Los ecologistas extremistas impiden erradicar el hambre.
Hace casi 30 a?os, en mi discurso de aceptaci¨®n del Premio Nobel de la Paz, dije que la revoluci¨®n verde era una victoria temporal en la guerra del hombre contra el hambre, pero que, si se impusiera, habr¨ªa suficiente alimento para la humanidad hasta finales de este siglo.
Pero advert¨ª de que, a menos que se frenara el terrible poder de la reproducci¨®n humana, el ¨¦xito de la revoluci¨®n verde ser¨ªa ef¨ªmero. La ciencia agr¨ªcola, hasta ahora, ha podido satisfacer las demandas de producci¨®n de alimentos como estaba proyectado. Pero el monstruo de la poblaci¨®n contin¨²a desbocado. Tan s¨®lo en los noventa, la poblaci¨®n mundial ha crecido casi en mil millones de personas y aumentar¨¢ otro tanto en la primera d¨¦cada del XXI.
El reto del futuro es producir y distribuir equitativamente una dieta alimenticia adecuada para este planeta superpoblado. Creo que tenemos la tecnolog¨ªa agr¨ªcola para alimentar a estos 8.300 millones de habitantes del 2025. La pregunta de hoy es si se permitir¨¢ a los rancheros y agricultores utilizarla.
Los ecologistas extremistas de las naciones ricas parecen hacer todo lo que pueden para detener el progreso cient¨ªfico. Pocos, pero vociferantes y altamente efectivos predicen el caos y provocan temores, frenando la aplicaci¨®n de la nueva tecnolog¨ªa, ya sea la transg¨¦nica, la biotecnolog¨ªa, o m¨¦todos m¨¢s convencionales de ciencia agr¨ªcola. V¨¦ase la campa?a en contra de los transg¨¦nicos, los llamados alimentos Frankenstein, por activistas brit¨¢nicos y de otros pa¨ªses europeos.
Me alarman particularmente aquellos elitistas que buscan negar a los peque?os agricultores del Tercer Mundo, especialmente del ?frica subsahariana, acceso a semillas convencionalmente mejoradas, fertilizantes y qu¨ªmicos para la protecci¨®n de cultivos que han permitido a las naciones ricas el lujo de productos alimenticios abundantes y baratos que a su vez han acelerado su desarrollo econ¨®mico.
Por supuesto, debemos ser ambientalmente responsables. Siempre he suscrito lo que en los viejos tiempos se llamaba "manejo integrado de cultivos" y actualmente "sostenibilidad" —el uso de la tierra para el mejor bien para el mayor n¨²mero de personas sobre el periodo m¨¢s largo posible—. Pero el pensamiento de los extremistas de hoy es peligrosamente equivocado. Lo m¨¢s preocupante, que se aprovechen de la "falta de conocimientos" sobre las complejidades de la biolog¨ªa del p¨²blico en general de las sociedades pudientes —ahora, urbanas y sin relaci¨®n con el campo—, que se hace mayor con los r¨¢pidos avances en la gen¨¦tica y en la biotecnolog¨ªa de las plantas.
Sin duda, uno de los grandes retos del siglo XXI ser¨¢ la renovaci¨®n y la ampliaci¨®n de la educaci¨®n cient¨ªfica para que siga el ritmo de la ¨¦poca. En ninguna parte es mas importante que el conocimiento haga frente a los temores de la ignorancia que en la actividad b¨¢sica de la humanidad —la producci¨®n de alimentos—. La innecesaria confrontaci¨®n de los consumidores en contra del uso de tecnolog¨ªa para cultivos transg¨¦nicos, ahora tan ampliamente utilizada en Europa y crecientemente en Estados Unidos y Asia, podr¨ªa haberse evitado con una s¨®lida educaci¨®n sobre la diversidad gen¨¦tica y la variaci¨®n. El hecho es que no podemos dar marcha atr¨¢s al reloj de la agricultura y usar ¨²nicamente m¨¦todos que se desarrollaron para alimentar a un n¨²mero mucho m¨¢s peque?o de personas Tardamos casi 10.000 a?os para ampliar la producci¨®n de alimentos al nivel actual de cerca de 5.000 millones de toneladas al a?o. Para el 2025 tendremos que duplicar casi esta cantidad, y no podr¨¢ hacerse a menos que los agricultores de todo el mundo tengan acceso a los continuos adelantos de la biotecnolog¨ªa.
Organismos gen¨¦ticamente modificados (GMO) y alimentos gen¨¦ticamente modificados (GMF) son t¨¦rminos poco precisos que han contribuido enormemente al esc¨¢ndalo sobre el uso de cultivos transg¨¦nicos (cultivos hechos con semillas que contienen los genes de especies diferentes).
Pero, mucho antes de que la humanidad comenzara a cultivar, ya lo hac¨ªa la madre naturaleza. Los tipos de trigo del que tanto dependemos para nuestro consumo son el resultado del cruce natural entre diferentes especies de pastos.
