Maragall afirma que "el cambio ha ganado" y que es ¨¦l quien debe gobernar en Catalu?a
Hay derrotas que no dejan amargura en la boca. Dejan una mueca de estupor, un gesto de des¨¢nimo y una pregunta colgando: "?C¨®mo puede ser?". Hay derrotas que pueden pasar por victorias, si se las mira de perfil. Eso hizo anoche Pasqual Maragall cuando proclam¨® que su candidatura hab¨ªa vencido. Hab¨ªa ganado en votos, s¨ª, pero no en diputados (52 frente a 56 de CiU). PSC-Ciutadans pel Canvi obtuvo unos 85.000 papeletas m¨¢s que CiU. "Sabemos ganar y sabremos gobernar", proclam¨® Maragall. La suya era la lista m¨¢s votada y merec¨ªa gobernar. No puede haber "pactos antinatura", insisti¨®.
El n¨²mero dos de la lista socialista y candidato en 1995, Joaquim Nadal, se precipit¨® al anunciar una victoria sin matices que al fin no se consum¨®. El ordenador del partido, con las primeras papeletas escrutadas, daba la mayor¨ªa al PSC. Y aunque Nadal acompa?¨® su breve parlamento triunfal con un ruego de "satisfacci¨®n y prudencia" a la multitud que se aglomeraba en la quinta planta del edificio de la calle de Nicaragua, en Barcelona, en ese momento mostrar "satisfacci¨®n" parec¨ªa insuficiente. Cuando el diputado Isidre Molas asegur¨® que la candidatura socialista hab¨ªa ganado, un rugido se escap¨® de miles de gargantas. La expectaci¨®n, el aliento contenido, volvieron a mandar.Habituados a tantas noches fr¨ªas desde 1980, los socialistas herv¨ªan por dentro. Se sudaba, se suspiraba y, de vez en cuando, un grito quebraba la prudencia general. Hizo falta que llegara a¨²n m¨¢s gente de la calle, calada por la lluvia y con la emoci¨®n impresa en el rostro, para que los de dentro se convencieran m¨¢s y m¨¢s de que s¨ª, de que los colores del cambio te?¨ªan poco a poco los resultados. Lo imposible era posible. Hab¨ªa que esperar un poco m¨¢s, s¨®lo un poco m¨¢s, para que el cambio pol¨ªtico se plasmara en una cifra de diputados. Y se esper¨®. Hasta el final.
Cuando Diana Garrigosa, la esposa de Maragall, lleg¨® minutos despu¨¦s de las 9 de la noche, fue saludada con el alborozo mudo que precede a las explosiones de euforia. Militantes, simpatizantes y periodistas trataban de refrenarse. El ¨¦xito estaba ah¨ª, se promet¨ªan unos a otros. Pero llegaba con una lentidud exasperante. "La subida de voto es un gran ¨¦xito", dec¨ªa el diputado Miquel Iceta. Su circunspecci¨®n era la de todos. Hab¨ªa que verlo para creerlo. Incluso cuando aparecieron Nadal, Manuela de Madre y otros primeros espadas de la lista socialista, para entonar las primeras notas del alir¨®n, los aplausos fueron fren¨¦ticos pero breves. Rozaban el entusiasmo, pero sin ir m¨¢s all¨¢.
El empresario Xavier Mu?oz Pujol, el fil¨®sofo Xavier Rubert de Vent¨®s y muchos otros partidarios del cambio preguntaban por los datos disponibles. "?Pero se sabe ya? ?Es seguro?". Ca¨ªan las cifras de Barcelona y se elevaban los aplausos. La moneda, sin embargo, segu¨ªa en el aire. Y todo pod¨ªa jugarse, finalmente, en la franja estrech¨ªsima del canto de esa moneda que volaba. En diputados, CiU segu¨ªa por delante. Por muy poco, pero por delante. "?C¨®mo puede ser?", preguntaba una militante. ?C¨®mo puede ser? "Porque nosotros, para ganar, tenemos que golear", respondi¨® otra militante.
Hacia las 9.45 empezaron a verse botellas de cava. "Satisfacci¨®n y prudencia", hab¨ªa pedido Joaquim Nadal. La gente se abrazaba -una multitud como no se hab¨ªa visto desde 1980-, pero lo hac¨ªa, de momento, por el declive de Jordi Pujol, algo que pod¨ªa darse por descontado, y no por el triunfo so?ado. Los rumores se cruzaban de forma demasiado desigual. "Subimos", dec¨ªa uno. "Bajamos", mascullaba otro.
Pasqual Maragall aguard¨® durante las horas inciertas. Los candidatos s¨®lo aparecen ante el p¨²blico para alzar los brazos o para bajarlos, y durante un largo rato no se pod¨ªa hacer ni lo uno ni lo otro. Maragall se qued¨® al principio en la sede de su candidatura, en la calle Consell de Cent de Barcelona, y poco antes de las 10 se anunci¨® que "pronto" comparecer¨ªa. No compareci¨® a las 10, sino mucho m¨¢s tarde. Ese fue el primer indicio de que todos esos votos, de que esa victoria en Barcelona, resultar¨ªan insuficientes.
Cuando Maragall apareci¨® al fin, lo hizo como vencedor. "Hemos ganado por 100.000 votos de diferencia", afirm¨®. "Y si en Catalu?a", prosigui¨®, "son primero las personas (en referencia al lema de CiU), el hecho es que son muchas m¨¢s las personas que han votado por el cambio que las que han votado por la continuidad". "Os pido que se¨¢is respetuosos con nuestros rivales, no quiero gritos contra ellos: nosotros somos diferentes. Sabemos ganar", proclam¨®, "y sabremos gobernar". Son¨® el estruento de los gritos: "?President, president!". Son¨® la canci¨®n electoral de Maragall. Sonaron los v¨ªtores. Pero debajo del ruido imperaba ya la duda. Por primera vez desde 1980, sin amargura: la noche ten¨ªa un sabor extra?o. No sab¨ªa a derrota, sino a otra cosa.
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