La encrucijada de Jospin
LUIS MAR?A CAZORLA PRIETO
La actitud distante de Jospin ante el manifiesto ideol¨®gico que firmaron en junio pasado Schr?der y Blair fue una muestra m¨¢s de la evoluci¨®n prudente que quer¨ªa y estaba logrando imprimir, poco a poco, a su pol¨ªtica socialdem¨®crata en Francia. A tanto lleg¨® el distanciamiento del primer ministro franc¨¦s que Schr?der, el pasado 22 de septiembre, en el curso de un coloquio organizado por el Frankfurter Allgemeine Zeitung, junto con Le Monde y EL PA?S, casi se vio obligado a reconocer al respecto, y a t¨ªtulo de explicaci¨®n no pedida, que siempre hay diferencias entre lo ideol¨®gico y las exigencias de la realidad.En efecto, la realidad demuestra que las diferencias entre Francia, Alemania y Gran Breta?a en los grandes criterios pol¨ªtico-econ¨®micos no son hondas; es el socialconformismo al que con agudeza y un puntito de exageraci¨®n se refiere Joaqu¨ªn Estefan¨ªa. S¨ª son notables, por el contrario, en lo tocante al estilo pol¨ªtico que sus l¨ªderes socialdem¨®cratas impulsan. Aunque en el congreso laboralista celebrado en Bournemouth a finales de septiembre se ha mostrado m¨¢s cercano a ciertos conceptos del laboralismo tradicional, Blair encarna un estilo pol¨ªtico imaginativo y bastante rompedor de la tradici¨®n pol¨ªtica en la que se inserta, basado en su indudable fuerza personal y en el dominio que ejerce sobre su partido, que a trancas y barrancas le sigue. Schr?der quiere transitar por la senda blairiana; sin embargo, su estilo pol¨ªtico se abisma con cierta frecuencia en la insustancialidad, cae, sin el contrapeso de su fuerza pol¨ªtica, en la innecesaria provocaci¨®n a las esencias de la socialdemocracia tradicional y no tiene detr¨¢s un partido que lo apoye, sino que, al rev¨¦s, casi le torpedea "con el coraz¨®n en la izquierda", en expresi¨®n de Lafontaine. Jospin, con los pies en la tierra y la mirada atenta a la f¨®rmula de la "izquierda plural" que le mantiene, ha desarrollado un estilo pol¨ªtico con un ojo puesto en la paulatina adaptaci¨®n socialdem¨®crata al tiempo que corre, sobre todo a la llamada globalizaci¨®n econ¨®mica y a las exigencias de la Uni¨®n Europea, y otro en el respeto a los linderos pol¨ªticos dentro de los cuales se sit¨²a, as¨ª como a la realidad estatista francesa; la seriedad y el deseo de moderar las consecuencias del llamado pensamiento pol¨ªtico y econ¨®mico ¨²nico han sido, adem¨¢s, los distintivos de un estilo pol¨ªtico muy distinto al de sus colegas brit¨¢nico y alem¨¢n.
Y por este camino no le ha ido mal al dirigente del pa¨ªs vecino. Los actuales datos econ¨®micos franceses son buenos y prometen mejorar; sirva de muestra esto: pocos d¨ªas despu¨¦s de que el ministro de Hacienda, Strauss-Kahn, presentara el Presupuesto para el a?o 2000 con una previsi¨®n del crecimiento del 2,8%, un informe elaborado por los servicios de estudios de ocho bancos y ocho institutos econ¨®micos importantes la incrementaba hasta un 3%, superando en uno y otro caso el 2,4% de este a?o. Jospin, por otra parte, ha navegado con relativa calma en el escollo de las privatizaciones y hasta hace poco nadaba tambi¨¦n as¨ª en el de la jornada laboral de 35 horas; ha mantenido con cierta nitidez la marca socialdem¨®crata francesa frente a la apisonadora blairista; ha apuntalado las prestaciones del Estado del bienestar franc¨¦s; ha obtenido buenos resultados electorales en las ¨²ltimas elecciones europeas; en fin, si a esto le a?adimos el tenso control que ha ejercido sobre "la izquierda plural" que acomodaba en su gabinete, se redondea un buen resultado para el modelo de socialdemocracia que el l¨ªder galo quiere encarnar.