El pan de hoy se hace con trigo compuesto de tres diferentes genomas vegetales, cada uno conteniendo un conjunto de siete cromosomas Los tipos de trigo m¨¢s primitivos se llaman diploides y a¨²n crecen de manera silvestre en su zona de origen del Cercano Oriente. Antes de que naciera la agricultura, el trigo diploide se cruz¨® con otro pasto silvestre para producir el primer trigo cultivable de importancia para el comercio, que conocemos como tetraploide. Este trigo se remonta a los sumerios del 3.500 antes de Cristo. Despu¨¦s en alg¨²n momento —nadie sabe d¨®nde—, los tetraploides se cruzaron con otro pasto silvestre para producir los trigos del pan que comemos hoy.
Lo que probablemente ocurri¨® es que una helada acab¨® con el polen masculino, dejando vivo el recept¨¢culo femenino. El estigma femenino se forz¨® a s¨ª mismo al exterior de la planta en el extremo plumoso del tallo, adonde lleg¨® el polen de otra planta. As¨ª naci¨® una nueva especie. Los alimentos gen¨¦ticamente modificados por la propia naturaleza, lo que equivale que el 98% de las toneladas de trigo para pan que se producen hoy es "transg¨¦nico".
Gracias al desarrollo de la ciencia en los dos ¨²ltimos siglos tenemos ahora la visi¨®n de la gen¨¦tica vegetal y la capacidad reproductora para hacer a prop¨®sito lo mismo que hizo la madre natural en el pasado por casualidad o por designio. La modificaci¨®n gen¨¦tica de los cultivos no es una especie de brujer¨ªa; como el cultivo mismo, pretende dominar las fuerzas de la naturaleza para beneficio de la alimentaci¨®n de la raza humana.
En el curso de las ¨²ltimas siete d¨¦cadas, los cruces convencionales de las plantas han producido un vasto n¨²mero de variedades mejoradas e h¨ªbridos que han contribuido inmensamente a una mayor producci¨®n de granos, estabilidad de las cosechas e ingresos agr¨ªcolas. Pero no se ha producido un importante aumento en el m¨¢ximo potencial de rendimiento gen¨¦tico del trigo y del arroz desde que las variedades enanas dieron inicio a la revoluci¨®n verde de los sesenta y setenta.
Para satisfacer las r¨¢pidamente crecientes necesidades alimenticias de la poblaci¨®n debemos encontrar nuevas y apropiadas tecnolog¨ªas que eleven el rendimiento de los cultivos cereales. Los recientes desarrollos en la biotecnolog¨ªa animal han producido somatotropina bovina (BST), que ahora se utiliza extensamente para aumentar la producci¨®n de leche. Actualmente, grandes ¨¢reas comerciales se plantan con variedades transg¨¦nicas e h¨ªbridos de algod¨®n, ma¨ªz y patatas que contienen genes, que efectivamente controlan diversas pestes de insectos. Ha habido grandes avances en el desarrollo de plantas transg¨¦nicas de algod¨®n, ma¨ªz, colza, soja, remolacha y trigo con tolerancia a diversos herbicidas. Esto puede llevar a una reducci¨®n en el uso de herbicidas. Obviamente, la reducci¨®n del da?o a los cultivos por pestes y enfermedades aumenta el rendimiento. Finalmente, los experimentos preliminares han demostrado que los genes insertados de algunas especies pueden ayudar a los cultivos a soportar condiciones de sequ¨ªa.
Tras la cumbre de R¨ªo de 1992, m¨¢s de 400 cient¨ªficos presentaron un manifiesto a los dirigentes del mundo. Este manifiesto ha sido firmado ya por miles de expertos. Perm¨ªtanme citar el ¨²ltimo p¨¢rrafo: "Los m¨¢s grandes males que acechan a nuestra tierra son la ignorancia y la opresi¨®n, y no la ciencia, la tecnolog¨ªa o la industria, cuyos instrumentos, cuando se manejan adecuadamente, son herramientas indispensables para salvar la sobrepoblaci¨®n, el hambre y las enfermedades mundiales".
Los cient¨ªficos agr¨ªcolas tienen la obligaci¨®n moral de advertir a nuestros l¨ªderes pol¨ªticos, educativos y religiosos sobre la magnitud y seriedad de los problemas de las tierras cultivables, los alimentos y la poblaci¨®n que habr¨¢ en el futuro. Ellos deben tambi¨¦n reconocer el efecto indirecto de las enormes presiones que ejercen los humanos sobre los h¨¢bitats de muchas especies silvestres de flora y fauna, llev¨¢ndolas hacia la extinci¨®n. Si no podemos hacerlo estaremos contribuyendo al caos de incalculables millones de muertes por hambre. El problema no va a desaparecer solo.
? Los ?ngeles Times.
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