LO QUE HAY QUE VER
El paseo por el Museo Grévin merece la pena tanto por la historia que en él se narra como por los peque?os detalles que se descubren a su paso. Nada más empezar, las mujeres vascas que aparecen en la escena del puerto, con el típico tocado vasco en forma de cuerno -o fálica, según guste-, buen ejemplo de cómo se cuidan algunos de los detalles en las recreaciones del museo.Es en la planta baja, en sus dos apartados, donde se recrea la vida cotidiana de los puertos labortanos de la época. Y no podía faltar el ataque contra el fuerte de Sokoa -que hoy todavía se alza desafiante- llevado a cabo por los llamados sabelgorris en defensa de los privilegios de Laburdi. Con una escenografía ciertamente increíble, el visitante puede asistir a la escena en la que los agerridos labortanos llegaron a asaltar aquella fortaleza inexpugnable.
Un poco antes, en la sala dedicada a la noche nupcial, es posible disfrutar con una imagen inusual y hasta atrevida, sino fuera de creación francesa la escenografía: la infanta María Teresa en el momento en que es seducida por el rey Luis XIV exhibiendo un pecho y con su enana predilecta a los pies de la cama. No tiene desperdicio.
Después de aquella noche nupcial, debió haber otras de igual o parecida intensidad a juzgar por los seis hijos que María Teresa dio al rey de Francia.
Y no hay que olvidar que esta sucursal de Grevin en San Juan de Luz (las otras están en Lourdes, La Rochelle, Tours y Salon d"Provence) está ubicada en el Pabellón de la Infanta donde se alojó la joven pretendida durante las intensas jornadas que rodearon el casamiento y la firma del Tratado de los Pirineos en la isla de los Faisanes, cuyo escenario fue decorado por Velázquez, en lo que fue su última obra.
El recorrido se cierra con un personaje más que famoso en el San Juan de Luz de la época, el ingeniero naval Bernard Renaud de Elizagaray.
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