Pero el ruido de fondo de los que desean ir m¨¢s deprisa, aun a costa de la realidad y del perjuicio de las ¨²ltimas metas pol¨ªtico-econ¨®micas, no ha cesado en estos dos a?os: as¨ª, en agosto pasado el semanario Le Point se preguntaba sin tapujos: "?Jospin es de izquierdas?". Sin embargo, ha sido el estilo franco y riguroso al que el primer ministro franc¨¦s aspira el que ha encendido la mecha o, como le afeaba el Financial Times el pasado 29 de septiembre, el que le ha llevado a dar un faux pas o traspi¨¦s. Efectivamente, en pleno escozor del asunto Michelin (tras cuantiosas ayudas p¨²blicas a lo largo de los ¨²ltimos a?os, la multinacional francesa anuncia la reducci¨®n del 10% de su plantilla, aproximadamente 1.500 personas a la calle, y casi al un¨ªsono presenta un aumento de sus beneficios en el primer semestre cercano al 17%), preguntado Jospin por el problema en el noticiario de France 2 del pasado 13 de septiembre, afirm¨®, entre otras cosas, que "no se puede esperar todo del Estado", dentro de un tono general de impotencia hacia lo que estaba ocurriendo. A ra¨ªz de este traspi¨¦s, realista en su base pero hiriente para las fuerzas pol¨ªticas que encabeza, algunas de las cuales le esperan siempre con la escopeta cargada, se desencaden¨® el diluvio pol¨ªtico: Hu¨¦, el l¨ªder comunista, lanza el "todos somos Michelin"; la ministra Aubry anuncia un giro m¨¢s favorable a lo social; el propio Jospin, en una reuni¨®n mantenida poco despu¨¦s con los parlamentarios socialistas franceses en Estrasburgo, tuvo que hacer gala de una ret¨®rica muy propia del arrastre hist¨®rico socialista. Le Monde no se qued¨® atr¨¢s y el pasado 25 de septiembre puso su guindilla al afirmar en primera p¨¢gina, y con la m¨¢xima presentaci¨®n: "Lionel Jospin se inclina hacia la izquierda". El fruto inmediato de todo este revuelo: por un lado, anuncios como, por ejemplo, el de establecer sanciones a las empresas que favorezcan el empleo precario, y el de perseguir los llamados despidos econ¨®micos abusivos con medidas como prohibir las ayudas p¨²blicas a las empresas con beneficios que reduzcan plantilla; por otro, la patronal francesa, Medef, denuncia la persecuci¨®n empresarial, proclama la ruptura del esp¨ªritu de negociaci¨®n, anuncia el ahogamiento de las empresas y quiere lanzarse a la calle, todo ello junto al agudo recrudecimiento de la guerra de las 35 horas laborales, al que asistimos en estos d¨ªas con motivo de la presentaci¨®n en la Asamblea Nacional francesa del proyecto de segunda ley, que desarrolla la primera, sobre tan controvertida materia.
Jospin, con esta complicada situaci¨®n, se encuentra en una encrucijada importante, que lo es no s¨®lo para Francia sino para toda la Uni¨®n Europea. A su vez, la repercusi¨®n de su desenlace final ir¨¢ m¨¢s all¨¢ del socialismo franc¨¦s, y desde luego afectar¨¢ en mayor o menor medida al espa?ol, tan dado a las influencias de nuestros vecinos. Vistas las cosas con relativa perspectiva, cabe esperar que, una vez limadas las estridencias que ha puesto de manifiesto el caso Michelin, logre por fin capear el temporal, supere el tropez¨®n sufrido sin dejarse plumas irreemplazables en el altar de la demagogia y, vuelta el agua a su cauce, siga en el camino de la evoluci¨®n prudente de la socialdemocracia en Francia, a cuyos resultados nada desde?ables me he referido en l¨ªneas precedentes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.