El Tratado de los Pirineos, en cera
Hay acontecimientos hist¨®ricos que merecen por s¨ª mismos un museo. Es el caso de la sucursal del Museo Gr¨¦vin en San Juan de Luz, una de las delegaciones que tiene la famosa sala parisina que alberga acontecimientos hist¨®ricos recreados con figuras de cera, vestidas con trajes de ¨¦poca y peinados de cabellos naturales. La boda del rey Luis XIV con la infanta de Espa?a Mar¨ªa Teresa, gracias a la cual se firm¨® el Tratado de los Pirineos en la isla de los Faisanes en 1660, bien merece una recreaci¨®n que recoja todos los acontecimientos de aquellos intensos meses velados por el cardenal Mazarino que se traslad¨® desde Par¨ªs para impulsar un pacto que termin¨® en casamiento m¨¢s que famoso. El Museo Gr¨¦vin es la ant¨ªtesis de, por ejemplo, el museo etnogr¨¢fico de Pipa¨®n. Aqu¨ª, el esfuerzo en la ambientaci¨®n y ordenaci¨®n de las salas est¨¢ destinado a la obtenci¨®n de un beneficio econ¨®mico por encima de lo que es la recuperaci¨®n de un pedazo de historia para conocimiento de los contempor¨¢neos. Pero lo que le falta en pasi¨®n lo gana en medios y sofisticaci¨®n. Cada figura de cera -y hay m¨¢s de 50 repartidas por las distintas salas de los dos pisos- cuesta entre 60.000 y 100.000 francos (1,5 y 2,5 millones de pesetas). Esta ¨²ltima cantidad fue lo que vali¨® la reproducci¨®n de Luis XIV, verdadero protagonista de un recorrido que comienza con una recreaci¨®n del San Juan de Luz de la ¨¦poca, importante puerto de barcos balleneros, con animaci¨®n las 24 horas del d¨ªa.
El paseo combina las referencias a la figura regia y el gran acuerdo pol¨ªtico que fue el Tratado de los Pirineos con los detalles de la vida cotidiana en el territorio de Laburdi, en el que los 12.000 habitantes de San Juan de Luz de aquel entonces ten¨ªan un peso decisivo. Tanto sus pescadores como aquellos otros marinos que formaron los barcos corsarios al servicio de Luis XIV o los sabelgorris (literalmente "tripa roja", en referencia al color de la faja que llevaron los asaltantes del castillo de Sokoa en 1655 en protesta por los recortes que el rey hab¨ªa realizado a los privilegios de Laburdi) dieron fama a la poblaci¨®n en la que en 1660 se alojar¨ªa la infanta de Espa?a Mar¨ªa Teresa.
Medio a?o antes, el 28 de julio, hab¨ªa llegado el cardenal Mazarino, que cuenta con una sala para el s¨®lo en el museo, acompa?ado de un s¨¦quito de 100 gentilhombres, 150 personas de librea, 350 soldados de infanter¨ªa, etc¨¦tera, que hace que no fuera extra?o que empleara un mes para el viaje desde Par¨ªs. El papel de Mazarino en este recorrido hist¨®rico es crucial, ya que fue el principal impulsor para acabar con la guerra de treinta a?os en la que estaban envueltos Espa?a y Francia.
El Museo Gr¨¦vin contin¨²a su itinerario por el San Juan de Luz de aquella ¨¦poca con la m¨²sica de una t¨ªpica danza vasca de fondo. Todos los detalles de cada personaje est¨¢n cuidados al m¨¢ximo: realizados en cera en la sede central en Par¨ªs, con ojos de cristal como los que utilizan las personas que los necesitan, y con las ropas hechas a mano del mismo modo que se confeccionaban en la ¨¦poca, los maniqu¨ªes parecen cobrar vida, como ese violinista que interpreta una dulce melod¨ªa a su amada frente a Mazarino.
Ya en la primera planta se reproduce en un gran escenario el acontecimiento magno de aquellas fechas: la firma en la isla de los faisanes del mencionado acuerdo. La espada que porta Luis XIV es aut¨¦ntica de la ¨¦poca y un buen ejemplo del cuidado que se ha tenido en la reproducci¨®n de esta escena y en las siguientes relacionadas con la boda de Luis XIV, las que representan la ceremonia y la noche nupcial, aut¨¦ntico prodigio de recreaci¨®n.
El Museo Gr¨¦vin contin¨²a en la planta baja del edificio con una selecci¨®n de escenas representativas de la peque?a historia del San Juan de Luz de la ¨¦poca, en la que no pod¨ªa faltar el corsario Jean Cep¨¦ luchando contra un capit¨¢n holand¨¦s.
De inequ¨ªvoco sabor kitsch, orientaci¨®n claramente comercial y b¨²squeda de ambientes atractivos para el visitante, el Museo Gr¨¦vin es una de las citas imprescindibles para el amante de los grandes y peque?os hitos de la historia de Laburdi.
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