Cuentas electorales IGNASI RIERA
El seudochiste f¨¢cil ser¨ªa: "Si no queremos que afirmen que hay mucho tongo, y contamos muchos cuentos, los pol¨ªticos deber¨ªamos esforzarnos en mostrar siempre las cuentas". Los j¨®venes de casa insisten: algo saben sobre el coste de impresos y pancartas -el coste de imprimirlos y el de encargar a trabajadores en precario que las cuelguen- e insisten en que no se practica ni el ahorro ejemplar ni la equidad. Lo mismo oigo en las calles, el bar, el bus, el metro: "El past¨®n que les habr¨¢ costado...". O al rev¨¦s: "Si hab¨¦is pinchao, ?qui¨¦n os salvar¨¢ de la bancarrota?".Durante la campa?a, alguien sugiere que "estirem m¨¦s el bra? que la m¨¤niga". Pero luego deben cortar brazos o mandar las mangas a la tintorer¨ªa porque nunca -y lo estoy pidiendo desde mi primera campa?a, el 15 de junio de 1977- consigo saber cu¨¢nto se ha gastado cada partido en propaganda directa e indirecta, ni de d¨®nde han emergido los recursos.
No aplaudo las cenas de las 100.000 de Maragall, porque la autonom¨ªa de las cenas nada deber¨ªa tener que ver con la pol¨ªtica y s¨ª con el clima, el vino, la calidad culinaria, el servicio, etc¨¦tera, pero al menos la iniciativa sirvi¨® para debatir acerca del coste de una campa?a electoral. Pero volvi¨® a funcionar el pacto b¨¢sico de las complicidades profundas: a nadie parece interesarle que se sepa el coste material de la ¨²ltima campa?a.
Opino que una auditor¨ªa rigurosa a todos los partidos pol¨ªticos tranquilizar¨ªa -?o no?- a la opini¨®n p¨²blica y al votante, que sabr¨ªa, al fin, el coste de la propaganda para conseguir que t¨² o usted votara a quien ya pensaba votar (y a quien estuvo a punto de no votar por la estupidez cr¨®nica de los mensajes electorales).
?No ser¨ªa el momento de tomarse en serio las leyes de financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos y la tan anunciada ley electoral catalana? El empate t¨¦cnico de la ¨²ltima contienda catalana, y la comprobaci¨®n de que el n¨²mero de votos no equivale al n¨²mero de diputados, ha conseguido convertir en cuesti¨®n candente un tema que s¨®lo interesaba a los muy expertos. Por primera vez, me han parado en la calle para preguntarme si conoc¨ªa personalmente al se?or Hondt (sic). Les he dicho que no. Y me han mirado con desconfianza: "Pues parece ser que es el que corta el bacalao, en eso de las elecciones".
Tampoco estar¨ªa mal que alguien saliera al paso de la afirmaci¨®n gen¨¦rica, casi un dogma, de que todos los pol¨ªticos son unos mangantes con una explicaci¨®n sosegada sobre la vida de personas que se dedican profesionalmente a la pol¨ªtica, hasta que mueren, un d¨ªa, a pie de urna (aunque se trate s¨®lo de una muerte laboral).
Soy de los que lamento que diversos partidos hayan desmantelado, de facto, el s¨®lido "lobby de Terrassa" del parlamento catal¨¢n, al no volver a proponer como candidatos elegibles al portavoz de CiU, y en la ¨²ltima legislatura miembro de la Mesa, Raimon Escud¨¦; al responsable de temas educativos del PSC, Mag¨ª Cadevall; al presidente de la comisi¨®n de finanzas, diputado democristiano de CiU, Ferran Pont; o al que fue presidente de la Comisi¨®n de Justicia, senador auton¨®mico y miembro de la Mesa por CiU, Roc Fuentes. Es s¨®lo un ejemplo de diputados notables unidos no por su ideolog¨ªa pol¨ªtica sino por su calidad de egarenses.
Me interesan las novelas americanas -lean el ¨²ltimo Tom Wolfe o Whasington D.F. de Gore Vidal- que relacionan expectativas electorales con recursos econ¨®micos. ?Sucede lo mismo en Catalu?a y en Espa?a? No lo s¨¦. Pero, por si acaso, decidir¨¦ sentar esta Navidad en mi casa a un no nato diputado de una formaci¨®n pol¨ªtica, econ¨®micamente pobre.
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