Las cr¨ªticas al cardenal Martini por pedir un concilio irritan a un sector del S¨ªnodo Europeo
"Es una propuesta que hay que tomar muy en serio", advierte el arzobispo de Westminster
ENVIADO ESPECIAL Los cardenales de la curia est¨¢n enfadados con el arzobispo de Mil¨¢n, el tambi¨¦n cardenal Carlo Mar¨ªa Martini, porque les ha amargado el postre de un s¨ªnodo aparentemente sin conflictos, y el sector progresista de los prelados, limitado pero de relumbre, no ha podido ocultar su estupor por c¨®mo el lobby curial se ha ensa?ado con Martini. ?ste hab¨ªa sugerido al II S¨ªnodo Europeo la celebraci¨®n de un concilio para preparar a la Iglesia ante los desaf¨ªos del tercer milenio, y el cardenal Tettamanzi, en conferencia de prensa, despreci¨® la propuesta diciendo que no hab¨ªa tenido "ning¨²n eco".
Carlo Mar¨ªa Martini, arzobispo de una de las grandes di¨®cesis de la cristiandad, es un eclesi¨¢stico famoso. Ha sido rector de la Universidad Gregoriana de Roma, es jesuita, publica regularmente libros, escribe frecuentemente en los peri¨®dicos y polemiza con intelectuales como Umberto Eco, con el que hace cuatro a?os dialog¨® sobre cuestiones ¨¦ticas como el sacerdocio de la mujer, el control de la natalidad, cu¨¢ndo comienza la vida humana, o la obsesi¨®n laica por el nuevo Apocalipsis. Aquel sabroso intercambio de cartas se public¨® en todo el mundo con el t¨ªtulo ?En qu¨¦ creen los que no creen en Dios?.Afirmar, como ha hecho el cardenal Dionigi Tettamanzi, que una propuesta de Martini, y m¨¢s refiri¨¦ndose a la convocatoria de un concilio, hab¨ªa ca¨ªdo en saco roto entre los 179 obispos reunidos en Roma se ha tomado como una impertinencia. M¨¢s que nada, por incre¨ªble.
Por eso ha causado irritaci¨®n no s¨®lo entre muchos y relevantes prelados, sino tambi¨¦n entre importantes vatican¨®logos italianos. Entre los primeros, se han alineado del lado de Martini, sin miramientos, los presidentes de las conferencias episcopales de Alemania y B¨¦lgica, el obispo Karl Lehmann y el cardenal Godfried Danneels, respectivamente; el arzobispo ingl¨¦s de Westminster, Vincent Nichols; el escoc¨¦s Patrick O?Brien, arzobispo de Edimburgo; y Josef Homeyer, obispo alem¨¢n de Hildesheim y presidente de la Comisi¨®n de los Obispados de la Comunidad Europea.
El obispo espa?ol
"Es una propuesta que hay que tomar muy en serio", proclam¨® Nichols en defensa de Martini. Homeyer fue m¨¢s lejos: "Las cuestiones que plantea superan las dimensiones de un s¨ªnodo. Como ¨¦l, hemos pensado muchos otros". M¨¢s radicales han sido las quejas del escoc¨¦s O"Brien: "El Concilio Vaticano II sancion¨® que los obispos somos vicarios de Cristo, pero Roma no lo piensa as¨ª", dijo antes de subrayar que cuatro de los diez miembros de la comisi¨®n sinodal en la que particip¨® no hab¨ªan sido elegidos por sus conferencias episcopales, sino designados por el Papa o la curia. Con ese sistema, explic¨® O"Brien, el Vaticano logr¨® bloquear las propuestas inc¨®modas.
Como es l¨®gico, tampoco entre los obispos espa?oles hubo indiferencia por la propuesta de Martini. La posici¨®n de al menos un prelado espa?ol se conoci¨® durante la conferencia de prensa en la que Tettamanzi present¨® el mensaje oficial del s¨ªnodo.
Uno de los cinco prelados que arropaban al portavoz oficial, el arzobispo de Lubiana, Franc Rod¨¨, dijo al primero de los cinco periodistas que se interesaron por el pol¨¦mico concilio: "Ha venido a m¨ª un obispo espa?ol y me ha dicho: "Lo sentimos, Martini". Rod¨¦ estaba regocijado porque, en su opini¨®n, la castiza expresi¨®n del prelado espa?ol le parec¨ªa la mejor manera de afrentar al brillante cardenal de Mil¨¢n. "Ciertamente, no caus¨® ning¨²n choque la propuesta de Martini", remach¨® el esloveno. Antes de ser enviado a esa delicada sede eclesial, Rod¨¦ trabaj¨® muchos a?os en la curia, muy cerca del Papa y del cardenal Joseph Ratzinger, el poderoso prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Sus palabras, por tanto, le trascend¨ªan.
"Tuve un sue?o", dijo al s¨ªnodo el cardenal Martini antes de poner el dedo en la llaga del poder compartido, la siempre aplazada colegialidad, una palabra que escuece siempre a la jerarqu¨ªa vaticana. He aqu¨ª la frase del conflicto, referida a un tercer "sue?o o augurio" para el porvenir de la Iglesia: "Es la posibilidad de nuevas y m¨¢s amplias experiencias de colegialidad para afrontar juntos, con todos los obispos, aquellos problemas que la vida moderna nos pone delante, aproximando y comparando entre todos los m¨²ltiples lenguajes y las varias culturas en las cuales es vivido hoy el mensaje cristiano". Eso es lo que dijo Martini, ni una palabra m¨¢s.
Pero la curia se lo tom¨® como una provocaci¨®n, convencida de que Juan Pablo II siempre se opondr¨¢ a reformar el actual reparto del poder eclesial. Lo curioso es que ambas patas del gobierno vaticano (un Papa muy envejecido y una curia pose¨ªda de su autoridad), vivieron por edad, en los a?os sesenta, la experiencia del Vaticano II, en el que la rebeld¨ªa de los obispos, con la divertida anuencia de Juan XXIII, sac¨® de quicio al entonces secretario de Estado, el cardenal Ottaviani. En un Concilio el mando est¨¢ en mano de los obispos, no de la curia, ni siquiera del Papa, y Ottaviani, que se dejaba llamar "el carabiniero de Dios", lo iba a comprobar desde la primera sesi¨®n. Cuando quiso adjudicarse la presidencia de las sesiones plenarias, un obispo le protest¨® y los dem¨¢s aplaudieron contra el secretario de Estado, que, con un enfado insoportable, se ausent¨® del concilio hasta convencerse de que la revuelta era ya imparable. El obispo Wojtyla y el cardenal Ratzinger estaban all¨ª.
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