ en la plaza de Las Ventas.
Babelia
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